lunes, 18 de marzo de 2019

De neumáticos y sueños


Este es un relato especial. La autora encontró la foto y le inspiró el relato. Fue publicado en el grupo de fotografía de Facebook Madrid en Blanco y Negro, al que ambas pertenecemos y me quedé enamorada de la historia que, con su permiso, ahora es vuestra.

De neumáticos y sueños.

Archivo de la Comunidad de Madrid 1961
Mucho antes de que Sabina fuera cada domingo al Rastro a comprar carricoches de miga de pan y soldaditos de lata, ellas ya estaban allí, la madre y la hija.

El marido y padre había fallecido recientemente y esa había sido la herencia que las tocó en suerte: el puesto de neumáticos del Rastro...
Y aquél era un domingo como cualquier otro domingo del año.

Las dos de luto, la madre probablemente en un luto que sería permanente, la hija suspirando por el momento en el que llegara el alivio del negro al gris, al azul marino o a cualquier otro color que la permitiera despojarse de aquél en el que no existían las gamas ni los tonos.
Pero tendría que esperar. ¡Menuda era Doña Ángela!

Aquella misma mañana, antes de salir para el Rastro, se había quedado mirando sus piernas desnudas:
— ¿No pensarás salir sin medias?
— Pues sí, madre, sí pienso.

Y después de un tira y afloja y el consiguiente enfurruñamiento de la madre, la hija salió tal y como había pensado salir: sin las dichosas medias negras que hacían que la picaran las piernas.

Y allí estaban... Allí había crecido Angelita, entre puestos de cachivaches y objetos fuera de lugar; enchufes de los que colgaban cables, picaportes, platos desportillados, gafas sin cristales, cromos, monedas, retratos de gente desconocida, algún casco prusiano y libros de viejo que la hubiera gustado saber leer.
Había aprendido a sumar lo justo para que no la engañaran, con eso tenía bastante decía su padre. Pero también había aprendido a soñar y, mientras hundía la aguja en la tela conformando filigranas con hilos de colores a punto de cruz, en espera de algún cliente que estuviera interesado en una rueda usada, Angelita soñaba...
Lucía Durán







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