martes, 4 de febrero de 2020





La cara norte del corazón de Dolores Redondo


En La cara norte del corazón, Dolores Redondo sitúa la trama en agosto del año 2005, mucho antes de los crímenes que conmocionaron el valle del Baztán, con una joven Amaia Salazar.

Para llegar hasta aquí, a veces debes volver al principio.

En agosto de 2005, mucho antes de los crímenes que conmocionaron el valle del Baztán, una joven Amaia Salazar de veinticinco años, subinspectora de la Policía Foral, participa en un curso de intercambio para policías de la Europol en la Academia del FBI en Estados Unidos, que imparte Aloisius Dupree, el jefe de la unidad de investigación. Una de las pruebas consiste en estudiar un caso real de un asesino en serie, a quien llaman  «el compositor», que siempre actúa durante grandes desastres naturales atacando a familias enteras y siguiendo una puesta en escena casi litúrgica. Amaia se convertirá inesperadamente en parte del equipo de la investigación, que les llevará hasta Nueva Orleans, en vísperas del peor huracán de su historia, para intentar adelantarse al asesino...

Pero una llamada de su tía Engrasi desde Elizondo despertará en Amaia antiguos fantasmas de su infancia que lo pueden cambiar todo, exponiéndola de nuevo a la cara norte del corazón.

Una novela trepidante que emociona y quita el aliento.

Mi opinión:

Hace mucho tiempo que leí la Trilogía del Baztán, y aunque no me gustaron todas con la misma intensidad, no se me olvidó el personaje de Amaia Salazar.

En esta novela, Dolores Redondo nos ha explicado mucho más a fondo los miedos de Amaia, lo que los provocaron y porqué cada personaje, sus padres, su tía Engrasi y el bosque, habían formado a la persona que era Amaia en la trilogía.

Porque si en sus libros anteriores el valle del Baztán era un personaje más de sus novelas, en La cara norte del corazón, vuelve a serlo, en los recuerdos de su protagonista, pero compartiéndolo, con muchísima fuerza, el huracán Katrina a su paso por Nueva Orleans.

Con una narración impecable, llegamos a estar ahogados por la niebla, por el hedor de los pantanos, sufrimos con sus gentes, lloramos sus muertos y nos indignamos por la falta de ayuda.

Con Amaia niña, nos enfurecemos aún más con su madre, su padre, la gente que los rodea y que corre un tupido velo a lo que no interesa ver.

Y de fondo de todo esto, una investigación policial, compleja por el lugar en el que hay que llevarlo a cabo, con unos escenarios en los que no se pueden aplicar las técnicas modernas porque el agua lo ha destruido todo.

Un enigmático Dupree, al que ya conocíamos de la trilogía, gran personaje que deja muchas incógnitas y unos mitos y fantasmas a los que la autora da explicaciones lógicas, fuera del mundo de leyenda en el que se mueven los habitantes de Nueva Orleans y de Baztán.

Entre los momentos memorables, me ha encantado la narración de las miles de personas que se cobijaron en «La Louisiana Superdome» y el difícil encaje del tráfico de niños, en ambos continentes.
Como contrapunto negativo, creo que se ha recreado en exceso en algunas descripciones, que podría haber resuelto la novela con cien páginas menos y que el desenlace del caso queda un poco atropellado, demasiado rápido.

Deja algunas cosillas abiertas, algo que no es de extrañar al ser una precuela de su famosa trilogía.
¿Qué vendrá después? Seguro que sigue por este camino pero, hasta ahora, me ha parecido su mejor novela.

Almudena Gutiérrez

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