miércoles, 22 de diciembre de 2021

«Con suerte... en Navidad» de Mayte Esteban.

 

Sinopsis:

Andrea Hervás trabaja en una galería de arte de Madrid. Está preparando la exposición estrella de las Navidades cuando recibe una llamada de su jefe: debe dejarlo todo y marcharse a Grimiel, un pequeño pueblo castellano, donde una vecina quiere vender un cuadro y es necesario que alguien lo valore. Andrea se lo piensa: es 22 de diciembre, tiene planes y se aproxima una gran nevada, pero calcula que, si se da prisa, podrá ir y volver en un día. Con lo que no cuenta es con que todo se confabulará contra ella y acabará atrapada en ese pequeño pueblo.

Un cuadro de Murillo, un coche viejo, una anciana gruñona, los ojos azules del chico de los tractores y la lotería de Navidad se mezclarán con una tormenta y demostrarán a Andrea que la verdadera suerte no está solo en que te toque la lotería.

Mi opinión.

Hoy es un buen día para contaros mi opinión sobre esta novela, el día de la lotería, el pistoletazo de salida para la Navidad, porque justo un día como hoy empieza la historia que nos ha contado Mayte Esteban y a mí me gustaría estar en ese pueblo inventado por ella, Grimiel, que tanto me recuerda a Turégano, aunque este tenga castillo y Grimiel, no.

Una historia aparentemente sencilla en la que se nos perfilan multitud de personajes, en una pequeña novela coral, con dos protagonistas indiscutibles, Fernando y Andrea, y muchísimos secundarios. Nadie sobra, todos aportan su granito de arena en la trama, a todos los llegamos a conocer cuando cerramos el libro, sabemos cómo piensan, por qué son como son y qué los ha llevado a vivir como viven.

Una historia feelgood, que cumple con los parámetros de este género, empatizar con los personajes y que te hagan sentirte bien. Una historia de amor con mucha chispa, a la que ayudan las inclemencias del tiempo, las casualidades y todo un pueblo que quiere ver a su alcalde feliz, porque se lo merece.

De fondo, dos historias curiosas: les toca la lotería de Navidad a casi todo el pueblo, y la casa de Angustias guarda un cuadro que podría ser de Murillo, aunque a ella le haya parecido feo toda su vida.

La vida en torno a un pequeño hotel rural, que ya conocíamos si habíamos leído La chica de las fotos, su lucha por la supervivencia y cómo se preparan para la cena de Nochebuena, los adornos, el menú, los regalos, los pasillos que también guardan secretos…

Pero la autora no ha querido quedarse en la superficialidad de una historia bonita y, entre líneas, nos ha mostrado la dureza de la España rural, esos pueblos pequeños, casi olvidados, que se han ido quedando sin escuela, sin médico, sin banco, que dependen de coche para ir al pueblo de al lado para utilizar todos estos servicios de primera necesidad y que se ven abocados a la solidaridad de los vecinos, ayudándose unos a otros en el día a día, como único modo de supervivencia.

También ha querido entrar «de puntillas» en el egoísmo con nuestros mayores, la soledad de la vejez y el duelo. Nos ha mostrado brevemente la dificultad que conlleva la restauración de un cuadro, lo fácil que es que pase desapercibido para ojos inexpertos con la patina de suciedad y mala conservación que le confieren el paso de los años y lo «buitres» que pueden llegar a ser los especialistas para hacerse con obras que están en manos privadas.

Todo esto encierra esta tierna novela que, en contra de lo que se está comentando en redes, no es una novela para leer en Navidad, se puede leer en cualquier momento, porque siempre será una lectura muy, muy agradable, con buenos diálogos, algo de humor y una historia de amor del siglo XXI, con videollamadas incluidas.

Os invito a leerla, no os va a defraudar.

Si queréis conocer a Mayte Esteban y toda su obra, no dudéis en pasaros por su blog El espejo de la entrada.

Almudena Gutiérrez


martes, 30 de noviembre de 2021

«Luci Fer vive arriba» de Carmela Trujillo



Este título es uno de los elegidos por Harper Collins Ibérica para el lanzamiento de su nuevo sello Harper F (historias en femenino), del que ya hablamos en el número 43 de la revista Pasar Página.

Sinopsis:

Luci no quiere saber nada del amor. En lugar de eso, prefiere experimentar con lo platónico y tener un piso propio, ahora que ha sido contratada en una peluquería de lujo.

Emma, que es contable y mujer trans, desea fervientemente encontrar a un hombre que la respete y con el que conecte al cien por cien.

Y Susana, la única casada del grupo, acaba de reencontrarse con un antiguo amor de juventud en el colegio en el que trabaja como limpiadora.

La soledad buscada, la idealización del otro, el encanto de lo japonés, las casualidades, la maternidad, los rituales, los baños espumosos, las recetas culinarias.

Una novela realista ambientada en una capital de provincia, con situaciones cotidianas y escenas llenas de humor y encanto en la que las tres protagonistas nos muestran la fuerza de la amistad, el amor y la búsqueda de un lugar en el que sentirse acogidas y libres.

 

La autora:

Carmela Trujillo nació en 1966 en Talayuela (Cáceres) y reside en Logroño (La Rioja) y en Sabadell (Barcelona). Es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Autora de literatura infantil y juvenil, escribe también relato, poesía y novela.

Ha publicado una veintena de libros (algunos han sido traducidos al catalán, valenciano, euskera e italiano). También ha recibido premios y menciones en novela, literatura infantil, relato corto y poesía, tanto en España como en Sudamérica, y ha participado en antologías y en libros de textos.

Entre sus novelas se encuentra Martina, obra ganadora del VII Premio Internacional HQÑ de Novela Romántica 2019 de la editorial HarperCollins Ibérica.

Este año también ha publicado un relato dentro de la colección Escritos en la Guerra.

 

Mi opinión: 

Carmela Trujillo nunca decepciona. Da igual que el lector tenga entre manos un cuento, una novela romántica, una biografía o un relato, se atreve hasta con la poesía.

Estamos ante una novela que aborda temas muy serios, que la autora ha sabido introducir en una historia fresca, con muchos toques de humor y de ternura.

Tres amigas, dos de ellas hermanas, tres mujeres muy diferentes, escépticas y desencantadas con el amor por diferentes motivos. Sus reuniones en el piso de Luci, serán el bálsamo que necesitan, el desahogo, la locura, la dosis de sinceridad.

A través de ellas, conoceremos a sus madres, a sus vecinos, al marido, a la hija adolescente, a los compañeros de trabajo e, incluso, a sus amores platónicos.

Carmela Trujillo ha sabido perfilar unos personajes que se convierten en reales ante el lector, sabemos cómo visten, como sonríen, cómo ven la tele y, por supuesto, cómo piensan.

El acoso laboral, el hastío de un matrimonio aburrido, las madres y su amor infinito, aun a costa de su propia felicidad, la hipocresía, la costumbre de «etiquetar» por un atuendo o una forma de hablar, el maltrato animal y un largo etcétera, caben en esta historia en la que lo más importante son los sentimientos de sus tres protagonistas.

Narrada en tercera persona, con capítulos muy cortos, algunos comienzan con una receta de cocina para hablar sobre Susana, una canción para Emma y una frase del horóscopo para Luci. Por cierto, al final de la novela nos invitan a visitar el enlace de spotify con la banda sonora de la narración.

Me gusta la forma contar las historias de Carmela Trujillo, que repite en todas sus novelas, contar en presente, pero adelantar el futuro: «Y Emma aún no sabe que…»

Empatizaremos con los sentimientos de estas tres mujeres, haremos nuestros sus miedos y sus alegrías y disfrutaremos leyendo sobre sus vidas.

Muy, muy recomendable.

Almudena Gutiérrez


 

Mi agradecimiento a HarperF y a Carmela Trujillo, por hacerme llegar un ejemplar.

sábado, 27 de noviembre de 2021

Recordando a Almudena Grandes

 

ENTREVISTA ALMUDENA GRANDES 

El precioso hotel Las Letras de la GranVía madrileña fue el lugar elegido por Almudena Grandes para recibir a Pasar Página y contarnos algunas curiosidades de La madre de Frankenstein, la quinta entrega de la serie «Episodios de una guerra interminable», después de Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita y Los pacientes del doctor García.

Almudena llega con la voz rota y nos confiesa que el día anterior estuvo once horas seguidas hablando, atendiendo a todos los medios de comunicación con motivo de la publicación de esta nueva novela. «En las promociones, siempre acabo así», nos dice. A pesar de no tener voz, quiso atendernos, tal como habíamos acordado con anterioridad. Buscamos un rincón tranquilo, alejadas del ruido, para no forzar más su garganta maltrecha, ponemos la grabadora en marcha, y este es el resultado de nuestro encuentro con la autora madrileña.

MC. Almudena, enhorabuena por la publicación de esta nueva novela y gracias infinitas por recibirnos a pesar de estar sin voz.

Para empezar por el principio, cuéntanos, por favor, en qué momento te empezó a interesar la historia de Aurora Rodríguez Carballeira. ¿Cuánto tiempo has pasado documentándote sobre ella?

AG. A ver, yo llevo treinta años dándole vueltas a Aurora Rodríguez Carballeira. El año que publiqué Las edades de Lulú apareció en las librerías, al mismo tiempo, un libro titulado El manuscrito encontrado en Ciempozuelos, publicado por un psiquiatra, Guillermo Rendueles Olmedo, que analizó y publicó la historia clínica de Aurora. Entonces, yo me enganché a Aurora en el 89 y le he estado dando vueltas desde ese año. Pero, además, cuando escribí El corazón helado, al terminarla, que no sabía qué hacer con mi vida porque había escrito una novela de mil páginas y no sabía por dónde seguir, escribí un guion de cine sobre la invasión de Arán -con el argumento de lo que luego fue Inés y la alegría- que no me salió bien. Luego, me equivoque con el teatro, que es mi equivocación más habitual, porque me encantaría ser autora dramática y  nunca me sale bien, y empecé a trabajar en una obra de teatro sobre la historia de Aurora, que es lo que mejor me ha salido de todo lo que me ha salido mal en el teatro en mi vida, y fue, precisamente, corrigiendo esa obra teatral cuando descubrí que estaba equivocándome y lo que tenía que hacer eran novelas. O sea, que Aurora ha estado vinculada al proyecto, y a mi vida, desde el principio, desde hace 30 años, así que no ha sido un proceso de documentación convencional.

Cuando se publicaron las memorias de Carlos Castilla del Pino, me las leí en su momento, y cuando empecé a escribir esta novela pensé que me las tenía que volver a leer; por supuesto, me volví a leer también el libro de Rendueles, pero eran libros que yo ya había leído, ya los conocía.

MC. Fue, entonces, releer para actualizarte… Y tiempo real de escritura, ¿cuánto?

AG. En la obra de teatro, ya estaba, en parte, esta novela. Me di cuenta de que yo a Aurora la tenía dentro y a Germán también. Así que yo empecé a tomar notas para escribir La madre de Frankenstein en febrero de 2018, empecé a escribir en julio de 2018 y terminé en noviembre de 2019. Y lo que explica que haya escrito tan deprisa es que, en realidad, esta historia yo ya la tenía dentro, por lo que ha habido muchos momentos en los que he escrito como si me dictaran.

MC. ¿Qué es lo que más te sorprendió a ti de la historia de Aurora Rodríguez Carballeira?

AG. Aurora es un personaje al que yo conocía como asesina de su hija. Es un personaje sobre el que se ha escrito mucho, es conocido, pero siempre se elaboran relatos alrededor de la víctima, lo que es normal, y ella aparecía como la asesina de su hija, como una mujer odiosa, porque comete un crimen odioso. Yo, en el libro de Rendueles descubrí otra Aurora: una mujer arrumbada, tirada en una habitación de un manicomio… una enferma mental.

MC. Pero muy inteligente…

AG. Muy inteligente, que lo habría tenido todo en la vida para convertirse en el modelo de mujer nueva, el que requería una España nueva. Era muy inteligente, muy culta, autodidacta, que se había educado sola, leyendo la biblioteca de su padre. Era una mujer rica, con lo cual, era independiente, no necesitaba casarse ni nada. Una mujer que no rehuyó nunca la vida pública, que escribía conferencias, escribía artículos… Vinculada al feminismo español, a la eugenesia española… Un referente. Femenino y, además, de izquierdas, tanto ella como su hija, hasta que la enfermedad mental la convierte en una asesina. A mí, lo que me impresionó mucho es cómo la locura pervierte este modelo de mujer empoderada, tan raro en la España de la época, que se arruina cuando interviene la enfermedad mental.

Aurora era paranoica. Los paranoicos puros, que no tienen otros trastornos asociados, no ven afectadas sus facultades intelectuales, entonces ella lo que tenía era un delirio persecutorio, muy propio de los paranoicos, y un delirio de grandeza. Estaba convencida de que había venido al mundo a reformar a la sociedad y a redimir a la humanidad. Y esa era toda su obsesión.

Me impresionó mucho esa figura, y también me impresionó mucho -de ahí el título de la novela- que, en el año 42, cuando estaba encerrada en Ciempozuelos y no tenia, aparentemente, ninguna posibilidad de perseverar en su misión se dedicó a hacer muñecos de trapo, muñecos muy grandes, con un pene enorme, porque pensaba que el problema de Hildegart, su hija, era haber nacido mujer. Muñecos a los que miraba durante todo el día para transmitirle su pensamiento. Entonces, esa especie de doctora Frankenstein cochambrosa, también me asombró mucho.

MC.¿Y qué crees que es lo que más le va a impactar a los lectores?

AG. La derrota. Aquí, Aurora ya no es la mujer soberbia, dominante y cruel que aparece en otros relatos. Es una mujer derrotada y que está, definitiva y absolutamente, trastornada. Lo que más les sorprenderá, será que la Aurora que van a encontrar aquí no puede ser responsables de sus actos.

AGS. Es otra totalmente diferente a la de Aurora de sangre…

AG. Claro. En Aurora de sangre, Eduardo Guzmán recupera cuatro reportajes que hizo en la cárcel de Quiñones, porque a Aurora, en junio del 33, cuando la detienen por el asesinato de su hija, solo quiere hablar con él. Entonces, la recibe y Aurora, en ese momento, todavía no entiende por qué la han detenido, ni por qué la van a juzgar, porque ella piensa que es la creadora de su hija, que la ha creado como un fin, y en la medida que su hija la ha decepcionado, ella tiene el derecho de destruirla para empezar otra vez.

No tiene nada que ver esa mujer con esta, pero es la misma mujer y es el mismo delirio, lo que pasa es que la Aurora criminal cuesta trabajo pensar que de verdad estaba loca, entre otras cosas porque Aurora fue una mujer muy singular. En el juicio, ella apoyó entusiásticamente al perito del fiscal, que era Antonio Vallejo Nájera, que todo su interés era demostrar que esta señora no estaba loca, y ella lo apoyaba y le daba las gracias, porque, claro, como ella creía que tenía una misión que cumplir en el mundo, si aceptaba que estaba loca, se deslegitimaba por completo todo aquello.

MC. En ese juicio estaban Antonio Vallejo Nájera y Gonzalo Rodríguez Lafora, ¿no?

AG. Sí. El juicio de Aurora fue un choque de trenes entre las dos Españas.

MC. Almudena, ¿has utilizado en esta novela algún recurso o método de escritura que no habías utilizado en obras anteriores?

AG. Esta novela es singular porque tiene tres narradores en primera persona, no hay un narrador objetivo. Y uno es una paranoica. Aurora en esta novela habla como una persona normal, pero contiene momentos de su pensamiento. Un pensamiento delirante, pero de una mujer muy culta, con un vocabulario muy extenso, que maneja perfectamente las abstracciones aun estando loca perdida. Entonces, la voz de Aurora es una, y hay dos personas más. Uno es un psiquiatra, que se ha formado en el extranjero y vuelve a España en el 53. Germán es el único narrador objetivo en la novela en el sentido que la acción del tiempo presente la establece él, aunque en sus capítulos hay también relatos de su pasado. Y luego está María Castejón, que es una auxiliar clínica, que no ha estudiado, aunque es muy culta para ser auxiliar en esa época, porque Doña Aurora, de alguna manera, se ocupó de ella cuando era pequeña. Le enseño a leer y a escribir, a interpretar mapas…y muchas otras cosas. La única educación que recibió, se la dio Aurora.

Sí, he trabajado mucho las voces de los personajes, porque Germán y María no podían hablar igual. Entonces, María tiene un tono muy conversacional porque en sus capítulos todo arranca de las conversaciones que tiene con Germán y con otras personas. Y mantiene ese tono conversacional en la prosa, que eso me ayuda mucho a distinguir a ese personaje de Germán (que es un médico que ha estudiado, etc.) Por otro lado, Germán habla de su presente, pero también cuenta su pasado, que es fundamental, y eso también se diferencia. El pasado está todo escrito en estilo indirecto libre, no hay diálogos, y en el presente sí hay diálogos. Lo que puede ser novedoso es que hay una variedad de formatos deliberada y sistemática en el libro porque no hay ningún narrador objetivo. Y tiene que ser así para que eso funcione, claro.

MC. El lector va a ser, entonces, el narrador objetivo de la novela, ¿no?

AM. Efectivamente, el lector va a ser ese narrador que falta en el libro.

MC. ¿Ha habido algo de Aurora Rodríguez Carballeira que no hayas podido contar, por la razón que sea?

AG- No. He seleccionado desde el punto de vista de la rentabilidad narrativa, no he hecho ninguna clase de censura moral. Yo sabía que los fragmentos de Aurora tenían que ser cortos porque en una novela como esta, en la que este personaje va y viene, los fragmentos de Aurora no podían ser muy largos, para no saturar al lector. He seleccionado la información que tenía sobre ella, es verdad que hasta que interviene la propia ficción (porque hay un desenlace en la narración de Aurora y Germán que me lo he inventado yo), la mayor parte de piezas de Aurora están basadas en sus propios delirios, pero he tenido que seleccionar desde la rentabilidad narrativa, como te decía.

AGS. ¿Por qué te salen estas novelas tan largas?¿Empiezas a escribir y «se te va la mano» o ya sabes antes de empezar cuántas páginas vas a tener?

AG. Empiezo a escribir cuando ya tengo la novela resuelta en un cuaderno. Es decir, empiezo a escribir muchos meses antes de sentarme a escribir lo que luego se publica. Meses antes, en un cuaderno, ya empiezo a tomar decisiones. Me cuento a mí misma el argumento, me cuento los personajes, hago cronologías y, sobre todo, trabajo en la estructura del libro. Hasta que no tengo una lista de capítulos con lo que voy a contar en cada uno, no empiezo a escribir. Eso, y treinta años de experiencia, me permiten calcular bastante bien las páginas que va a tener una novela, sobre todo, porque yo, aunque no lo parezca, soy muy prusiana. Creo que la estructura tiene un valor fundamental y no me aparto de mi propio proyecto, entonces, como ya sé que van a ser equis capítulos del mismo formato, en cuanto escribo uno ya calculo muy bien cómo va a ser la novela.

AGS. ¿Pero tú consideras que es necesario, para la historia, que tengan esa extensión?

AG. Yo creo que una novela debe tener la extensión que necesita la historia que cuentas, entonces, no tiene ningún sentido escribir una más corta o larga. Hay que indagar qué historia quieres contar y cuál es la mejor manera de contarla, entonces no pienso en las páginas. Escribo con folio de ordenador y cuento las páginas en esos mismos folios. Luego es mi editor el que me dice: «¿cuántos caracteres llevas?» Y él calcula cuántas páginas van a ser. Yo, en realidad, lo sé porque hago reglas de tres con mis anteriores novelas.

MC. Almudena, volviendo a la época en la que transcurre esta nueva novela, ¿el miedo es la piel en la que se cohabitaba en los años cincuenta?

AG. El miedo caracteriza mucho los años cincuenta, pero compartiendo protagonismo con el silencio. El silencio era tan importante como el miedo. Los años cincuenta fueron peculiares porque, digamos, el terror cambió de signo. Dejó de ser sangriento, dejaron de haber fusilamientos constantes, los presos fueron volviendo a su casa, pero, sin embargo, la alianza entre la Iglesia Católica y el estado franquista enrareció extraordinariamente el ambiente e intervino en las vidas privadas de las personas. En los años cincuenta todo era peligroso, sobre todo, las mujeres tenían que ser una Gestapo de sí mismas porque fue cuando floreció la enseñanza general católica. Entonces, ir de manga corta era pecaminoso, ir en verano sin medias era pecaminoso, mostrar afecto por un hombre que no fuera tu marido, tu padre o tu hermano, aunque fuera un afecto inocente, de cogerle del brazo o reírte con él, era pecaminoso. Besar a cualquiera en la boca, aunque fuera tu marido legítimo, en la calle, era pecaminoso…

La vida era muy peligrosa porque el nacional catolicismo influía en la intimidad de las personas e intervenía en muchos gestos pequeños que tienen que ver con que las personas sean felices o no. Entonces, pienso que el miedo cambió de signo y siguió existiendo, pero el silencio era fundamental en esta situación; que nadie sepa nada, que nadie te conozca, no tener intimidad con nadie porque no te podías fiar… Era un oír, ver y callar.

MC. La eugenesia está presente en esta novela a través de su protagonista. Háblanos de ella, por favor.

AG. Aurora era «eugenesista», igual que Vallejo Nájera. Esto parece muy raro en la actualidad, pero la eugenesia fue una ideología transversal de los años treinta, y había «eugenesistas» de derechas y de izquierdas. Tenían el mismo fin, que era mejorar a la humanidad para construir un futuro más feliz, pero lo hacían desde presupuestos distintos. A mi parecer, la eugenesia tuvo mucho que ver en el crimen de Hildegat, porque es una idea criminal. En el momento que una idea se arroga el derecho a quién tiene derecho a vivir y quién tiene que morir, y a quién tiene derecho a tener hijos y quién no, ya implica un nivel de indulgencia previa tan descomunal que qué más te va a dar cargarte a tu hija o no.

MC. Este tema ocupa una parte muy importante en esta novela…

AG. Sí, es un tema muy importante en ella. En primer lugar, por cómo influye en la personalidad de Aurora y, en segundo lugar, porque durante el franquismo la construcción de eso que llamamos nacionalcatolicismo, que en realidad es un engendro, no es una ideología verdadera, pero pesaron mucho, también, las ideas «eugenesistas» de Vallejo Nájera, que elaboró una teoría que dio cobertura teórica al terror. Él decía que el marxismo era un gen asociado a la debilidad mental, o sea, que todos los marxistas eran débiles mentales y que era un gen que solo contraías si eras imbécil y que, por lo tanto, para mejorar la raza, lo que había que hacer era suprimir ese gen. ¿De qué manera? Pues eliminando a los portadores, cosa que se hizo abundantemente, o arrancándoles sus hijos para darlos en adopción a familias ejemplares que con una educación patriótica y católica lograrían equilibrar eso. Lo del gen rojo, ahora nos suena a chiste y a argumento de comic malo, pero en la práctica fue un andamiaje teórico que sostuvo el terror.

MC. ¿Por qué decidiste escribir estos libros que componen la serie «Episodios de una guerra interminable»? ¿Sabías desde el principio que iban a ser seis?

AG. Sí, eran seis desde el principio. Son un homenaje a los luchadores franquistas, pero, sobre todo, decidí escribir esta serie porque descubrí que los españoles vivimos encima de una mina de oro. Si rascas un poco, salen historias increíbles de héroes, de villanos, de traidores, de aventuras, de hazañas desconocidas… Para un escritor no hay nada tan atractivo como un filón.

MC. Además, le das voz, principalmente, a las víctimas...

AG. Claro. Descubrí que había encontrado un filón que me permitía satisfacer varios impulsos a la vez. En primer lugar, un impulso literario, que es lo de contar historias que no se han contado antes y, en segundo lugar, un impulso moral, que era presentarle al lector mucha gente que no conocía. Esta serie no es un ajuste de cuentas con el pasado, sino con el presente. A lo que aspiro es a decirle al lector español actual que, aunque tú no lo sepas, aquí vivió este señor, y estos otros se jugaron la vida por gente como tú para que, en este país, se tuviera lo que tienes tú. Incluso es un proyecto que me permite hacer algo que me emociona bastante, porque la resistencia antifranquista se ha quedado bastante fuera de la transición, porque los incómodos no encajan en ninguna parte y este país nunca les ha dado las gracias por lo que hicieron. Entonces, para mí, esta serie es la oportunidad de dar esas gracias.

MC. Y el siguiente, que cierra esta serie, ¿sabes ya de qué va a tratar?

AG. Sé ya la anécdota, que es lo que he sabido de todos antes de ponerme a escribir.

AGS. Pero todavía no está en el cuaderno, ¿no?

AG. No, todavía no he empezado el cuaderno, pero ya sé lo que voy a contar. Es una novela en la que se van a vincular el antifranquismo que viene de la guerra con el antifranquismo que surge en los sesenta. La resistencia de la guerra está encarnada en un topo que está escondido en su casa, en un pueblo de Extremadura que va a entrar en contacto, por una casualidad, con un joven sindicalista vasco que pertenece al antifranquismo del futuro. Y van a cooperar; de alguna manera, se van a unir. Eso es lo que va a ser la novela. Ya sé más cosas, pero no te las voy a contar (risas).

MC. ¿Qué supuso para ti recibir el Premio Nacional de Novela en 2018?

AG. Me emocionó mucho el Premio Nacional porque sentí que no era solo para mí. Para mí, que el estado español premiara una novela como Los pacientes del doctor García, que pertenece a una serie como esta, lo interpreté como un premio colectivo y me acordé de todas las personas que, desde que publiqué Inés y la alegría, se me han acercado a decir es la historia de mi padre, es la historia de mi abuelo, has contado mi vida, he llorado mucho… Eso fue lo que más me emocionó. Me emocionó más ese sentimiento de que el estado español, de alguna manera, a través de mí, reconocía una realidad que no existía previamente, que el premio en sí. Ya soy mayor y me han dado muchos premios, por lo que el premio me da un poco igual, pero el reconocimiento, no.

MC. Has destacado, cada vez que has tenido ocasión, el premio Tusquets de Novela de 2019, Temporada de avispas, de Elisa Ferrer, como ejemplo de muchas cosas, literariamente hablando.

AG. Es una novela estupenda que tiene, además, la satisfacción de haber premiado la primera novela de una escritora con muchísimo talento. Un libro radicalmente original que, sin embargo, nos cuenta una historia que nos interpela directamente porque es la historia de una hija y un padre y una madre que todos tenemos. Es muy buena novela, me encantó.

MC. Y tú, ¿por qué empezaste a escribir?

AG. Yo empecé a escribir porque me gustaba mucho leer, y cuando te gusta tanto leer es una satisfacción cruzar el espejo. Es una imagen espectacular. De todas maneras, a mí me hicieron hace poco Doctora Honoris Causa por la UNED y escribí un discurso que pronuncié, que se llama La teoría de los naufragios, que lo colgó Infolibre y ahí está clarísimo por qué empecé a escribir.

MC. Eres columnista habitual de El País, ¿qué te aporta esa faceta?

AG. Pues mira, me aporta el poder tener contacto con mis lectores cuando no tengo novelas. Para mí, lo más importante es esa especie de vínculo sentimental que mantengo con mis lectores entre novela y novela. A mí no me interesa nada la reivindicación del intelectual como gurú, creo que un intelectual no tiene por qué ser un gurú y creo que los intelectuales tenemos que ser ciudadanos, entonces, de lo que se trata es de ser portavoz de la sociedad civil; no se trata de señalar con el dedo la dirección en la que tiene que ir la gente, y eso es lo que procuro hacer yo.

MC. Y lo último, Almudena, una pregunta muy directa: ¿te han ofrecido alguna vez ganar el Premio Planeta?

AG. ¿Tú qué crees?

MC. Que sí. Pero tú eres de Tusquets, ¿no? (risas)

AG. Yo soy del Atleti… Creo que es fundamental que en este mundo haya gente que diga que no, y yo soy de las que dicen no, porque si no, la vida sería muy aburrida. Si hubiera alguien que tuviera el poder de convencer a todo el mundo, y si todo el mundo ganara el mismo premio, animara al mismo equipo de fútbol y votara al mismo partido, en este mundo no se podría vivir. Entonces, hay unos que decimos que no y otros que dicen que sí.

MC. Muchísimas gracias, Almudena, por recibirnos a pesar de estar sin voz y hablar tan claro. Ha sido un placer.

AG. Gracias a vosotros.


Marina Collazo/Almudena Gutiérrez


Entrevista publicada en el número 27 de la revista Pasar Página


 

jueves, 18 de noviembre de 2021

«Vidas rotas»

Hoy nos cede un relato la escritora Beatriz Abad

Cuando por fin conseguí cerrar los ojos tras haber finalizado mi turno de noche en el hospital, solo tuve un pensamiento fugaz, dormir para no volver a despertar en una maraña de momentos dolorosos que se enredaban, cada vez con más frecuencia, en los surcos originados por el paso del tiempo y la intolerancia.

Situaciones límite como la que me tocó presenciar tan de cerca me hacían replantearme, una y otra vez, si merecía vivir una vida tranquila y confortable a cualquier precio, o si era preciso salir y gritar al mundo que existen muchas vidas rotas, desesperadas, irrecuperables.

Pretendía dormir; sin embargo, el recuerdo de las costillas rotas, los labios ensangrentados, los ojos amoratados negándose a seguir existiendo en un mundo que le había fallado, no me lo permitieron.

Supe que debía salir a gritarlo a los cuatro vientos, en nombre de tantas vidas rotas o a punto de romperse, amparadas en el «cariño, lo hice por tu bien», que callaron sus voces para siempre. Se lo debía. Me lo debía.

Con ojos enrojecidos, soltando lágrimas de dolor y rabia, salí y grité lo más fuerte que pude: NI UNA MÁS.


© Beatriz Abad. Escritora.




domingo, 31 de octubre de 2021

CUARTO CUMPLEAÑOS

 


Estamos de cumpleaños, amigos lectores. Cumplimos cuatro añitos y seguimos aquí, a pesar de lo poco que confiaban en nosotros muchos de los que conocieron este proyecto desde el principio.

Muy lejos ya ese noviembre de 2017 en el que vio la luz el primer número, con otro nombre que en diciembre fue sustituido por el actual, el que nos representa, pasando página de todo lo que no estaba bien y queríamos mejorar.

Durante todos estos meses hemos crecido, hemos aprendido, nos hemos esforzado día a día. Hemos vivido la jubilación de nuestra fundadora, Mercedes Gallego Moro, la llegada del covid, que paralizó el mundo, pero que no consiguió echarnos para atrás, si uno estaba regular, otro le sustituía, porque somos, ante todo, un grupo de amigos, siempre dispuestos a ayudarnos, tanto en esta publicación, como en lo personal.

No me canso de dar las gracias desde este editorial a todo el equipo que dirijo con orgullo, porque no podría ser mejor, y a todos los colaboradores que, mes a mes o puntualmente, trabajan con nosotros para conseguir una publicación con una calidad digna de vosotros, esos lectores fieles que ahora os contáis por miles. Gracias por estar ahí, por leernos, por darnos ánimos, por compartir en redes y contarlo con el «boca a boca», que tan bien funciona siempre. Gracias a Blanca Miosi por ayudarnos a «cruzar el charco» y a Pegando la Hebra por ponernos voz cada mes. 

Gracias, gracias, gracias.

Almudena Gutiérrez


Editorial publicado en el número 45 de la Revista Pasar Página.


martes, 26 de octubre de 2021

«La hija de las mareas» de Pilar Sánchez Vicente


En el año 1820 Andrea Carbayo de Jovellanos, La Gabacha, hija de Gloria Carbayo, la Encantadora, y de Gaspar Melchor de Jovellanos, Jovino, escribe sus memorias para dejar constancia de las aventuras y desventuras que la llevaron al lugar donde se halla, perseguida por la intransigencia del inquisidor Valdés.

Reviviremos su infancia en Obiedo y viajaremos con ella a Oxford, donde, disfrazada de hombre, asistirá a la presentación de importantes descubrimientos para la Medicina actual. En París vivirá de cerca la Revolución con su inseparable Olympe de Gouges, volcándose en la lucha por los derechos de las mujeres y en su trabajo en la imprenta. Un oficio, el de impresora, que ejercerá también en Gixón a su regreso. Será entonces cuando conozca a su padre y disfruten ambos de fructíferos paseos por el arenal. Directora de una escuela para niñas desfavorecidas, fundará un periódico que desempeñará un papel clave durante la guerra de la Independencia. Este conflicto bélico, que asolará la región convirtiéndola en un escenario dantesco, conducirá a Jovellanos a la muerte, facilitando que Valdés culmine su venganza sobre ella.

Ilustrada, intelectual, tertuliana, escritora, traductora, maestra, feminista… Andrea fue una precursora en muchos aspectos, sin que ello impidiera que fuera borrada de la Historia, como otras tantas mujeres en toda época y lugar.

En el año 2021, cuando se cumplen 210 años de la muerte del ministro y prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, la publicación de este manuscrito y el inesperado descubrimiento de una hija secreta agigantan la leyenda sobre tan ilustre personaje.

La autora:

Pilar Sánchez Vicente es documentalista y escritora. Licenciada en Geografía e Historia, trabaja como jefa del Servicio de Publicaciones, Archivos Administrativos y Documentación del Gobierno del Principado de Asturias. Es presidenta de la Asociación Profesional de Especialistas en Información (APEI). Fue guionista y presentadora de varios programas en TVE-Asturias y el canal Internacional de TVE.

Si queréis conocer su obra, pinchad en su página web: https://pilarsanchezvicente.es/

Mi opinión:

Corre el año 1820 y Andrea Carbayo de Jovellanos escribirá sus memorias, que quedarán en el olvido durante muchísimos años.

En ese manuscrito, empieza por contarnos sus orígenes, la historia de su abuela Carola y su madre, Gloria. En esas primeras páginas, la lectura ya me había atrapado.

Las Carbayo, son mujeres, tienen una mente brillante, una cabellera roja y mala suerte, porque la época en la que les ha tocado vivir a cada una de ellas es muy peligrosa por culpa de la Inquisición, — deseosos de incriminar inocentes para hacer autos de fe y seguir teniendo a nobles y villanos bajo el mandato de la iglesia, aunque el único modo de conseguirlo sea el miedo—, la intransigencia, la envidia y el miedo a lo desconocido.

Los comienzos de la novela se desarrollan en Gixón y Obiedo, narrándonos los acontecimientos de la época, las costumbres de señores y criados, la forma de vida de unos y otros.

Con una Andrea adolescente nos trasladaremos a París y, tras una breve pero intensa estancia en Oxford, la veremos madurar como mujer y poner en práctica sus ideas. Unas ideas que siempre ha tenido muy claras, como ya las tuvieran sus antepasadas, a las que nunca les gustó tener que depender de ningún hombre.

De París volverá a su Asturias natal, lugar en el que escribirá sus memorias.

Pero lo magnífico de esta novela es que nos cuenta la historia real de lo ocurrido entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, tejiéndola perfectamente con la historia de Andrea y su familia, sin que podamos distinguir los personajes reales de los ficticios por lo bien construidos que están estos últimos. Y no es poca la historia que cuenta: Tribunales de la Inquisición, Revolución Francesa y Guerra de la Independencia como grandes titulares, pero no por menos importantes, la incipiente lucha de las mujeres por tener derecho al voto, a la educación, al ejercicio de profesiones reservadas solo a los hombres, el nacimiento de la Medicina moderna…

Los diálogos, escasos, ya que estamos leyendo unas memorias, merecen mención aparte. Grupos de librepensadores defendiendo la libertad, los derechos de las mujeres, la enseñanza como principio para conseguir esa libertad, el yugo de la iglesia, la presión de la familia con los mayorazgos y un largo etcétera de temas que no pueden dejar indiferente al lector porque, tristemente, algunos de ellos siguen sin resolverse y siguen existiendo casi en su totalidad en otros países no tan lejanos. También magníficos los diálogos entre Jovellanos y Andrea.

Amor, amistad, envidia, odio, venganza, todo cabe en estas páginas en las que no sobra nada de lo que cuenta.

Pilar Sánchez Vicente ha escrito una novela a la que no se le puede poner ni una pega, tanto si eres amante, o no, de la novela histórica, merece la pena zambullirse en esta historia.


Almudena Gutiérrez


Nuestro agradecimiento a Silvia Fernández de Roca Editorial, por hacernos llegar un ejemplar.

 

viernes, 15 de octubre de 2021

«La última paloma» de Men Marías

 


Sólo quien conoce el dolor puede enfrentarse a un crimen tan macabro

Frente a la base naval de Rota, tras el cordón policial que acordona la brutal escena, un grupo de vecinos clama que se haga justicia: el cuerpo de la joven Diana Buffet yace salvajemente mutilado y con unas enormes alas cosidas a su espalda.

Ni las cámaras ni el helicóptero de vigilancia de la base han captado una sola imagen que pueda servir a la investigación; algo incomprensible.

La sargento Patria Santiago sabe que el asesino va a volver a matar, pero nadie la cree, ni siquiera el cabo Sacha Santos -a quien le gustaría ser algo más que su compañero-, porque al igual que piensa el resto de Rota, Patria ha convivido con el dolor demasiado tiempo como para ser de fiar.

Una sola pista, la investigación que Diana estaba haciendo sobre la base, y su relación con la desaparición de una joven hace sesenta años, cuando los americanos llegaron a Rota, parecen ser los únicos hilos de los que tirar.

Mi opinión:

Narración coral en primera persona, narrada por cada uno de los protagonistas, su perspectiva de las cosas que van sucediendo o han sucedido, con dos líneas temporales, que se van entrelazando.

Es precisamente el viaje al pasado, el que me ha parecido más interesante. El establecimiento de la base americana en Rota, un pueblo andaluz que se convirtió, de la noche a la mañana, en un pedacito de Estados Unidos en la España gris de la dictadura.

Lo que ocurre en la base, con toda clase de excesos, se cubre, no debe salir de allí, convirtiéndose en secretos que han llegado hasta nuestros días.

Y ahí es donde me parece que falla la trama, porque los secretos se mantienen hasta que sucede algo tan cercano, que nos afecta tanto, que nos impide seguir callando, y aquí, ese detonante tan humano como es la protección de nuestra propia familia, se pasa por alto.

En cuanto a la forma de narrar, no me ha gustado, no me ha permitido entrar en la trama con soltura, frases cortas, palabras solitarias… no puedo decir que sea mala, pero a mí no me ha convencido.

Patria, la protagonista, me ha llegado a poner tan nerviosa que hubo momentos en los que me «obligó» a abandonar la lectura. No he sentido ninguna empatía hacia ella ni hacia sus obsesiones. Un personaje muy complejo, que yo no me he creído.

Me ha gustado el personaje de Candela, la abuela de Patria, una mujer luchadora que ahora está en brazos del Alzheimer con importantes lagunas en su memoria.

Una historia dura y cruda, llena de secretos, con un ritmo rápido y un final demasiado sencillo para la complejidad de la trama.

La autora:


Granada, España, 1989

Men Marías (Granada, 1989) se licenció en Derecho y ejerció la abogacía desde los veintitrés años, especializándose en el sector mercantil. Debutó como escritora con la obra Pukata, pescados y mariscos, que fue galardonada con el Premio de Novela Carmen Martín Gaite 2017 y un accésit en el Premio Torrente Ballester 2017. En el género del cuento, ostenta un total de 28 menciones de ganadora y finalista en diferentes certámenes literarios españoles e internacionales. Además, es tutora de técnica literaria, novela negra y poesía en su ciudad.


Almudena Gutiérrez


miércoles, 6 de octubre de 2021

RECORDANDO A ISABEL MARTÍNEZ BARQUERO

Hoy es el cumpleaños de Isabel, amiga de esta revista, que nos dejó de manera inesperada el pasado mes de febrero,  y no queremos terminar este día tan señalado sin recordarla con un relato suyo incluido en  Mujeres de otoño: La señorita Clara.

Te echamos de menos, Isabel. Besos y abrazos «chillaos» al cielo.


LA SEÑORITA CLARA

La señorita Clara corta con un hondo suspiro las lágrimas que le han enrojecido los ojos y le han dejado levantada la piel de las mejillas. Lleva tres horas con un llanto incesante, tres horas entregada al desconsuelo causado por la falta de unos de los seres más bellos que ha conocido en su vida, tres horas de desesperación, tres horas de tragedia sin lenitivos, tres horas de congoja para que su mente se haga a la noticia, a la triste noticia del fallecimiento de unos de los cantantes más dulces del mundo de la música.

Recoge con ademanes cansados los libros que han quedado esparcidos sobre la mesa antes de recibir la comunicación de la muerte de Claude, los coloca en los lugares correspondientes de las estanterías y, como una viuda que se prepara para velar el cadáver del esposo difunto, se dispone para escuchar las canciones de Claude, su viejo amor, el que treinta años atrás la cautivó durante tres infinitas noches de sexo y cuatro días magníficos de complicidades y paseos románticos por las calles de la ciudad que nunca volvió a ser la misma tras su partida.

Todo comienza de nuevo en su recuerdo, el lugar intangible que le permite guarecerse en las vivencias de la historia que la reconfortan. Revive su antiguo amor con Claude al compás que la voz melosa de él se esparce por la estancia en penumbra. Mientras domina algunas lágrimas rebeldes y evita que se desborden en una catarata que la suma otra vez en una aflicción inútil, se ve en aquellos tiempos pasados, cuando ella era aún joven y brava, cuando se enamoró de Claude hasta el tuétano.

Se observa a sí misma con claridad. Se ha llevado un gran disgusto. Su novio de entonces, Martín, la ha burlado una vez más: se ha ido de viaje sin anunciárselo. Cuando se entera por teléfono de su marcha imprevista, le pregunta en qué hotel se halla, por el simple gusto de saberlo, le dice, aunque sus intenciones son más arteras. Con los datos obtenidos del confiado Martín, se pone en contacto inmediato con un detective privado de la ciudad donde se halla el joven que empieza a cansarla con sus devaneos continuos y con sus misterios de baja estofa. Está harta de la propensión al engaño del muchacho hermoso con el que ha establecido relaciones. Quiere que el detective siga a Martín y consiga pruebas, las justificaciones obvias de su conducta disoluta, las evidencias inapelables para que su alma de mujer sensible quede satisfecha y jamás pueda suponer que fue movida por el capricho y no por la realidad contrastada.


El detective se pone en funcionamiento. Al cabo de pocas horas, le cuenta las andanzas pretendidamente laborales de Martín, esas que ella sospecha como toscas correrías de entrepierna. Porque las intuiciones de la señorita Clara son ciertas según se desprende de los informes que el investigador privado le suministra: el sujeto vigilado apenas ha salido del hotel unos minutos durante su estancia, los necesarios para aprovisionarse de alcohol en cantidades ingentes. El sabueso lo ha seguido hasta la misma puerta de la habitación y se ha quedado por el pasillo, a la espera de alguna visita o de algún otro indicio que le dilucide con quien piensa compartir el mozalbete el arsenal de botellas subidas. No ha tenido que esperar mucho rato el detective, pues en quince minutos llama a la puerta de la habitación de Martín una hermosa joven de cabellos rubios y piernas tan largas que da vértigo recorrerlas con los ojos. Al investigador no le queda duda alguna sobre la naturaleza de las relaciones del investigado con la rubia cuando escucha los arrullos amorosos mezclados con las melodías del hilo musical. Sonríe satisfecho y se larga del hotel con la sensación del deber cumplido. Un lío de faldas, como tantos otros para los que se requieren sus servicios.

Cuando el detective ha informado a la señorita Clara por teléfono de las acuciantes ocupaciones profesionales de su novio Martín, aquella demuestra su exquisita cuna sin inmutarse lo más mínimo, sin que un quiebro de su voz delate el vendaval celoso que se ha levantado en su fuero interno. Martín ha traspasado con creces la línea de cualquier comportamiento permitido. Tras varias escapadas del mismo estilo en los últimos meses, la señorita Clara no está por la labor de seguir entreteniendo amores con un rufián de calenturas infieles y palabras engañosas, así que resuelve romper con él en ese mismo momento, al margen de la aquiescencia del implicado.

Contenta con su decisión y apaciguada en su dignidad ofendida, la señorita Clara no se explica cómo su cuerpo sigue comportándose como si estuviera metido en medio de una jaula poblada de alacranes. Dispuesto el corte con el infiel Martín, es para que la tranquilidad de ánimo hubiera regresado a su espíritu, pero no hay manera de conseguirla, no obstante, las muy buenas palabras que se dice a sí misma y las recomendaciones de diversión con las que se hostiga, como si el jolgorio fuera la varita mágica que le va a disipar todas las penas producidas por el traidor. No cesan sus agitaciones caóticas, sus hipidos nerviosos, sus furias desatadas. Continúa un buen rato como si estuviera siendo filmada por una mala cámara que acelerara hasta el histrionismo todos y cada uno de sus movimientos. Como una muñeca antigua y trágica, se ve a sí misma en blanco y negro, ridícula e inquieta hasta la extenuación, presa en una película insufrible.

Harta de no hallar quietud en ninguno de los entretenimientos espirituales que suelen acaparar su atención, decide acicalarse a conciencia. Saldrá de caza. Sí, se tirará a la calle para echarse en los brazos de cualquier muchacho que encuentre en su camino. Solo de este modo considerará que Martín y ella están empatados. Porque el torbellino colérico que se ha desatado en su interior por haber sido burlada no la deja tranquila un segundo. Es como si unos dientes se le clavaran con saña, como si un cuchillo se complaciera en hurgarle por los rincones más recónditos de su ser. Tiene bien claro que su alma le exige sangre, venganza, una máxima traición que la ponga a la misma altura de Martín. No podrá descansar hasta que le pague al ingrato con la misma moneda.

Con una coquetería calmosa que hace tiempo que no la visita, se da un baño, se embadurna de hidratante corporal, se viste, se maquilla y se perfuma como si fuera a visitarla un marajá de la India. Se mira en el espejo satisfecha del resultado obtenido. La hora y media que ha invertido en componer la imagen deseada ha merecido la pena: la luna le devuelve a una mujer joven absolutamente irresistible. De blanco vaporoso, con las oportunas transparencias y ceñidos donde conviene, su bronceado playero destaca con sensualidad, lo mismo que su pelo oscuro y brillante. Sus ojos despiden chispas de seducción y su boca jugosa, realzada por el carmín rosáceo, hace la mueca de darse a sí misma un beso. Por muy maricones o flojos que sean los hombres de su ambiente artístico, alguno habrá que no se resista a sus encantos realzados.






80 Feria de Libro de Madrid: homenaje al lector

 



La Feria del Libro de Madrid, también llamada #laferiadelreencuentro, cerró sus puertas el domingo 26 de septiembre, con la mirada puesta en el año próximo esperando que pueda volver a las fechas de siempre, a caballo entre mayo y junio.

Los resultados, en cifras, no son demasiado alentadores, los 384.000 visitantes de esta edición, frente a los casi dos millones que tuvo en 2019. Las ventas no se han resentido tanto, tan solo un 10% menos, pero para los fieles, los lectores de siempre, ha sido una feria rara, con unas filas interminables para entrar al recinto durante los tres fines de semana.

Los editores y grandes librerías, han querido asegurarse el éxito con las firmas de sus autores más renombrados, aunque eso haya supuesto el caos en las casetas que se hacían invisibles con las largas filas. Todos pensamos que la falta de organización que se vivió el primer fin de semana, iba a resolverse para los dos posteriores, pero no fue así. Hacer la visita con niños, imposible.

Datos aparte, queremos hacer un homenaje al lector, el que más ha sufrido en esta feria, ese que no sale en las estadísticas, aunque se tenga que haber ido a su casa sin poder acceder al recinto, en algunos casos, habiendo venido de fuera de Madrid. 

Lorena Sánchez Rodríguez, buenísima fotógrafa, amiga de nuestra publicación y gran lectora, ha acudido varios días a la Feria con la intención de traerse firmados los ejemplares de sus libros, y lo ha conseguido. Además, ha tenido el detalle de regalar a los autores marcapáginas con algunas de sus fotos más emblemáticas, algo que no se esperaban y que han agradecido enormemente.

A continuación os dejo la galería fotográfica que, amablemente, nos ha cedido.

Vanesa Monfort


Sonsoles Ónega

Mayte Esteban

Benito Olmo

Eduardo Valero

Sara Mañero

Víctor del Árbol

Elvira Lindo

María Montesinos

Rosa Montero

Fernando Aramburu

Mario Escobar

Julia Navarro

Javier Moro

Marina Collazo Casal y Almudena Gutiérrez, también visitaron la Feria, aunque su aportación fotográfica es mucho más humilde.

Paloma del Río

Alejandro Palomas

Santiago Díaz



Andrés Trapiello

María Oruña

Santiago Posteguillo

Carme Chaparro

Carmela Trujillo

Os recordamos que en el numero 43 de la revista Pasar Página, podéis leer la amplia entrevista que le hicimos a Andrea Reyes, autora del cartel anunciador de esta edición.