Reseña de María Jesús Mena para Pasar Página
Fecha de estreno: 29 de marzo de 2019 (1h 52min)
Dirigida por: Tim Burton
Reparto: Colin Farrell, Danny DeVito, Michael Keaton, Eva Green
Géneros: Familia, Aventura. Recomendable para niños a partir de 6 años de edad.
País: EE.UU.
Dumbo se presenta como un remake
de la película de animación de Walt Disney, estrenada en 1941, basada en el
libro infantil de Helen Aberson. Llega de la mano de Tim Burton, director de
cine de origen norteamericano, cuyas películas suelen estar relacionadas la
mayor parte de las veces con escenarios fantasiosos con un claro componente
gótico un tanto tenebroso y cuyos protagonistas suelen ser seres extraños e
inadaptados. No hemos de olvidar que Eduardo
Manostijeras lleva su sello. Partiendo de esto, Dumbo era casi el anillo perfecto para el dedo
de Burton y así ha sido. Sin duda.
A pesar de algunas de las
críticas negativas recibidas, puesto que se esperaba más de este largometraje,
se hace necesario destacar que esta versión difiere de forma considerable del
clásico infantil de animación.
Por un lado, se aleja del
mundo animal tan utilizado por Disney, para centrarse más en la relación entre
animales y humanos, siendo aquí por tanto, las personas coprotagonistas junto al
pequeño Dumbo y su madre. Por poner un ejemplo, el ratón que anima al elefante
a volar es sustituido por una pareja de hermanos, un niño y una niña, que
empatizan con la fragilidad que muestra el elefante recién nacido.
Por otro lado, aunque se acerca
en algunas escenas a la película clásica, hacia la mitad de la misma se despide
de ella de forma definitiva y nos muestra una visión más actualizada del mundo.
Además, no hay que olvidar que es una película infantil y que está orientada
hacia ese público, no siendo en este caso una adaptación del mundo adulto al
infantil, como suele ser habitual en los últimos tiempos en este tipo de cine. Aquí
Burton, con mucha valentía, firma una obra infantil y le pide al adulto que se esfuerce
en volver a ser niño.
Por último, es de destacar también que, en su final, hace un guiño amable al mundo animal y a su vida en libertad.
Por último, es de destacar también que, en su final, hace un guiño amable al mundo animal y a su vida en libertad.
Nada más comenzar la proyección, nos
encontramos con un inicio marcado por un circo en crisis, por la madre de la
pareja de niños protagonistas fallecida en el pasado y por un padre que acaba
de regresar de la guerra al que le falta un brazo. Ante este panorama, puede
parecer que estamos de nuevo ante una cinta infantil como tantas otras.
Pero la proyección da un giro nada
más nacer Dumbo. Un bebé de elefante con unas orejas descomunales al que los
demás llaman “monstruo” y del que todos se ríen. A partir de ahí, comienza el
prodigio. Ver a aquel animalillo asustado, con sus enormes ojos mirar a su alrededor,
mientras se burlan de él, hace que el espectador se posicione de su lado. Del
lado del animal herido, del débil, del engendro del que todos se mofan y del de
esa madre a la que llaman loca por intentar proteger a su cría del dolor.
Tras el nacimiento, la trama nos
muestra la desgracia de la familia de elefantes. La madre es aislada en un
carromato al no poder controlar su furia cuando su hijo es ridiculizado delante
de todos los espectadores mientras hace su número. Dumbo se acerca con tristeza
al vagón en el que se encuentra confinada y ambos, separados el uno del otro por
mediación del hombre entrelazan sus trompas a través de la ventana con barrotes,
mientras, como en la misma escena de la película clásica, suena “Hijo del
Corazón”. Esa escena con toda su ternura, nos retrotrae a los adultos a nuestra
infancia y todos volvemos a ser aquellos niños que vieron Dumbo.
Justo a partir de ahí, el
discurrir cambia y la magia se acrecienta. Todos nos maravillamos al ver volar
a Dumbo, porque para eso se va al cine algunas veces, para ver prodigios, porque
en ocasiones la vida real nos abruma y uno quiere sentarse frente a una
pantalla, para ver algo distinto a lo que ya ve en su propio día a día. Ese día
a día de prisas, trabajo, horarios apretados, fines de mes ajustados, facturas,
sinsabores y todo lo demás. Ese día a día, que no tiene magia alguna o más bien
poca.
Pero, algunas veces, no siempre,
a uno le apetece evadirse y quiere creer que la discapacidad puede tener alas,
que los malos se llevan su merecido, que gracias a la fantasía los buenos
ganan, que la solidaridad existe y que el final de la codicia es acabar
envuelta en llamas. Porque todo eso es Dumbo y la imagen de algunos niños
sentados, que no quitan ojo a una pantalla, y a los que, alguna vez, se les cae
alguna lagrimilla que se limpian rápido, para que nadie los vea, no vaya a ser
que se diga que son ñoños.
En definitiva, que es posible que
la felicidad y la magia, que se cuelan a ratitos intermitentes en nuestra transitar,
sean también estas dos horas en familia viendo cosas imposibles. Tan solo eso.
Escapar de nuestra cotidianidad para meternos en una película inverosímil o en
un libro irreal que te hace creer como cuando eras niño que, a veces, los
elefantes pueden llegar a volar.
María Jesús Mena |
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