Dame la mano. Acompáñame y bríndame tu experiencia. No
pienses que voy a juzgarte.
Tu aspecto me confiesa que caíste antes que yo, que
decidiste abandonar tu árbol para volar, tocar tierra firme y sentir la lluvia
y el agua bajo tus pies. Que ansiaste recibir el sol sin que otras te
ocultaran, aun a costa de envejecer. Que elegiste arrugarte para poder sentir
la mecida del viento, empujándote hasta surcar lugares que de otro modo no
habrías conocido jamás; para estremecerte al sentir la calidez de un niño,
acunándote entre sus manos para luego lanzarte al aire, desde el que pudiste
observar su sonrisa y sus pupilas al mirarte.
Yo quiero ser como tú. Que abanderas tu propia vida sin
ningún miedo a la muerte. Que prefieres una existencia efímera pero intensa a
la inmortalidad que te promete la esclavitud.
Pilar Muñoz Álamo
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