miércoles, 24 de marzo de 2021

«Nicole en el espejo» de Kate Danon

 



Sinopsis:

Catherine Beckett, hija del conde de Bellshire, ha perdido a su hermana gemela, Nicole, en un desafortunado accidente. O eso parece. Con asombro, Catherine descubre que su hermana se le aparece en el reflejo de un espejo para revelarle que, en realidad, ha sido asesinada. Ahora, la necesita para encontrar al culpable, pues solo así podrá liberarse y proseguir su viaje… Catherine, dispuesta a ayudar a su hermana como sea, recurrirá a un hombre que parece conocer todos los secretos de la alta sociedad londinense, Arrow, un periodista sin escrúpulos capaz de cualquier cosa para llevar a cabo una venganza personal que arrastra desde hace tiempo. Ninguno de los dos está preparado para la atracción que surge entre ambos desde el principio. Juntos, tratarán de averiguar quién mató a Nicole y por qué, envueltos en una trama llena de misterio, falsas identidades y mentiras. En el camino, se dejarán llevar por la pasión que arde en sus corazones y descubrirán el poder del amor en sus muchas facetas. Se darán cuenta de que, a veces, ese sentimiento puede trastocar cualquier vida, elevarte a las más altas cimas de la felicidad, o hundirte para siempre en tu propio infierno.

La autora:


Kate Danon es es pseudónimo de la escritora de infantil y juvenil Victoria Rodríguez (Madrid, 1975).
Fue finalista del premio literario de Amazon con su libro El secreto de Malcom, segundo libro de la saga de los Hermanos MacGregor.
Su último libro publicado ha sido Siete besos.
Si queréis conocer mejor a la autora, os dejo el enlace a su blog: http://katedanon.blogspot.com/



Mi opinión:

Conocí a Kate Danon con El secreto de Malcolm, con el que se presentó al Premio Literario de Amazon. Me pareció una magnífica obra romántica, cuya reseña podéis leer aquí.

Ahora, con Nicole en el espejo,  me ha vuelto a cautivar la forma de escribir de esta autora, que te introduce en la época en la que se desarrolla la trama, el Londres victoriano, con una sencillez muy de agradecer, sin grandes descripciones pero consiguiendo que te sumerjas en la historia y en su entorno.

Una época en la que los convencionalismos sociales, el papel de las mujeres y el honor, estaban por encima del bien y del mal.

La investigación de la muerte de Nicole y una tórrida historia de amor, nos irán absorbiendo página a página.

Unos toques paranormales muy bien resueltos, los secretos inconfesables de la alta sociedad, el amor, los celos, la investigación, el misterio y la ambientación, conforman esta original historia.

En cuanto a los personajes, además de los dos protagonistas, Catherine y Derek, me ha gustado muchísimo la marquesa viuda de Hartington, aunque todos los secundarios son un lujo en esta novela, pero prefiero no hablar de ellos para no hacer ningún spoiler.

Está narrada en tercera persona pero hay unos cuantos capítulos, no numerados, que narra Nicole en primera persona y nos ayudan a entender sus sentimientos y la conexión que existe con su hermana gemela.

Como curiosidad, al haber visto recientemente la serie de televisión Bridgerton, no he podido evitar que, en mi mente, el marqués de esta historia fuese el duque de la otra historia.

Una lectura muy recomendable.


Almudena Gutiérrez


viernes, 12 de marzo de 2021

Recordando: Semblanza de Miguel Delibes

Hoy recordamos a Miguel Delibes en el aniversario de su fallecimiento (12 de marzo de 2010), con un semblante que escribió Víctor Fernández Correas, periodista, escritor y redactor de Pasar Página, y que publicamos en el número 28.



SEMBLANZA

Para hablar de Miguel Delibes ―perdón, Don Miguel― hay que ponerse de pie. Para escribir acerca de él, hay que hacerlo con el respeto ―y admiración, como es mi caso― que merecen su persona y su obra. Ahora es tiempo de recordarlo cuando se cumple el décimo aniversario de su muerte, pero asimismo en cualquier momento del año y época por la que naveguen nuestras vidas. Sus obras son atemporales, imperecederas; y lo más importante: excavan en nuestros sentimientos, desnudan nuestra alma, nos muestran la realidad tal como es.

Antes de acometer estas líneas, me agencié una de las últimas obras dedicadas a su persona ― Cinco horas con Delibes, de Javier Goñi―, en la que, a través de una serie de entrevistas que duran exactamente eso, cinco horas ―parafraseando el título de una de sus obras más célebres, Cinco horas con Mario. Lola Herrera lo borda en la obra teatral. Id a verla―, Javier Goñi nos muestra a la persona tal como es: su infancia, juventud, madurez y senectud; el inicio de su carrera como escritor y también como periodista, ofrecimiento para dirigir El país incluido cuando dicho diario se disponía a dar sus primeros pasos; la vida junto a Ángeles, su esposa, y el derrumbe vital cuando esta dejó de estar a su lado; su conciencia del mundo, de lo que fue y lo que será, su innato pesimismo ante la vida… En definitiva, una joya para saborearla con calma.

Una joya para complementar lecturas y relecturas ya hechas, porque Delibes es uno de esos autores a los que apetece releer de cuando en cuando. En mi caso, un autor en cuyos brazos me echo cuando las necesidades así lo aconsejan, uno a los que acudo cuando las dudas de hacía dónde tirar en mis novelas me embargan, o porque el estado de ánimo me aconseja dejarme guiar por su experiencia, por todo lo que dejó escrito.

Que es mucho y diverso. Pues en Delibes se observa una evolución como novelista ―no como persona. Esa ya venía formada de serie― que le lleva a prestar atención a los más desfavorecidos, hacia ese campo que languidece, que se vacía y pierde su alma a pasos agigantados ― ¿suena la historia? ―, buscando en la naturaleza las respuestas para un mundo que se movía más rápido que lo que deseaba.

Fruto de ello son personajes inolvidables protagonistas de novelas imprescindibles para conocernos mejor a nosotros mismos. Daniel «el Mochuelo», Roque «el Moñigo» y Germán «el Tiñoso» de El camino; «El Nini», el niño sabio de La ratas que habitaba en una cueva y que tenía el don ―y la sapiencia innata― de interpretar los designios de la naturaleza; el consuelo que se dan dos almas gemelas como son el viejo Don Eloy y la doméstica Desi en La hoja Roja; la ya eterna Menchu de Cinco horas con Mario; o las desdichas familiares de Paco «el Bajo» de Los santos inocentes; y mi preferido, ese Señor Cayo de El disputado voto del señor Cayo ―la habré leído docena de veces―, al que ningún político podía enseñarle nada que ya no supiera, que era todo.

Sin olvidar esa gran joya que nos legó antes de partir, El hereje, que me devoré de cabo a rabo, y unas cuantas veces, antes de ponerme a dar mis primeros pasos como novelista con La conspiración de Yuste. Aquel Valladolid del siglo XVI tan bien construido y reflejado fue del que bebí; y aquella novela, como todas las demás, le deben mucho a Miguel Delibes.

Perdón, a Don Miguel Delibes.

Víctor Fernández Correas




lunes, 8 de marzo de 2021

Recordando a Emilia Pardo Bazán

 

«Yo soy una radical feminista; creo que todos los derechos que tiene el hombre debe tenerlos la mujer».

Hoy, Día Internacional de la Mujer, recordamos en el blog la entrevista que nuestra redactora Carmen Martín Audouard le hizo a Emilia Pardo Bazán, dentro de la sección «La entrevista soñada».



LA ENTREVISTA SOÑADA

Siempre es un honor entrevistar a un escritor pero este mes es un sueño hecho realidad. Tengo conmigo a Doña Emilia Pardo-Bazán, novelista, ensayista, poetisa, catedrática, conferenciante, introductora del naturalismo en España, luchadora y defensora a ultranza de la mujer y sus derechos, lo que si hoy es difícil, a finales del siglo XIX era una utopía.

Doña Emilia nació en La Coruña, no voy a decir la fecha, eso lo veis en los libros de historia de la literatura. Primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid y la primera también en ocupar la cátedra de Literatura en la Universidad Central de Madrid.

CMA. Muchas gracias Doña Emilia por aceptar esta entrevista, en la que por falta de espacio no podré preguntarle todo lo que nos gustaría saber. ¿Usted tenía que ser lo que fue?

EPB. Gracias a las mujeres como vosotras por acordaros de mí, que ya tenéis mérito. Yo fui lo que quise ser, sin imposiciones de nadie. De mi madre, Amelia de la Rúa-Figueroa y Somoza, heredé el carácter independiente, y de mi padre José María Pardo-Bazán y Mosquera, mi gran afición a la lectura y a los estudios. Para la época en la que viví ninguno de los dos me puso nunca trabas. Siempre hice lo que quise en todos los aspectos de mi vida.

CMA. Como correspondía a la época usted se casó muy joven.

EPB. Sí hija, sí, Me casé en Meiras a los diecisiete años con José Antonio de Quiroga, dos años mayor que yo y que todavía era estudiante de derecho. Nuestra boda fue muy bien vista por nuestras familias. Tuvimos tres hijos: Jaime, María de las Nieves, a la que llamábamos Blanca y por último Carmen.

CMA. Su matrimonio acabó en aquella época en separación ¿cierto?

EPB. Cierto, cierto… Pero mira, la vida es como es y no hay más. Nos quisimos a rabiar, estuvimos un año de viaje de novios por Europa, pero no solo por conocer todas las ciudades, que conocimos, sino porque yo también quería conocer aquella corriente del naturalismo, de la que tanto había oído hablar. Conocer a Hugo, a Zola y a muchos otros. Sabes que el naturalismo, sobre todo literario, está emparentado con el realismo y basado en la reproducción de la realidad, tanto en lo más sublime como en lo más vulgar y Zola ya había expuesto sus fundamentos teóricos.

CMA. Con veinticinco años, aunque ya ha escrito y publicado en muchos sitios, da a conocer su primer trabajo Estudio crítico de las obras del Padre Feijoo, y además ganó un premio compitiendo nada menos que con Doña Concepción Arenal.

EPB. A mí el Padre Feijoo siempre me ha parecido una persona y un escritor admirable, aparte de un luchador incansable de la reforma universitaria. Leí sus obras siendo muy joven y me gustaba su libertad de pensamiento, aunque no tuvo toda la que le hubiera gustado. Aquí la Ilustración, como casi todo, llegó un poco más tarde, pero su proclama, que supongo tallada en piedra: «Yo, ciudadano de la República de las letras, ni esclavo de Aristóteles ni aliado de sus enemigos, escucharé siempre con preferencia de toda autoridad  privada, lo que me dicten la experiencia y la razón», me pareció algo tan maravilloso que me cautivó.



CMA. Pero su admiración por esta corriente le trajo problemas, entre ellos su separación matrimonial. Aunque ese método que tantos disgustos le causó culminó con Los Pazos de Ulloa, su novela más famosa que la consagró como una de las grandes escritoras de la literatura española.

EPB. Pues es cierto. Mi manera de ser, que consideré siempre como un realismo propio, me llevó a publicar en la revista La Época  artículos sobre Zola y la novela experimental. Todo eso lo reuní en un volumen que titulé  La cuestión palpitante,  publicado con prólogo de Clarín y donde yo defendía el realismo «a la española» tanto de Galdós como de Pereda. Causó un gran escándalo, llegándose a considerar como «el alegato indecente de una mujer casada y respetable a favor del ateísmo y la pornografía francesas». Mi marido me impuso que dejará de publicar esas cosas y entre eso, y la intransigencia de tanto meapilas como había suelto, me costó el matrimonio y muchos sinsabores, pero al fin fui reconocida en un mundo de hombres. Hombres que habían hablado de mí con desprecio como Juan Valera, quien dijo que lastrada por la lactancia y el embarazo no podía entrar en la Academia, o Clarín que se permitió el comentario de que el día que yo me muriera habría fiesta nacional.

CMA. ¿Es cierto que usted tuvo una relación con D. Benito Pérez Galdós?

EPB. Sí, es cierto, pero también le tuve que aguantar lo suyo. Nuestra relación comenzó siendo puramente literaria, pero después fue amorosa. ¿Nos enamoramos? Yo creo que no fue enamoramiento. Fue pasión y sexo. Yo era rebelde y ambiciosa, él era un tipo tímido, pero los dos teníamos una opinión abierta de las relaciones sexuales. Yo tuve con Lázaro Galdiano un error momentáneo, fruto de los sentidos y de las circunstancias, y eso a Benito le dolió, pero lo subsanamos en un viaje que decidimos hacer por Alemania. Le quise mucho, incluso cuando ya nos habíamos separado no dude en pedir para él el premio Nobel. Me quedé muy triste cuando él falleció. Aunque yo le seguí pocos meses después a consecuencia de una gripe que se complicó. Fui a buscarlo. Me sentía suya y le sentía mío.

CMA. Doña Emilia, no sabe cuánta pena me da tenerle que dar las gracias por su amabilidad, porque ello significa que esta entrevista ha llegado a su fin. Pero me alegro muchísimo de haber oído sus palabras y de que haya respondido a mis preguntas. Gracias de parte de muchas mujeres de este siglo XXI que todavía luchan por su independencia, gracias por sus libros y sus enseñanzas. ¡Gracias por atenderme! ¿Me permite que le dé un beso?

EPB. Gracias a vosotras, por acordaros todavía de mí, a los casi cien años de mi muerte. No dejéis de luchar nunca, nadie os regalará nada. Levantad la cabeza y siempre adelante. Ah, y no te vayas sin darme ese beso.

Carmen Martín Audouard


Esta entrevista se publicó en el número 3 de la revista Pasar Página.

domingo, 7 de marzo de 2021

«Las niñas» por Marian Peyró






Anoche, en la celebración de la edición número 35 de los Premios Goya del cine español, la cinta premiada como mejor película fue «Las niñas» de Pilar Romero.

Os dejamos a continuación, la reseña que sobre esta película hizo nuestra colaboradora Marian Peyró para el número 34 de la Revista Pasar Página.

Las niñas, recientemente galardonada con la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga, promete convertirse en una de las sensaciones del cine español de esta temporada. Escrita y dirigida por la zaragozana Pilar Romero, que debuta en el largometraje, la película se centra en Celia, una niña de once años que, en pleno 1992 —año que tan bien recordamos aquellos que pasamos ya de los cuarenta—, vive con su madre y estudia en un colegio femenino de monjas de Zaragoza. Durante el curso, Celia conocerá a Brisa, recién llegada de Barcelona, a quien se sentirá unida por un vínculo que, hasta ahora, no compartía con ninguna de sus otras compañeras: ambas son huérfanas, si bien los padres de Brisa fallecieron en un accidente de tráfico y el padre de Celia lo hizo “de repente” antes de que ella naciera.
 
De la mano de Brisa, Celia sentirá por primera vez la curiosidad de la adolescencia, y junto con el descubrimiento de la música, el alcohol, el propio cuerpo y los chicos como marco de ese nuevo mundo, comprenderá que se puede dudar de todo lo que creía cierto y cuestionarse cosas como su propia identidad y su lugar en la familia y en esa sociedad que se vende como el súmmum de lo moderno (Olimpiadas, Expo).

La película hace una crítica a esa otra España, la que procura ocultarse pero que aún existía —existe—, incluso en una vibrante capital de provincias como Zaragoza. La España que no refleja la televisión; la que muchos —entre los que me incluyo— no supimos ver, quizá por haber recibido una educación que juzgaba desde lo académico y no desde lo religioso. No he podido evitar sorprenderme por el hecho de que mi propia educación y visión del mundo fue más moderna diez años antes, y que mientras yo tenía una asignatura de “Coleccionismo” e iba con calentadores de colores a clase, aún había niñas que llevaban leotardos blancos y daban clase de costura una década después.

Siento especial predilección por el cine y la literatura que retratan el paso de la niñez a la adolescencia; también por las obras que reflejan esos otros saltos —igual de vertiginosos— de la adolescencia a la vida adulta y después a la ancianidad, acaso —este último— el más doloroso y definitivo de todos. Los anglosajones definen este proceso como un coming of age, expresión de lo más certera, debo decir, pues la edad siempre nos sobreviene. A pesar de ello, el cartel de la película —cosas de los departamentos de márquetin— resulta algo equívoco, en mi opinión, ya que Las niñas no es una película de lolitas; no va de crías hipersexualizadas ni de “guapis” ni tiktokeras de los noventa, sino que narra algo mucho más oscuro; algo que late en los silencios de la madre y en los ojos de su protagonista —interpretada de un modo maravilloso por Andrea Fandós—. Y lo hace con una dulzura inesperada y una mirada muy personal. Los hombres, por su parte, son meras sombras en esta historia. Planean y condicionan la vida de las mujeres, pero no están —ni falta que hacen—. Debemos aplaudir también la brillante interpretación de Natalia de Molina en el papel de madre, y el trabajo del resto de niñas que pueblan la cinta. No estamos ante una historia de silencios, aunque los haya —algunos muy sonoros y significativos—. Tampoco es esta una película en la que pasen muchas cosas, al menos en apariencia. Lo que sí es, en cambio, es una cinta plagada de un humor tierno que te arranca una sonrisa tras otra y en la que conviven lo más terrible con esa maravilla brillante que es convertirse en mujer.

Muy recomendable.

Marian Peyró


Los Goya desde mi butaca

 



«Para vivir la vida hay que mirar al futuro y, para entenderla, mirar hacia atrás» (Antonio Banderas).

Un año más, vuelvo a escribir las impresiones que me ha producido la ceremonia de los premios Goya del cine español.

Me alegra, por una vez, poder hacer una crítica positiva de esta 35 edición que pudimos contemplar anoche.

El teatro Soho de Málaga fue el escenario para una ceremonia sin público, que convirtió a la orquesta sinfónica de Málaga en una de las grandes protagonistas, junto a la emoción, la sobriedad, el homenaje y el recuerdo.

En un año en el que las pantallas de ordenadores y teléfonos se han convertido en indispensables en nuestras vidas, el cine ha sabido unirse con una gala vía zoom, en el que casi todos estaban, como nosotros, en los salones de sus casas.

No ha habido, casi, alfombra roja, y no la hemos echado de menos, no ha habido, casi, discursos políticos, y no los hemos echado de menos, no ha habido chistes, y no los hemos echado de menos. Eso sí, hemos vivido en primera persona la emoción de los premiados y la cara de pena de los perdedores, rodeados, en la mayoría de los casos, de sus parejas y sus familias.

Antonio Banderas, en su correctísimo discurso de presentación, quiso homenajear a las miles de personas que viven del cine y que nunca veremos encima de un escenario, pero que lo están pasando muy mal con el parón de la industria cinematográfica, también fue muy emotivo el minuto de silencio por todas las víctimas de esta pandemia, y el sentido In memoriam con la voz de fondo de Vanesa Martín, arropada por una maravillosa orquesta.

Desde el homenaje a Berlanga, en el año que se cumple el centenario de su nacimiento, las versiones,con más o menos acierto, de La violetera y Happy Days Are Here Again (Los días felices han vuelto), el ballet que recibió a una elegantísima y emocionada Ángela Molina para recibir el Goya de honor, todo fue bonito.

Hubo muchos guiños que no pasaron desapercibidos: El elenco de directores que, en lugar de dar los grandes premios, entregaron esos pequeños que llamamos técnicos, en los que no nos fijamos, de los que no hablamos, pero tan necesarios en una película: maquillaje, vestuario o peluquería, sonido y efectos especiales, entre otros.

El PREMIO con mayúsculas, el que homenajea a la mejor película, lo entregó, en nombre de todos los sanitarios, Ana Ruíz, una enfermera que quiso hablar en su discurso del poder sanador del cine, de la cultura «Hoy es la noche del séptimo arte, uno de los grandes cuidadores del prójimo y que ofrece cuidado y consuelo al espectador. Déjense cuidar».Como seguidora de Los Goya, año tras año, edición tras edición, tengo que dar mi enhorabuena a Antonio Banderas y María Casado, por la dirección y presentación de esta gala virtual, y a todos los técnicos que la hicieron posible.

No voy a decir la lista de premiados, la podréis encontrar en cualquier periódico, solo voy a citar la película ganadora, Las niñas dirigida por Pilar Palomero, desde aquí, mi enhorabuena.

En una gala en la que lo que más me ha dolido ha sido el silencio tras la entrega de cada premio, la ausencia de aplausos, hago mías las palabras con las que acabó Antonio Banderas: 

«Recordemos esta gala como la que encendió la llama de la recuperación»


 Os dejo el enlace de la canción ganadora: Que no, que no de Rozalen (La boda de Rosa)


Almudena Gutiérrez