lunes, 22 de abril de 2019

Dumbo


Reseña de María Jesús Mena para Pasar Página

Ficha técnica

Fecha de estreno: 29 de marzo de 2019 (1h 52min)
Dirigida por: Tim Burton
Reparto: Colin Farrell, Danny DeVito, Michael Keaton, Eva Green
Géneros: Familia, Aventura. Recomendable para niños a partir de 6 años de edad.
País: EE.UU.



HABLEMOS DE FANTASÍA Y VALORES

Dumbo se presenta como un remake de la película de animación de Walt Disney, estrenada en 1941, basada en el libro infantil de Helen Aberson. Llega de la mano de Tim Burton, director de cine de origen norteamericano, cuyas películas suelen estar relacionadas la mayor parte de las veces con escenarios fantasiosos con un claro componente gótico un tanto tenebroso y cuyos protagonistas suelen ser seres extraños e inadaptados. No hemos de olvidar que  Eduardo Manostijeras lleva su sello. Partiendo de esto, Dumbo era casi el anillo perfecto para el dedo de Burton y así ha sido. Sin duda.

A pesar de algunas de las críticas negativas recibidas, puesto que se esperaba más de este largometraje, se hace necesario destacar que esta versión difiere de forma considerable del clásico infantil de animación.

Por un lado, se aleja del mundo animal tan utilizado por Disney, para centrarse más en la relación entre animales y humanos, siendo aquí por tanto, las personas coprotagonistas junto al pequeño Dumbo y su madre. Por poner un ejemplo, el ratón que anima al elefante a volar es sustituido por una pareja de hermanos, un niño y una niña, que empatizan con la fragilidad que muestra el elefante recién nacido.

Por otro lado, aunque se acerca en algunas escenas a la película clásica, hacia la mitad de la misma se despide de ella de forma definitiva y nos muestra una visión más actualizada del mundo. Además, no hay que olvidar que es una película infantil y que está orientada hacia ese público, no siendo en este caso una adaptación del mundo adulto al infantil, como suele ser habitual en los últimos tiempos en este tipo de cine. Aquí Burton, con mucha valentía, firma una obra infantil y le pide al adulto que se esfuerce en volver a ser niño.
Por último, es de destacar también que, en su final, hace un guiño amable al mundo animal y a su vida en libertad.

Nada más comenzar la proyección, nos encontramos con un inicio marcado por un circo en crisis, por la madre de la pareja de niños protagonistas fallecida en el pasado y por un padre que acaba de regresar de la guerra al que le falta un brazo. Ante este panorama, puede parecer que estamos de nuevo ante una cinta infantil como tantas otras.

Pero la proyección da un giro nada más nacer Dumbo. Un bebé de elefante con unas orejas descomunales al que los demás llaman “monstruo” y del que todos se ríen. A partir de ahí, comienza el prodigio. Ver a aquel animalillo asustado, con sus enormes ojos mirar a su alrededor, mientras se burlan de él, hace que el espectador se posicione de su lado. Del lado del animal herido, del débil, del engendro del que todos se mofan y del de esa madre a la que llaman loca por intentar proteger a su cría del dolor.    

Tras el nacimiento, la trama nos muestra la desgracia de la familia de elefantes. La madre es aislada en un carromato al no poder controlar su furia cuando su hijo es ridiculizado delante de todos los espectadores mientras hace su número. Dumbo se acerca con tristeza al vagón en el que se encuentra confinada y ambos, separados el uno del otro por mediación del hombre entrelazan sus trompas a través de la ventana con barrotes, mientras, como en la misma escena de la película clásica, suena “Hijo del Corazón”. Esa escena con toda su ternura, nos retrotrae a los adultos a nuestra infancia y todos volvemos a ser aquellos niños que vieron Dumbo.

Justo a partir de ahí, el discurrir cambia y la magia se acrecienta. Todos nos maravillamos al ver volar a Dumbo, porque para eso se va al cine algunas veces, para ver prodigios, porque en ocasiones la vida real nos abruma y uno quiere sentarse frente a una pantalla, para ver algo distinto a lo que ya ve en su propio día a día. Ese día a día de prisas, trabajo, horarios apretados, fines de mes ajustados, facturas, sinsabores y todo lo demás. Ese día a día, que no tiene magia alguna o más bien poca.

Pero, algunas veces, no siempre, a uno le apetece evadirse y quiere creer que la discapacidad puede tener alas, que los malos se llevan su merecido, que gracias a la fantasía los buenos ganan, que la solidaridad existe y que el final de la codicia es acabar envuelta en llamas. Porque todo eso es Dumbo y la imagen de algunos niños sentados, que no quitan ojo a una pantalla, y a los que, alguna vez, se les cae alguna lagrimilla que se limpian rápido, para que nadie los vea, no vaya a ser que se diga que son ñoños.

En definitiva, que es posible que la felicidad y la magia, que se cuelan a ratitos intermitentes en nuestra transitar, sean también estas dos horas en familia viendo cosas imposibles. Tan solo eso. Escapar de nuestra cotidianidad para meternos en una película inverosímil o en un libro irreal que te hace creer como cuando eras niño que, a veces, los elefantes pueden llegar a volar.


María Jesús Mena

 


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