viernes, 29 de noviembre de 2019

Presentación Temporada de Avispas de Elisa Ferrer



Madrid, martes 12 de noviembre. 19:30 horas. Librería Los Editores, calle Gurtubay, 5

Esta coqueta y acogedora librería del barrio de Salamanca, fue el lugar escogido por la editorial Tusquets para presentar en Madrid la novela ganadora del XV Premio Tusquets Editores de Novela, Temporada de avispas, de Elisa Ferrer. Juan Cerezo, editor de Tusquets, y Almudena Grandes, escritora y presidenta del jurado, acompañaron a la autora premiada.

La librería se quedó muy pequeña para acoger al gran número de personas que nos acercamos a conocer y escuchar a Elisa, que feliz y emocionada pero nerviosa iba recibiendo a todo el mundo. 

Cuando abrí la puerta para acceder al interior de la librería, me encontré directamente con Elisa, que tiraba del otro lado para salir. Por supuesto, la asalté allí mismo, que me parecía que luego iba a ser complicado con la cantidad de personas que había. Me presenté para darle las gracias, en nombre de Almudena Gutiérrez y toda la revista, la entrevista que nos concedió en el número de Pasar Página de noviembre. Se mostró agradecida, era una de las primeras entrevistas que le habían hecho después de obtener el premio, y nos felicitó por la labor tan bonita que hacéis con esta revista, qué cuidada, con qué mimo tratáis todo, y qué merito hacerlo por puro amor al arte. Desde ya soy seguidora vuestra.

El primero en dirigirse a los asistentes para presentar a la autora premiada, fue Juan Cerezo, que nos contó que posiblemente esta haya sido la primera vez que se otorga este premio por unanimidad total del jurado. Que todos daban vueltas buscando la novela ganadora y hasta que alguien la mencionó, nadie se había atrevido a nombrarla. Y que, tal como informaron públicamente, Elisa Ferrer les pareció una voz original y no impostada. Su primera novela es todo un descubrimiento literario, relatada con una voz muy personal, de gran naturalidad y eficaz emoción. Por ello fue la elegida entre los 716 títulos que se presentaron a esta convocatoria.Y contó cómo, antes de saber la decisión final del jurado, la llamó para decirle que iban a publicar su historia aunque no resultase la ganadora. Realmente, esa llamada era una advertencia de que no se le ocurriese irse a otra editorial, que esta joya ya era nuestra, ¡no se nos podía escapar!, comenta arrancando las risas del público.

Almudena Grandes asentía a las palabras de Cerezo y tomó la palabra para contar que Temporada de avispas es la novela que todo jurado desea premiar: una primera novela, de un autor joven, de una mujer (porque siempre somos menos) y que sea muy buena. Se tiende a pensar que encontrar esto en un premio literario es muy habitual, pero no, es muy raro. Y por eso pasó lo que dice Juan, que íbamos dando vueltas, comentando los libros que nos habían gustado menos, de autores conocidos, hasta que alguien dijo: «a mí la que me ha gustado mucho es…». Y ya todos estuvimos de acuerdo. 

Concluyó diciendo que, básicamente, «Temporada de avispas» es una novela sobre padres y madres, y el amor distinto que nos merecen los padres y las madres, y lo fácil que es idealizar a los padres y qué difícil idealizar a las madres.

La siguiente en tomar la palabra fue la autora premiada, Elisa Ferrer, que contó que empecé escribiendo cuentos con Nuria como protagonista, muchos cuentos, porque le había cogido mucho cariño a ella. Fue entonces cuando me dieron una beca para ir a Iowa, y ya allí, sentada en aquel taller de escritura creativa, alguien me dijo: «Elisa, deja de llamar a esto cuentos siempre con la misma protagonista porque aquí tienes una novela, ya basta de cuentos…». Y pensó es verdad, tengo una beca de dos años y es el momento de dedicarle tiempo a Nuria y convertirla en novela. Quiere dejar claro que la historia de la novela es totalmente ficticia. 

Cuando estaba escribiendo estos cuentos que luego fueron capítulos sobre Nuria, vi que yo siempre la ponía en situaciones en las que estaba desubicada, y pensé que ahí había una ausencia y me apetecía mucho hablar de ese momento que siempre es muy doloroso, de cuando nos damos cuenta de que nuestros padres no son esos super héroes que nos pensábamos cuando éramos pequeños, sino que son humanos, que han hecho lo que han podido. Y decidí plantear esa ausencia, la del padre, desde la idealización de ella siendo adulta. 
»También me interesaba mucho ese dialogo entre lo que hemos sido de niños y lo que somos ahora: cómo le hablaríamos a esa niña, o niño, que fuimos, qué recuerdas de la infancia, qué queda de lo que éramos. Luego, también esos roles que tenemos en la familia desde pequeños: a los tres años eres la traviesa, y a los cuarenta, aunque seas una abogada de éxito, en tu casa cierran las puertas y para tus padres sigues siendo la traviesa. Me doy cuenta de cuánto se les exige a las madres y qué poco a los padres, y de lo que se les perdona a los padres que no se les perdona a las madres, algo que está muy marcado por la sociedad. Y con todo esto fui conformando la historia.

Dice que la decisión de presentarse a este premio vino sola, por algún sitio había que empezar. Busqué premios literarios en Google, y el primero que apareció fue el de Tusquets, que se convocaba en aquel momento. «Este», dije, no me harán ni caso, pero ahí va…

Los minutos siguientes de este encuentro fueron para las preguntas del público, y de ellas se pasó a las firmas y las fotos.De este modo finalizó este encuentro tan interesante, del que me fui con la agradable sensación de que tenemos Elisa Ferrer para rato, su premio no es casualidad. De hecho, nos adelantó que ya tiene otra historia en la cabeza. Y hasta ahí puedo leer, nos dijo con una gran sonrisa. Este mismo día, en el tren de regreso a casa, empecé a leer Temporada de avispas, podéis ver mi opinión en la sección Hablando de libros del número 23 de la Revista.

No puedo terminar esta crónica sin comentar que, además de Almudena Grandes, otro gran autor de Tusquets como es Eduardo Mendicutti, también estuvo presente en el acto. Y justo es darle las gracias a ellos, a Juan Cerezo, Elisa y a la editora Delia Louzán por su trato.

Marina Collazo Casal



lunes, 25 de noviembre de 2019

LAS LÁGRIMAS DE LA GITANA


El Guadalquivir calla y habla. Según le conviene, sus aguas callan silencios que aúllan lágrimas y dolores. Los de una preciosa gitana, por ejemplo. Llegó a sus orillas una noche de luna llena, se arrodilló y lloró su amargura.
Había conocido a un payo. Guapo hasta decir basta. Ojos negros, seco como un sarmiento, pelo ahogado en gomina. Sobre todo, aquellos ojos, que incendiaban las entrañas. Las de la gitana, que cayó rendida a su asedio. Flores, besos, caricias, palabras con sabor a miel… Sonidos que la enamoraron hasta perder la cabeza. Días de luces de colores, de sol brillando en un cielo despejado.
Pero Sevilla es Sevilla. Los amoríos llegaron a oídos de sus hermanos. El sol dejó de brillar y el cielo se cubrió de nubes pardas.
—En esta santa casa nunca entrará un payo. Tú serás para el Serafín.
La gitana conocía al tal Serafín desde niño, y ya entonces sus familias lo dispusieron todo. Destinados a casarse. La gitana, con Serafín, feo hasta decir basta, con poca gracia y menos dulzura. Lo contrario que el payo. Y la gitana se rebeló y también se enfrentó a los hermanos. Sólo se casaría con él, con el payo, el único hombre al que quería; al que siguió viendo a escondidas. Encuentros peligrosos a la luz de la luna en bocacalles oscuras y callejones estrechos.
Llegó el día que se juraron amor eterno. Fuera de casa, para la gitana el paraíso eran los brazos del payo y su universo, dejarse llevar por sus caricias, recibir su boca como quien saboreaba la mayor de las ambrosías. En casa estaba el infierno. Voces, gritos y alguna que otra bofetada de sabor agrio. Lo quería, y nadie podría evitar que se casara con él. Los hermanos rieron. ¿Nadie? «¡Qué ilusa eres, niña!», le chillaron.
—En esta santa casa nunca entrará un payo. Tú serás para el Serafín.
A la noche siguiente, a la hora convenida, acudió al lugar convenido, donde aguardaba su payo. Ella oyó gritos en la distancia, pasos acelerados y un grito agónico que sonó a muerte. Tendido en el suelo encontró al único hombre que quería y por cuyo vientre la vida se le escapaba. A la vera del payo, con una navaja en la mano manchada de sangre, uno de sus hermanos.
—En esta santa casa nunca entrará un payo. Tú serás para el Serafín.


El Guadalquivir escuchó en silencio el lamento de la gitana, arrodillada junto a la corriente. Después sus aguas hablaron a la gitana. «Mira la luna llena. Cierra los ojos. ¿Lo ves? Te espera allí. Da un paso y te llevaré hasta él». La gitana se secó las lágrimas y sonrió. Su cuerpo se adentró en las aguas frías —«no temas, pronto dejarás de sentirlas», le aseguró el río— hasta cubrirla por completo.
Al alba del día siguiente se encontró el cuerpo sin vida de una gitana hermosa en una de las orillas del río.
Sonreía.
Se fue con su payo.
Porque nunca sería del Serafín.

Víctor Fernández Correas





martes, 19 de noviembre de 2019

El Museo del Prado: 200 años



JOYAS DE MADRID 




Uno de los museos más importantes del mundo, el cofre que contiene maravillosas pinturas, colecciones que nos enseñan la historia de Europa desde la Edad Media a principios del siglo XX, por supuesto con una gran primacía de la historia de España. 
Desde su fundación, el Museo ha ido creciendo a lo largo de estos doscientos años a través de donaciones de particulares, la Colección Real;del Museo de las Trinitarias, importantes pinturas como El Auto de fe presidido por el santo Domingo de Guzmán, pintado por Pedro Berruguete; lienzos del El Greco y, del Museo de Arte Moderno, obras de Vicente López, Rosales y Sorolla. Las Pinturas Negras de Goya también llegaron por donación, pero también se han hecho compras muy importantes: La condesa de Chinchón de Goya, El Barbero del Papa de Velázquez, y en los años 2003 y 2010 se adquiere, de Pieter Bruegelel Viejo, la obra El vino en la fiesta de San Martín

Allí siguen vivos El Greco, Velázquez, Goya, Tiziano, El Bosco, Rubens, Vicente López, etc. Ellos representan la escuela española, la italiana y la flamenca. Múltiples personajes nos contemplan desde sus cuadros. Os confesaré que cuando voy al museo, siempre abarrotado de gente, pienso cómo sería visitarlo de noche y en soledad. Imagino a las Majas levantándose de su diván para poder estirar las piernas y bajar los brazos, a las Meninas saltando del cuadro junto a la Infanta Margarita, Mari Bárbola y Nicolasillo, todos con intención de jugar con ese perro resignado que aparece en el cuadro mientras la dueña intenta saltar asustada por haberse descuidado y Don Diego sonríe hierático. Me pregunto si seguirán sufriendo los fusilados del 3 de mayo, si los Mamelucos, conociendo la historia, han decidido no volver a atacar a los españoles que derrocharon valor. 

La idea de un museo pictórico se le ocurrió a Fernando VI, que no pudo llevarlo a cabo al caer en una depresión debido al fallecimiento de su esposa Doña Bárbara de Braganza. Carlos III, su hermano y heredero, no siguió la idea; él, amante de la naturaleza, decidió crear un museo de ciencias naturales, encargando al arquitecto Juan de Villanueva la construcción de la actual sede del Prado, aunque no llegó a verlo terminado. 
El museo ha sufrido ampliaciones según iba creciendo la colección hasta que en el año 2.007 se llevó a cabo, por el arquitecto Rafael Moneo, la ampliación más importante. Se inauguró el Casón del Buen Retiro como Centro de Estudios, integrando los departamentos de conservación, biblioteca, archivo y documentación, así como la Escuela del Prado. En la Descripción del Museo que Villanueva desarrolló en 1796, explicó: Me figuré que el edificio debería ser una desahogada y prolongada galería, a la que con propiedad podría adjudicársele el título de Museo de todos los productos naturales… 

A la llegada de Carlos IV al trono, todo queda paralizado. Primero, porque no estaba claro el uso que se iba a dar al edificio; después, porque debido a la revolución francesa que había estallado un año antes de la coronación del rey, la toma de la Bastilla y todo lo que siguió, la economía estaba paralizada. España iba caminando penosamente, desconociendo que le quedaba uno de sus episodios más sangrientos. 

Tras la Guerra de la Independencia y la proclamación de Fernando VII como rey de España, su esposa, la reina Isabel le propone la creación del Museo Real de Pintura y Escultura, que sufragó el propio rey de su bolsa personal la construcción de algunas salas. En 1.818 morirá Doña Isabel como consecuencia de las complicaciones de un parto sin ver terminada la obra. Será en noviembre de 1.819 cuando se inaugura, muy discretamente, el Museo Real de Pinturas, con trescientos once cuadros que se expusieron en tres salas, todas ellas de artistas españoles, dejando almacenadas muchas más. El museo formaba parte del Patrimonio de la Corona, por lo que recibió bastantes obras de palacios y monasterios. A la muerte de Fernando VII, y por estar vinculado a la corona, se plantea un grave problema debido a la división de la herencia entre sus hijas, la que sería Isabel II y su hermana Luisa Fernanda, quedando la resolución del testamento sometida a la mayoría de edad de la futura reina. 
En 1.844, previo informe en el que se manifiesta la oposición a la división de bienes que pertenecieran a la Corona de España, ya que esta seguía vigente, aunque hubiera cambiado su titular, se propuso a la reina que indemnizara a su hermana sobre los bienes destinados al servicio y adorno de los palacios. El informe fue ratificado por Isabel II, de conformidad con su hermana y su madre. Todos los bienes recibidos pasaron a formar parte de los bienes de la nación, renombrándose el museo como Museo Nacional de Pintura y Escultura, aboliéndose mediante una ley, en 1869, el patrimonio de la corona si bien se concedió al reinante el uso y disfrute de un conjunto de bienes entre los que no se incluyó el museo. 

En esa fase de absolutismo, la dirección del museo era nombrada por la oficina del rey -en este caso de la reina- variando según los intereses políticos. Ya Fernando VII había nombrado director al Marqués de Santa Cruz, mayordomo mayor de palacio, y al que sucederían el Príncipe de Anglona, el Marqués de Ariza y el Duque de Hijar, todos ellos asesorados por pintores de la época. Fue el Duque de Hijar quien obtuvo para el museo «El Cristo crucificado» de Velázquez. 

Tras la expulsión de España de la reina Isabel II, la dirección del museo pasará a manos de los artistas, como Federico Madrazo, quien organizaría la colección por escuelas, pasando a denominarse como hoy lo conocemos: Museo del Prado. Se acogieron obras de El Escorial y de conventos de provincias que corrían el riesgo de perder su patrimonio; únicamente cien obras fueron seleccionadas, quedando el resto dispersadas por la península. 

El Prado refleja fielmente en su historia la política española, siempre agitada y llena de intereses
personales. Amadeo de Saboya, a su llegada a España tratará de remediar en lo posible la difícil situación del museo, no sólo económicamente hablando sino, quizás, otra más importante: las deficiencias en las gestiones de quienes podían salvar muchos problemas. En el museo, el personal que vivía allí cocinaba y almacenaba leña en las dependencias habilitas como viviendas dentro del mismo edificio, lo que conllevaba un riesgo que nadie frenó. Mariano de Cavia, en un falso artículo, publicó que la noche del 24 de marzo de 1.891 el Prado se había incendiado. Los madrileños corrieron alarmados y puestos en lo peor, para comprobar a su llegada la mentira, pero dándose perfecta cuenta de que aquello había sido una llamada de atención por parte del cronista de lo que podía llegar a ocurrir. Se tomaron algunas medidas, pero los suelos de madera no se sustituyeron. 

La desidia, por parte de todos y de ninguno, descubrió en 1918 un expolio del «Tesoro del Delfín», un conjunto de vasos realizados con materiales nobles y piedras preciosas que llegaron a España con Felipe V, como herencia de su padre Luis de Francia. Un empleado había hurtado parte de las piezas; desaparecieron once vasos y más de treinta sufrieron serios deterioros. 

España, país convulso donde los haya, llega a 1.936 y estalla la Guerra Civil. Se intenta por todos los medios salvar la colección de los bombardeos decidiendo el gobierno de la República trasladar los cuadros a Valencia, sede del gobierno, para posteriormente repartirlos por diversas ciudades. El trabajo es arduo: inventario de las pinturas, transporte, embalaje de las obras, etc. Todo se hace de la mejor manera posible, pero insuficiente. Durante el traslado a Ginebra, el camión que lleva «La carga de los Mamelucos» choca contra un túnel; la pintura sufre daños en su parte superior izquierda, vista desde el espectador. En 2.008, los magníficos restauradores del Museo logran subsanarlo. Con el objeto de controlar el patrimonio, tratando de paliar la desaparición de obras de arte por la quema de las iglesias, se crea la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, interviniendo «a la incautación o conservación en nombre del Estado de todas las obras, muebles o inmuebles, de valor artístico, histórico o bibliográfico que en razón de las anormales circunstancias presentes ofrezcan, a su juicio, peligro de ruina, pérdida o deterioro», siendo la Junta Central del Tesoro Artístico quien terminó ocupándose de los traslados. Fueron trescientas sesenta y una obras las que salieron del Museo del Prado junto con otras del Museo Moderno, El Escorial, el Palacio Real (entonces Palacio Nacional) y la real Academia de Bellas Artes de San Fernando, acompañadas de obras de particulares como «La condesa de Chinchón». 

El Museo del Prado se cerró el 30 de agosto de 1.936, pero no solo se mandaron obras a Valencia, sino también al Castillo de San Fernando de Figueras, al Castillo de Perelada e incluso a las minas de talco, fronterizas con La Bajol y el Alto Ampurdan, donde quedaron enterradas a 250 metros de profundidad. El 3 de febrero de 1.939 se firma un acuerdo entre el gobierno y la Sociedad de Naciones para el traslado de las obras desde el Castillo de San Fernando de Figueras hasta Ginebra; el transporte se realiza en camiones con matrícula francesa. Los gastos hasta la frontera de Francia y Suiza corren por cuenta de España, después, hasta Ginebra, será el Comité Internacional, presidido por el Patronato de Museos Naciones, quien se hará cargo. 

Tres semanas después de terminar la Guerra civil, y con el peligro en ciernes de una guerra europea, el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, del gobierno del general Franco, será quien solicita un inventario de la Sociedad de Naciones, y un tren sale de Ginebra la noche del 6 de septiembre de 1.939 trayendo de vuelta las obras del Museo. Durante el paso por territorio francés, el tren irá sin ninguna luz hasta llegar a España. 

Hablamos de la construcción del museo, de los cuadros, pero no olvidemos los marcos, importantísimos para remarcar. El Prado tiene unos maravillosos marcos discretos que no desvían la atención de la pintura, algunos de ellos, exclusivos del Museo, fueron diseñados por el pintor de cámara de Carlos III para enmarcar sus propias obras. 

Y al fin el año 2.019. Cuando nuestro querido Museo ha sido galardonado con el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, premio al que optaban veintinueve candidatos más de distintas nacionalidades que no han sido «enemigos pequeños», los que se han quedado sin el reconocimiento que sin duda se merecen, pero el Prado es mucho Prado, no sólo en el contenido sino en la contribución que hace al desarrollo humanístico, divulgando su patrimonio, con unos conservadores considerados de los mejores del mundo. El Museo cumple este año su segundo centenario con multitud de exposiciones, proyecciones, conferencias, películas y visitas de niños y adolescentes, así hasta tres millones de visitantes anuales, si no me equivoco. 

En nombre de esta modesta Revista y en el de toda su redacción y colaboradores. 

¡¡FELICIDADES POR TANTO, MUSEO DEL PRADO!! 
Carmen Martín Audouard












El original de este artículo fue publicado en el número 20 de la Revista Pasar Página

lunes, 18 de noviembre de 2019

Morir







No se había guardado nada para ella. Le había dado sus mejores años, todas las caricias que encerraban sus manos, dos hijos, cada lágrima y hasta las últimas briznas de comprensión y paciencia que encontró entre los rincones de su gastada piel. A veces se quedaba por una noche en casa y ella tocaba la felicidad. Cuando agotada de quererlo el alba la sorprendía en sus brazos, siempre le decía: «Qué buen momento para marcharme, no me importaría morir ahora». Cada vez que la dejaba soñar que se amaban. Pero ya estaba seca, no le quedaba nada por darle, y se rindió.

Él estaba en una de sus correrías con los amigos cuando fueron a avisarlo: «Daniela está muy grave en el hospital, ha intentado quitarse la vida». A su llegada, oliendo a perfume barato, alcohol y tabaco, se acercó a su oído y, haciendo un esfuerzo por parecer lo que era, su marido, le dijo: «Casi lo consigues. Nunca pensé que ibas en serio cuando me decías que no te importaría morir…». Ella lo interrumpió y, regalándole el último aliento que le quedaba, le susurró al oído: «Mil veces te lo dije y nunca lo entendiste. Sí, en esas noches que me dejaste dormir en tus brazos no me hubiese importado morir para llevarme aunque fuese un solo recuerdo feliz, pero hoy es distinto, simplemente no quiero vivir».
Mercedes Pinto Maldonado


Fotografía: Lorena Sánchez Rodríguez

jueves, 14 de noviembre de 2019

Entrevista a Javier Correa


REVISTA PASAR PÁGINA NÚMERO 23

Cuando mi amigo (y escritor) Gabriel Aura Borrajo me recomienda un libro, suele acertar de pleno. Eso es lo que sucedió con su última recomendación, Sombras de niebla, la primera novela de Javier Correa, y de la que podéis encontrar más detalles en la sección Hablando de libros de este mes. Una vez terminada la novela, me puse en contacto con el autor y accedió, muy amablemente, a responder a algunas de mis curiosidades. Por favor, pasen y lean.

Marina Collazo — Bienvenido a Pasar Página, Javier. Para empezar por el principio, para los lectores que no te conozcan, ¿quién es Javier Correa? Preséntate, por favor.
Javier Correa — Pues una persona normal y corriente, que intenta aprender día a día de la vida, y que ha decidido utilizar la pluma, más que para dar respuestas, para compartir inquietudes, y en la medida de lo posible, para provocar la reflexión de los lectores, en una época en la que el pensar y reflexionar, a veces sobre nuestra propia vida, está pasando a formar parte de la lista de buenos deseos de principios de año.

MC Sombras de niebla es tu primera novela y has arriesgado con una trama bastante compleja. ¿Ya era esa la idea inicial o empezaste a escribir y la historia tomó vida propia?
JC — La verdad es que la trama de la historia se fraguó en una hoja Excel, con unas cuantas casillas vinculadas entre sí, como es lógico. Pero una vez empezó a cobrar forma, fueron varias las ocasiones en las que las propias palabras tiraban con fuerza hacia una celda que de principio no les correspondía. Y esa sensación, más que desconcentrarme me sorprendió gratamente. La libertad indomable de las palabras es una de los poderes de la literatura.

MC Los escenarios principales de la novela son tres: Lille (Francia), San Silvestre de Guzmán (Huelva) y el antiguo Zaire. Muy distintos entre sí, pero cumpliendo cada uno su misión en la historia. ¿Conocías estos lugares antes de plasmarlos en la novela o fueron escogidos al azar? Tanto si fue de una manera como de otra, ¿por qué estos lugares? Cuéntanos…
JC — La elección de Lille, fue algo más propio del diván de un psicoanalista que de una meditada decisión; nací en Badalona, y en mi ciudad siempre hemos estado a la sombra de Barcelona, algo parecido a lo que sienten los habitantes de Lille respecto a París. Así que me propuse dar más notoriedad a las sombras, que a las bellas ciudades que las provocan. Lille es una preciosa ciudad que conozco de mi etapa profesional anterior.
»San Silvestre fue fruto de un azar relativo; de un acertado azar, puedo decir pasado el tiempo, entre los centenares de pueblos de España que cumplían con los criterios que necesitaba: un municipio tranquilo donde el tiempo tiende a rezagarse y cualquier vecino puede escribir la biografía del de enfrente.
»La elección del Zaire, cumplía con la imagen distante y misteriosa de África, que encajaba bien con la decisión que envuelve la inesperada marcha de Carlos, el principal protagonista de la historia.

MC La carga más importante de la trama sucede en el antiguo Zaire, con los misioneros combonianos como protagonistas. ¿Hubo labor de documentación o conocías el tema de cerca?
JC — Durante algunos años colaboré con los misioneros combonianos. Admiro la labor silenciosa que llevan a cabo sobre el terreno; con homilías de sudor más que de buenos consejos y palabras. El mundo de hoy, en mi opinión, anda muy necesitado de personas altruistas como la que caracteriza a los de los misioneros combonianos. Y sí, hubo una labor de documentación, de bastantes horas, si me permites la sinceridad. La narración de las vivencias y particularidades del Zaire de la época, sucedieron realmente, a pesar de que la distancia económica, que no física, de nuestro mundo occidental nos las muestre sacadas de la caja de la fantasía.

MC Por cierto, ¿en qué genero encajarías tu novela? Complicado, ¿no? (Encajarla en un género concreto, quiero decir) Sorpréndeme…
JC — Comparto tu respuesta. Complicado e incluso, dentro de los diferentes géneros en los que podría encajarla: histórica, romántica o suspense, me cuesta priorizar entre ellos, más allá del orden alfabético que utilizo al nombrarlos. Pero te diré que el género más bonito que me comentó un lector, sorprendiéndome a mí mismo, fue el de místico.
»Que el lector sea capaz de ver más allá del propio escritor, es otra de las riquezas de la literatura. Las historias que esclavizamos los escritores, cobran libertad en la mente de los lectores, por suerte.

MC Sí, místico no le va mal… Dime, Javier, ¿ha sido difícil publicarla, en cuanto a soporte editorial se refiere? ¿Cuál ha sido tu experiencia? ¿Qué pasos has seguido hasta llegar a Círculo Rojo?
JC — He tenido la opción de elegir entre dos editoriales. Con una de ellas, a pesar de respetar los argumentos que me esgrimieron en aspectos de la inversión y riesgo que suponía dar a conocer un escrito novel, no me pareció ético, recibir poco más que una limosna por cada ejemplar vendido. Considero que todo trabajo, sea o no del ámbito artístico, ha de tener un valor acorde con el esfuerzo que conlleva, sin sobrevalorarlo subjetivamente, ni infravalorarlo por respeto a uno mismo. Me decidí por tanto por Círculo Rojo, al ser una de las editoriales de autoedición más serias, consolidadas y con un abanico de títulos publicados que la hacen estar a la cabeza de la edición europea. Mi experiencia con ellos ha sido muy positiva. Y el premio de novela Círculo Rojo, al que Sombras de niebla opta, junto con otras muchas, acabó por decidirme por ellos.

MC — ¡Mucha suerte en ese premio! He leído que habrá una segunda parte de Sombras de niebla. ¿Qué nos puedes contar sobre esa continuación? ¿Seguirá teniendo los mismos escenarios? Zaire ya no me encaja en esa segunda parte… ¿o sí?
JC — La verdad es que, de entrada, no pensé en una segunda parte de Sombras de niebla, pero sí, la habrá. Y una vez más, han sido los propios lectores quienes me lo han propuesto, y estoy encantado de que así sea. En esta segunda parte, en la que ya estoy trabajando, Zaire, como bien intuyes, Marina, no formará parte de los escenarios por los que transcurre. Pero sí hay otro pueblo, y otra gran ciudad, que van a volver a llevar al lector de un lado a otro. En esta ocasión, la protagonista principal 
es Laura y el fruto de las secuelas psicológicas que conllevan el sentir como el padre que dice amarte tanto es capaz de abandonarte de la noche a la mañana. Laura va a ser un personaje con una personalidad impactante, que va a intentar llevar al lector a empatizar con ella o tal vez a odiarla. Preferiría que fuera lo primero, aunque si no puede ser prefiero lo segundo a dejarlo indiferente.

MC — Eres licenciado en Derecho y experto en Economía y Empresa, ¿cómo se produce tu salto a la literatura?
JC — Bueno, siempre he pensado que la formación, sea la que sea, es algo que como mínimo sirve para conectar nuestras neuronas, ocupa poco espacio, y no pueden sustraértela. Estudiar Derecho o Economía, o cualquier otro estudio u oficio, te permiten tener unos conocimientos limitados en unas áreas específicas, que a mí me han servido, y todavía lo hacen, para obtener un salario. Tal vez un día pueda dedicarme en exclusiva a la literatura, y en ello estoy, pero soy consciente de que, partiendo de una cueva, el camino será largo.
»La literatura siempre me ha atraído. A mis hijos les pido tan a menudo como puedo, antes de ir a dormir, que me digan tres palabras para crearles un cuento. Hay algunos que me salen mejor que otros, pero todos tienen tres cosas en común: que los inicio con un «Hace miles y miles de años…», que son de originales, y se nota, y que sirven para que se duerman (a veces incluso me duermo). Pero más allá de esta faceta casera, fue el fallecimiento inesperado de mi padre, y la sensación de finitud de la vida que vino con ella, la que me llevó a bajarme del mundo directivo empresarial al que pensaba dedicarme toda la vida, para valorar el tiempo, todo el tiempo que hasta entonces había robado a mi familia y había negado a mi afición de escribir.

MC — ¿De qué fuentes bebes, literariamente hablando?
JC — No tengo referentes literarios, aunque admiro a muchos de ellos, conocidos y no. En mi opinión un escritor debe escribir mucho más que leer, y mostrar interés sobre temáticas dispares y no únicamente sobre obras literarias parecidas a las del género en el que escribe.
»He leído grandes obras que lo único grande que tenían era la fama del escritor y la editorial, además de una gran campaña de marketing, y obras grandes donde lo único grande que había era la sorprendente habilidad de una escritora o escritor desconocido, para combinar palabras.  Lo que sí tengo claro es que no elijo un libro por un nombre ni por la mayor cantidad de ejemplares disponibles en una librería.

MC — Actualmente, eres profesor en las áreas de Empresa y Orientación Laboral. Aprovecho para preguntarte cómo ves el futuro laboral. ¿Eres optimista? ¿Están nuestros jóvenes preparados y, sobre todo, motivados para luchar por su futuro?
JC — Tengo dudas. En la revolución industrial se llegaron a quemar fábricas a manos de personas de mentalidad artesanal, por así decirlo. Después vimos como esa revolución fue capaz de ofrecer buenas perspectivas laborales a las generaciones venideras (a costa del deterioro del planeta que ahora empezamos a comprobar, lamentablemente). Hoy en día, estamos en otro momento de transición económica importante. De entrada, la automatización está provocando que jóvenes, que años atrás hubieran podido ganarse la vida cobrando peajes en una autopista, por ejemplo, vean nulas posibilidades de acceder al mercado laboral sin un mínimo de formación.  Si no aportas valor añadido, laboralmente no eres atractivo para las empresas. Pero hay maneras de paliar el excedente de mano de obra que está provocando la robotización: por ejemplo, la cotización de la propia maquinaria robotizada, la aparición de nuevas profesiones, como la de Comunity manager o Influencer, las oportunidades que traerá consigo la economía sostenible… y sobre todo, en mi opinión, el cambio de paradigmas laborales, económicos y sociales, que quizá nos muestre una cara de la felicidad bastante alejada de la propiedad de bienes, y más acorde con una filosofía del tiempo libre y una autorrealización más armónica con el planeta. Trabajar por proyectos concretos; ahora en una empresa y una ciudad del mundo y luego en otro proyecto de otra ciudad de la otra punta, no será algo excepcional en los próximos años.

MC — ¿Y el futuro literario? ¿Te ves dedicando tu vida en exclusiva a escribir?
JC — Esa es la intención, y en eso estamos, pero al final son los lectores los que me acabaran situando en el lugar que merezco. Y tendrán razón, tanto si es para permitirme dedicarme en cuerpo y alma a la escritura, como si es para llevarme a la pregunta de estar perdiendo el tiempo. Es cierto también, que hay un pequeño factor suerte que influye, e incluso un factor empresarial que puede lanzarte desde el más completo anonimato, como, por ejemplo, sería realizar una agresiva campaña de publicidad en todos los medios de comunicación, pero no es mi estrategia a seguir; primero por una cuestión de inversión económica, y segundo porque considero que al lector se le puede engañar solo una vez. Si al final, más allá del marketing, la obra en sí no enamora, habrá servido de poco o nada.
»No pretendo convertirme en un escritor de un pelotazo, sino ir abriéndome camino poco a poco centrándome en lo que considero que a la larga me dará mejor rendimiento: escribir lo mejor que sepa, saber que cada página es un reto y una oportunidad si soy capaz de aprovecharla. Tengo claro que mi intención, como escritor, es la de entretener, zarandear emociones (disfruto intentando llevar al lector de la risa al llanto) y, si soy capaz, provocar la reflexión que escondo entre líneas. La estrategia con la que más me gustaría llegar a ser conocido sería la del lector que se convierte en prescriptor de tu obra.

MC — Hablemos de teatro. Creo que tienes algo que contarme; soy todo oídos.
JC — Una agradable creación de divertimento. De hecho, es una obra de teatro en cuatro actos, donde la mofa, la ironía y, sobre todo, el saber reírse de uno mismo (que es muy saludable) son el hilo conductor de la misma. Me reuní con las actrices y actores, les pregunté qué tipo de personajes les gustaría representar y me puse manos a la obra.
»Ha sido genial comprobar como una señora de apariencia cercana y bondadosa me pedía un papel de persona díscola y malhumorada, por poner un ejemplo. Ha sido una grata experiencia que publicaré también con Círculo Rojo y aparecerá en breve.

MC — Una curiosidad, ¿utilizabas las redes sociales antes de publicar tu novela?
JC — Miro el tema de las redes con cierta cautela. Ahora que estamos solos, te confesaré que durante unos cuantos años formaba directores de una multinacional entre otras cosas en gestión del tiempo; «Los ladrones del tiempo» era el título de la formación y en ella entraba «a saco» en el tema de las primeras redes, ya te imaginas desde que perspectiva. Las redes, como tantas otras cosas, pueden suponer un avance muy interesante en muchos aspectos de nuestra vida, si sabemos utilizarlas en nuestro beneficio. Pero cuando nuestra sonrisa depende del número de likes o seguidores que hemos conseguido con la última foto o publicación, nuestra libertad se traslada a una esclavitud muy bien maquillada.

MC — ¿Qué ventajas e inconvenientes ves en las redes sociales?
JC – Las ventajas, en mi caso, se basan en la posibilidad de dar a conocer mi obra y, sobre todo, la de poder ampliar mi círculo de amistad y conocidos, con personas muy interesantes.
»El inconveniente es el riesgo de perder la fina línea que separa la libertad de la dependencia. Me gusta observar la realidad, y me entristece ver lo fácil que es aislarse con un móvil en la mano a pesar de estar rodeado de amigos en la abarrotada cafetería de una ciudad.

MC — ¿Crees que la era digital terminará desbancando al libro de papel? ¿Qué haremos entonces los románticos? ¿Y qué pasará con las bibliotecas, serán ebooktecas? ¿Ser bibliotecario tiene los días contados?
JC — No lo creo. De hecho, el ebook ha tenido un ascenso rápido, pero no ha acabado de consagrarse y parece estar teniendo un descenso pausado. Pienso que las generaciones más jóvenes no quieren privarse del placer de leer un libro en formato tradicional. Siempre he pensado que las páginas están formadas por átomos con un encanto propio, difícil de explicar, algo así como las ondas de la radio que tan bien soportan el paso del tiempo.
»A lo que sí le veo más futuro que al ebook, es al audiolibro. Creo que este formato podrá hacer ganar «audiolectores» a las industrias editoriales; personas poco aficionadas a la lectura que llegarán a la literatura mediante este nuevo formato, esperemos que para quedarse. En América están abriéndose camino a buen ritmo, y nada me hace pensar que Europa, y el resto del mundo, vaya a ser diferente.

MC — Véndeles tu novela a nuestros lectores, ¿por qué deberían leer Sombras de niebla?
JC — Primero, por el beneficio que les comporta a sus neuronas, no únicamente el hecho de leer en sí, sino sobre todo la imaginación que emerge de la escritura. Segundo, porque van a conocer un personaje que, no siendo el protagonista, despierta la simpatía, incluso diría que la atracción, de buena parte de mis lectores. Y me refiero a Pablo; el personaje que tantas personas me han preguntado si existe o no, con la intención de conocerlo o de… vete a saber qué. Y, por último, recomiendo Sombras de niebla a aquellas personas que están convencidas de ser capaces de escribir hasta el final de sus días, todas y cada una de las páginas futuras de su diario. Sombras de niebla nos da a entender que la vida, por más que uno se esfuerce en tenerlo todo controlado, es capaz de sorprendernos cuando menos lo esperamos, a veces para bien, o para mal, o incluso para mostrarnos la fuerza que esconden algunas desgracias.  A todas y a todos ellos, les recomiendo leer Sombras de niebla.

MC — Para finalizar, ¿hay algo más que quieras contarnos? Te escuchamos…
JC — Voy a comentarte una pequeña anécdota que me hizo dudar unos cuantos días. Mientras me documentaba, leí que Mobutu Sese Seko, el antiguo dictador del Zaire del que trato en la novela, llegó a contactar con el cuerpo de la Guardia Civil española para pedirles que formaran la que acabaría siendo su guardia personal. En ese momento, me era muy fácil hacer que dos personajes de la novela se encontraran de pronto en el Zaire, pero parecía tan forzada la coincidencia en el transcurso de la novela, que al final decidí no hacerlo. Una simple muestra de que en muchas ocasiones la realidad supera la ficción.
»Y, por último, permíteme que agradezca a Gabriel Aura, un gran escritor y gran persona, que me haya regalado el privilegio de conocer a la persona que, con tanta maestría, ha realizado esta entrevista.

MC — ¡Oh! Muchísimas gracias a ti, Javier, ha sido un verdadero placer. Y yo también le doy las gracias a Gabriel Aura por haberte puesto en mi camino y tener la oportunidad de mantener esta conversación contigo.
»Seguiré muy atenta a tu faceta literaria, y también a la teatral, de la que hablaremos más ampliamente en otro momento.
JC — Muchísimas gracias a vosotros. Salud y saludos a todos.

Marina Collazo Casal



La entrevista original está publicada en el número 23 de la Revista Pasar Página



miércoles, 13 de noviembre de 2019

Todo el bien y todo el mal.


Autora: Care Santos
Editada por Destino
D

Reina tiene un marido, un exmarido, un amante, un hijo adolescente, un buen sueldo y un trabajo que le apasiona y al que se dedica en cuerpo y alma. A Reina le gusta su vida. Aparentemente lo tiene todo, o por lo menos eso piensa ella. Hasta que, durante uno de sus viajes de trabajo, de repente sucede algo en su casa que cambiará las cosas, y que le demostrará de la peor manera hasta qué punto es vulnerable.
Así es como empieza para Reina un largo camino de regreso a casa, en el que lo peor que tendrá que afrontar no es la extenuante espera en un aeropuerto cerrado por una ola de frío siberiano, sino el vértigo que le provoca revisar su vida en busca de la verdad y tener que enfrentarse a ciertas preguntas incómodas: ¿Cuáles son las personas de verdad imprescindibles en nuestra vida? ¿Qué consecuencias tienen las malas decisiones? ¿Qué seríamos capaces de hacer en las circunstancias más terribles? ¿Conocemos realmente a nuestros hijos? ¿Nos conocemos lo suficiente a nosotros mismos?
Todo el bien y todo el mal es sin duda una de las novelas más ambiciosas y valientes que ha escrito Care Santos, en la que nos muestra la frágil telaraña de nuestras relaciones familiares y personales, y lo complicado que resulta mirarse al espejo.

La autora:


Care Santos (Mataró, 1970) es autora de diez novelas, entre las que destacan Habitaciones cerradas (2011) ― adaptada a la televisión en 2014―, El aire que respiras (2013), Deseo de chocolate (2014, premio Ramon Llull), Diamante azul (2015), Media vida (Premio Nadal 2017) y Todo el bien y todo el mal (2018). Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas, incluyendo el inglés, el alemán, el francés, el sueco, el italiano y el holandés. Es colaboradora de El Periódico y de la revista Mujer Hoy.




Mi opinión:

Es una novela curiosa por varios motivos.

Voy a empezar por el final. Me ha parecido una novela redonda, en la que todo lo que se ha planteado queda lo suficientemente resuelto para que me haya parecido cerrado, aunque queden cosas a la imaginación del lector y, sin embargo, la autora nos cuenta que es la primera parte de una bilogía. Esto, que me podría haber defraudado, me ha gustado porque me parece que ha tenido el mérito de hacer una historia independiente que, con una segunda parte, me va a explicar lo que yo habría tenido que imaginarme.

La narración está a cargo de un narrador omnisciente y, sin embargo, tenemos la sensación de que lo está contando Reina, la protagonista indiscutible, en primera persona.

La historia transcurre durante unas horas, una larga noche de tormenta siberiana en el aeropuerto de Bucarest, con el tráfico aéreo cerrado, que impiden que Reina esté en el lugar que quiere y que debe estar: junto a su hijo después de saber que ha intentado suicidarse. Esas horas que a Reina se le hacen eternas, son suficientes para que conozcamos su vida, la de su familia, sus padres, su exmarido, su actual marido, su hijo, su trabajo, su amante... Reina se desnuda ante el lector, no deja ni un resquicio de su interior que no conozcamos.

El portátil y un teléfono móvil, son su unión con el mundo que está al otro lado de la tormenta. Reina va recordando su pasado, e intentando averiguar el motivo por el que han llegado a la situación en la que están, tanto ella como los que la rodean.

La autora nos plantea temas complejos y actuales sobre las relaciones de pareja, las relaciones con nuestros hijos adolescentes, la conciliación familiar, los secretos incontables de las grandes empresas y los secretos de las familias.

Una novela intimista, muy bien escrita, que nos relata las decisiones que tomamos en la vida, acertadas o no, las mentiras en las que a veces la cimentamos, obligados, muchas veces, por las circunstancias.

Como he comentado antes, Reina es el todo, pero está rodeada de muchísimos personajes, muy bien perfilados, conseguimos conocerlos, cómo son, cómo reaccionan y hasta cómo hablan por teléfono.

Es, resumiendo, una gran novela.



Almudena Gutiérrez

lunes, 11 de noviembre de 2019

A mi manera



Hoy os traemos un microcuento de Gabriel Aura Borrajo, acompañado de banda sonora.






Encontrarse bien con uno mismo es hacer balance de la vida y saber que pese a los errores cometidos has sido capaz de reponerte a ellos.



A mi manera

Extraído del álbum Siempre así sinfónico, con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.



miércoles, 6 de noviembre de 2019

Las mujeres que no salen en los libros


Autora: Mercedes Gallego Moro
Autopublicado en Amazon


Una historia de amistad, de amor y solidaridad que relata la vida de las mujeres que lucharon de forma anónima para lograr una igualdad, que en pleno siglo XXI todavía no se ha conseguido. Consuelo y Laura entablan amistad de forma casual cuando ambas acuden a unas clases de francés. La primera, abogada, hija de la burguesía madrileña y Laura, que tras la muerte de su marido, se enfrenta a las dificultades que entrañaba ser mujer en la posguerra española, a pesar de que antes de ser viuda, era ella la que llevaba las riendas del negocio, una tienda de comestibles que ambos poseían en el madrileño barrio de Chamberí. A pesar de las diferencias ideológicas y sociales que las separan, que con el tiempo se va diluyendo, cuando se dan cuenta de que la única lucha posible en los años sesenta de una posguerra que se prolonga en el tiempo, es lograr los mismos derechos que los hombres. Consuelo es detenida cuando investiga la desaparición de recién nacidos y se inicia su carrera por la supervivencia. Conoce a Lucie, una mujer que solo busca sobrevivir al hambre y a la violencia que ejerce su marido sobre ella. Lucie resulta crucial para la supervivencia de Consuelo. 



La autora:

Mercedes Gallego Moro, psicóloga y escritora. Estuvo dos años en la Policía Nacional como miembro del Grupo Especial Femenino. Posteriormente, trabajó en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC.
Dentro del género policiaco ha publicado Operación Maletín, Matar al mensajero, La trampa y Nada será igual (serie Candela Luque), El asesino del ajedrez y Mauri.
También ha publicado el libro de relatos Déjame que te cuente y el libro de poemas Los poemas de un trozo de mi vida.

Mi opinión:

Estamos ante una novela muy diferente a lo que a autora nos tiene acostumbrados, una narración intimista que se desarrolla, desde los comienzos de la Guerra Civil Española, hasta la España democrática. La historia de Consuelo y de Laura y de tantas mujeres desconocidas que escribieron nuestra Historia. Una época difícil, en la que las mujeres casi no existían.

Tiene, además, tintes históricos porque, para mí, ha sido una lección de historia, esa que no se suele contar y que, por supuesto, no está en los libros. La vida de las mujeres que se salían de lo que se esperaba de ellas, unas por convicción, otras por necesidad y otras muchas que se quedaban dentro del sistema porque era mucho más sencillo vivir así, aunque eso les pudiese costar el amor de una hija.

Una novela con hombres que luchan por el honor, las promesas, el qué dirán…e incluso el radicalismo militar o religioso.

Una España gris, en la que hay que esconder los sentimientos y las ideas políticas, en la que lo más sencillo es ponerse una venda y callar.

Una historia de personajes, sobre todo las dos mujeres protagonistas, Consuelo y Laura, fuertes y luchadoras. Pero también Leonor, la madre de Consuelo, una persona que dejó todo por amor. ¿Qué habría ocurrido si se hubiese casado con otro? O Lucie, maltratada por su marido y por la vida.

¡Cuántas vidas que se truncaron bajo el yugo de hombres que no estuvieron a la altura!

La autora ha tocado temas complejos, como el robo de niños, las torturas policiales durante las detenciones, las condiciones de las presas en la cárcel de mujeres, la resistencia exilada en París, la creación de Movimientos Democráticos, la lucha feminista, los amores «prohibidos», toda la historia más reciente, perfectamente entretejida y poniendo, por encima de todo, el valor de la verdadera amistad.

No es, sin embargo, una novela política ni partidista, está bien documentada y nos encontraremos buenos y malos en todos los lugares que vamos recorriendo durante nuestra lectura.

Mercedes Gallego nos permite, con esta obra, acercarnos a nuestra historia más reciente.
Muy recomendable.
Almudena Gutiérrez