Javier Rioyo, es periodista, cineasta, documentalista, escritor y, desde 2011 director del Instituto Cervantes, primero en Nueva York y, en la actualidad en Lisboa.
Javier, muchas gracias por aceptar que te entreviste.
JR — Es un organismo autónomo creado hace casi un cuarto de siglo y que tiene la
misión de difundir nuestra lengua y nuestra cultura en el exterior.
AG — ¿Por qué crees que Carmen Caffarel, que dirigía el Instituto en 2011, pensó en
ti para dirigir el Instituto en Nueva York?
JR — Carmen Caffarel ya me había ofrecido algunas responsabilidades cuándo fue
Directora General de RTVE, no debió quedarse muy descontenta cuando me ofreció
uno de los fundamentales puestos del Instituto Cervantes en el exterior. Yo no
había pensado en esa posibilidad, tenía mi trabajo de periodista y
documentalista bien asentado, pero era muy difícil no aceptar un reto como
Nueva York.
AG — ¿Tiene mucho que ver la política o el gobierno de turno en la elección de los
directores del Cervantes y en su forma de hacer las cosas?
JR — Seguramente ningún puesto representativo está al margen del Gobierno pero tengo
que decir que yo, que comencé trabajando en un gobierno socialista, lo seguí
haciendo con libertad y normalidad con los gobiernos del PP. Soy un profesional
y nadie me ha pedido un carnet ni una militancia.
AG — Te he escuchado alguna vez que Nueva York es una ciudad en la que se debería
vivir un tiempo. ¿Cómo fue tu experiencia?
JR — Mi experiencia profesional fue fantástica. Creo que en dos años demostramos que
se pueden hacer muchas cosas con poco presupuesto y en tiempos de crisis. Nueva
York es el mejor resumen del mundo complejo, contemporáneo, activo, vivo y en
perpetua transformación. La más apasionante ciudad del occidente.
AG — Durante tu mandato te dedicaste a promocionar España y encontrarte con
Hispanoamérica. ¿Crees que lo conseguiste?
JR — Siempre se pueden mejorar el trabajo y sus logros. Desde luego fueron fundamentales las relaciones con
el mundo hispano de Nueva York. El español es el segundo idioma de la ciudad,
del país, y no para de crecer y de mostrar su capacidad de mejorar en el
futuro. En español se habla, se sirve, se enseña, se investiga, se divierte y
se crea en esa ciudad de ciudades.
AG — En 2014 vuelves a España, y te nombran director en Lisboa. Ya eras un enamorado
de esta ciudad. ¿Cómo la ves ahora?
JR — Cómo muchos de mi generación, muy joven me acerqué a Lisboa para ver el
nacimiento de un mundo diferente, la salida de una dictadura. Desde aquél
lejano año de 1974 no he dejado de ir y de ver la transformación espectacular
de una ciudad tan apasionante, tan hermosa, tan antigua y moderna. Mi amor sigue
aumentando. Es distinto al primero que era el de un turista cultural
apasionado. Ahora se puede decir que voy conociendo esta ciudad tan
sorprendente, tradicional y vanguardista.
AG — ¿Qué proyectos estás llevando a cabo?
JR — Estamos haciendo patria ibérica. Aquél iberismo que quiso Unamuno pero puesto
en nuestro siglo. Mostrando lo mejor de nuestra cultura, enseñando un idioma
tan cercano y tan diferente a la vez. Y dejando que nos impregne la mirada
portuguesa de este lugar de Iberia. Sería muy largo explicar los proyectos pero
todos tienen que ver con lo que nos une. Intentando conocernos mejor lo cuál no
era tan evidente a pesar de las cercanías geográficas.
AG — ¿Cómo es tu día a día?
JR — Mi día a día cervantino es estar atento a nuestras cosas hispánicas y encontrar
la relación y conexión con las portuguesas. Tiene que ver con la curiosidad por
las cosas de aquí y con ser capaces de crear curiosidad por las nuestras. Estoy
en el mundo educativo, político y cultural portugués representando nuestra
lengua y nuestra cultura. Con muchas actividades y presencias pero también con
mucho trabajo de mesa.
AG — Vamos a cambiar de tema. En tu vida hay lugares importantes que te han marcado,
yo te preguntaría por Alcalá de Henares, Segovia y Galicia. ¿Qué son para ti
cada uno de ellos?
JR — Digamos que Alcalá es mi pueblo, aunque haya vivido la mayor parte de mi vida
en Madrid, como decía Max Aub uno es de dónde ha hecho el bachillerato. Y
siempre seré de allí. El lugar dónde desperté a casi todo, el lugar dónde viven
parte de mi familia.
»Segovia
fue la necesidad que tuvimos mi mujer y yo de fugarnos de Madrid muchos fines
de semana. El refugio de tantas cosas, libros, amigos, familia y tranquilidad
necesaria.
»Galicia
es el lugar de mis veranos desde hace casi veinte años. Otro sitio dónde me
siento cercano. Un lugar hermoso y hospitalario para vivir, beber, comer y
estar con amigos. Enamorado de Galicia.
AG — Si te nombro el equipo de fútbol Atlético de Madrid…
JR — Pues es mi equipo desde que tengo memoria de mí mismo. Y he visto de todo,
infiernos y cielos, pero siempre ha sido una emoción asegurada los fines de
semana. Ya se sabe que las pasiones tienen poca explicación. Soy atlético y eso
no se negocia, no se cambia, no se mejora.
AG — Y si te digo que me hables de uno de mis autores preferidos, Joaquín Sabina…
JR — Una amigo, un vecino al que echo de menos. Una suerte poder estar con él y con
la pandilla de los «poetas líricos» cómo les llama Joaquín. Compartimos
pasiones literarias, futbolísticas, vitales y algunas secretas.
AG — Eres amante del jondo, del fado, del jazz, ¿podrías elegir una pieza musical?
JR — Soy amante de la música. Mientras te contesto estoy escuchando a Menuhin
interpretando los Conciertos de Brandenburgo. No imagino la vida sin la música.
Y me siento incapaz de elegir una frente a las otras. Más bien sé lo que no me
interesa. El día tiene muchas músicas. No sólo esas profundas y jondas, también
debemos saber rodearnos de melodías que ayudan a vivir más alegres.
AG — ¿Echas de menos el cine, los documentales, la radio, tu vida anterior al
Instituto Cervantes?
JR — Cada día echo de menos todo eso. No me gusta renunciar a nada. Y no pienso
hacerlo. Tengo muchos años pero también tengo la ilusión de una vida por
delante para contarla escribiendo, filmando o hablando.
AG — ¿Cuál sería, para ti, la mejor película de la historia?
JR — Eso es tan difícil como la música. Digamos que no me gustaría prescindir de
Ford, Hitchcock, Renoir, Buñuel…ni de Allen o Polanski, ahora tan perseguidos
por los prejuicios.
AG — Y hablando de libros, lector infatigable, ¿Qué libro nunca faltaría en tu
biblioteca?
JR — Soy cervantista. Pero sin algunos franceses, americanos del norte y del sur, italianos,
ingleses, alemanes no sería tan apasionante la vida. Cómo mínimo tendría que
llevarme doscientos libros a cualquier isla desierta. Stevenson, Montaigne,
Rimbaud, Cernuda, Cervantes, Dikens,
Joyce, Kafka, Borges, Faulkner ni Tintin, más otros cientos podrían
faltar.
AG — ¿Tus planes más cercanos?
JR — Resistir mejorando, hacerle una burla al tiempo, tener tiempo para más, mucha
más vida sin alarmas físicas. Y seguir haciendo cosas. No creo en las
jubilaciones.
AG — Y para terminar, aunque no te gusta mucho hablar de ello ¿Qué significa para ti
la familia?
JR — Me encanta mi familia. No me imagino convivir en otra. Me gusta esa manera de
entenderte discrepando, de estar unidos a pesar de las diferencias. La familia
es algo que necesitamos aunque no seamos tan conscientes de ello. Es un amor
que no necesita explicación.
AG — ¿Te apetece contarme algo que no te haya preguntado?
JR — Me gusta mucho contar mentiras. Prefiero el deseo a la realidad. No soporto a
los intransigentes, los seguros, los pedantes y los arreglapatrias. Me molesta la mala educación. Y la mala escritura.
La mala leche se puede corregir pero la ignorancia requiera mucho trabajo.
AG — Gracias otra vez, Javier. Ha sido un placer conversar contigo y conocerte un
poquito mejor.
Almudena Gutiérrez |
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