La autora:
Mónica Gutiérrez Artero nació y vive en Barcelona. Es
licenciada en Periodismo por la UAB y en Historia por la UB. Su carrera
profesional se ha desarrollado en el ámbito de la comunicación y la enseñanza.
Escribe novela, relatos y poesía.
Ella misma se define como: escritora, historiadora, periodista, profesora, alumna, lectora
recalcitrante, bebedora de té, amiga, viajera, soñadora, despistada… Y un
millón de cosas más, ¿y quién no?
Tiene cuatro novelas feelgood
publicadas: Cuéntame una noctalia, Un
hotel en ninguna parte, El noviembre de Kate y La librería del señor
Livingstone. Colabora como redactora en La
Piedra de Sísifo, un gabinete de curiosidades literarias genial, e imparte
talleres de escritura feelgood y
otros cursos para escritores en Ateneo Literario.
Si quieres saber más sobre la autora, visita su página web https://monicagutierrezartero.com/
Sinopsis:
Helena no sabe cómo
sobreviven las familias cuando coinciden todos sus miembros bajo el mismo
techo, pero está a punto de averiguarlo.
Helena, decidida a casarse en Serralles, el pueblo de todos
sus veranos de infancia, regresa a la casa de sus padres para preparar la boda
y reencontrarse con sus hermanos y sobrinos. Un lugar sin sorpresas, hasta que
Helena tropieza con Marc, un buen amigo al que había perdido de vista durante
muchos años, y la vida en el pueblo deja de ser tranquila.
Quizás sea el momento de refugiarse en la nueva librería con
un té y galletas, o acostumbrarse a los excéntricos alumnos de su madre y a las
terribles ausencias. Quizá sea tiempo de respuestas, de cambios y vendimia.
Tiempo de dejar atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando.
Mi opinión:
Leer a Mónica Gutiérrez es para mí un valor seguro. Sé de
antemano que disfrutaré con su lectura. Es una maestra en el tipo de novela
llamada feel good, aunque esta me ha
parecido diferente a las anteriores.
Como siempre, sus descripciones, tanto de lugares como de
personas, hacen que nos metamos dentro de la historia como un personaje más,
disfrutemos, riamos y, si hace falta, lloremos.
El pueblo en el que Helena ha vivido los veranos de su
infancia, en el que todos se conocen y que me ha traído recuerdos que tenía
casi olvidados de unos cuantos veranos que pasé en los alrededores del Pantano
del Burguillo, en lo que hoy llamaríamos un hotel rural (ese término hace más
de cincuenta años no existía). Por cierto, es la primera novela que leo de esta
autora que esté ambientada en España y en verano.
Me ha gustado especialmente la relación con su madre. No
todas las madres muestran abiertamente sus sentimientos, otras los callan, pero
eso no quiere decir que no quieran a sus hijos, que no sufran por ellos o que
no añoren a su compañero de vida, cada minuto.
Las conversaciones con sus hermanos, su hermano mayor y su
hermana pequeña, tan necesarias. No siempre es suficiente saber que están ahí
para cuando los necesitemos o nos necesiten, hay que demostrarlo, acercarnos,
intercambiar confidencias, sentimientos…
No podía faltar su toque inglés con una librería un tanto
extraña, que no vende novedades, sino libros especiales y en la que se puede
uno tomar un riquísimo té con pastas en compañía del excéntrico propietario.
Me he encariñado con los personajes secundarios, siempre tan
importantes en las novelas de Mónica Gutiérrez, cercanos y entrañables, casi
todos.
Los paisajes, ese río en el que he metido mis pies descalzos
y he podido sentir el agua helada de los arroyos cercanos a Los Pirineos, ese
césped que he pisado, mullido y fresco, los olores, el columpio con el frío de
la noche, el té caliente con una nube de leche, la amistad, la importancia de
la familia, la solidaridad…me he sentido bien.
Y luego está Marc y su sonrisa.
¿Previsible? Puede que sí, pero da igual. Es una lectura tan
agradable, tan bien escrita, tan bonita, que da lo mismo que intuyas lo que va
a ocurrir. Merece la pena leer cada una de sus páginas.
Almudena Gutiérrez |
Muchísimas gracias por volver a leerme, Almudena, qué ilusión. Gracias por tus amables palabras y por sentirte tan a gusto en Serralles, con Helena y su familia, pues ese era el objetivo. Un abrazo grande.
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