Pilar Muñoz Álamo vuelve a cedernos un precioso relato para este primer lunes de otoño.
Si todavía no conocéis su obra, podéis visitar su blog Ellas también viven y encontraréis todas sus publicaciones, la última, «Aquello que fuimos», es la ganadora del V Premio Literario de Amazon.
Perdóname
Vuelvo a casa, arrastrando los pies sobre los adoquines
mojados, pisando mi propia sombra que la luna proyecta delante de mí. Una
pareja se besa, rozándose los labios con la timidez de un primer encuentro.
Otra camina entrelazando sus manos, con la felicidad balanceando sus cuerpos al
tiempo que se sonríen, sin hablar. Hay luces encendidas en las ventanas,
siluetas de vida tras las cortinas. Susurros en los portales.
Al subir las escaleras, escucho el eco de mis pasos solitarios;
ya no tienen quien los acompañe. Tampoco quien los espere bajo el quicio de la
puerta junto a un beso deseoso de alcanzar mi boca. Mi corazón se estrecha,
susurra y se lamenta. Por mi maldita inconsciencia.
La oscuridad me recibe aferrada al silencio. Me quito los
zapatos y camino descalza para no importunarlo, y aun así la nostalgia
despierta y me sale al encuentro. Me me parece aspirar su aroma y me ahogan los
recuerdos que dejaron de sumar. ¿Dónde estará?
Un juego tenue de luces y sombras traspasa el umbral de mi
habitación. Mis pupilas se encienden, mi pulso crepita. Avanzo con el alma en
vilo, temiendo disipar la magia que mi mente adivina, dispuesta a soñar. Hay
velas encendidas, sándalo en el aire. Y una rosa de papel en la cama. Siento ganas
de llorar.
La sujeto entre mis manos y luego, la acuno en mi pecho tras
leer nuestros nombres tatuados en las hojas de su tallo. Un suspiro corta el
aire y que me quedo quieta, no me muevo. Es mi respiración la que ahora se
agita. La que me revela que él está detrás de mí.
Sus manos me recorren la cintura, su aliento se aposenta en
mi nuca. Y mis ojos se humedecen cuando mi cuerpo estrecha, cuando un desfile
de besos acomoda en mi cuello como hiciera antaño tantas veces antes de
desnudarme.
Enmudezco. No quiero hablar. Prefiero entregarle mi alma,
deseo redimirme.
Me susurra que me quiere mientras cae la ropa al suelo. Sus caricias me estremecen, mi corazón revive. Y mi conciencia le grita «te
amo» hasta quedar sin voz. Nos enredamos entre sábanas, desnudos en cuerpo y
alma. Con el deseo arrebolado por la ovación de sentimientos reencontrados.
Fundidos hasta el amanecer.
Cuando la luna se apaga y él todavía no duerme, le susurro
al oído:
«No me dejes nunca. Perdóname».
©Pilar Muñoz Álamo - 2016.
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