Parece que el otoño se quiere instalar en nuestras vidas y he elegido un relato en el que caen las hojas de los árboles, con un paisaje parecido al que vamos a empezar a ver en cada rincón.
Pilar Muñoz, con la generosidad que la caracteriza, nos ha cedido unos cuántos para ir publicando en este blog, pero si queréis leer más o conocer su obra, no dudéis en visitar su blog literario Ellas también viven.
«Hojas para el recuerdo»
En este banco del parque me declaraste tu amor, en una noche
preñada de luna llena, ¿te acuerdas? Yo era una jovenzuela loca y tú un donjuán
de tres al cuarto, descarado y guapetón, pretendido por las mozuelas de mi
escuela y de mi calle a espaldas de sus papás, porque labia te sobraba, pero te
faltaban los billetes con los que conquistar sus corazones ignorantes de
emoción. Yo rehuía tu presencia por esa pose altanera y tu falta de humildad,
creyente de que tu cara bonita sería un pasaje hacia una felicidad soñada junto
a una dama y señorita como yo. Qué ilusa fui. No supe que al no mirarte me
convertiría en un reto, en una meta por conquistar. Que plantarías tu bandera
en mitad de mi corazón tras conquistarlo como Neil Armstrong la luna. Sin
podérmela arrancar en los once lustros que vivimos juntos. Ni siquiera cuando
me dijiste adiós.
Caen las hojas de los árboles y me acarician las piernas,
con el mismo roce suave con el que tus manos se aventuraban en esa época de
juventud. Los ojos encendidos, la boca prieta. Y el ansia por poseerme
cristalizando en tu piel. Qué sofocos me subían. Me palpitaba el pecho, aunque
no te lo confesara; no podía permitir que antes de nuestras nupcias mancillaras
mi virtud, que me pusieras en boca de las demás. Y ahora río y descubro que fui
tonta. Por acallar un instinto placentero vetado sin argumentos por aquella
sociedad; por ignorar esa naturaleza animal que Dios nos dio para algo más que
para procrear.
Ahora tengo un pretendiente, a mis ochenta, mira tú. Me
tiemblan las manos cuando lo veo, pero no puedo asegurar que las mueva la
emoción y no la edad. Me toco el pecho y mi corazón no baila al pronunciar su
nombre, aunque me reconforta su compañía. ¿Acaso será por la soledad?
Dudo si quedé privada de sentimientos, si estos cayeron al
suelo dejándome las entrañas huecas como un árbol muerto, sin brotes nuevos,
sin savia alguna que los haga florecer. Si te los llevaste tú a ese lugar sin
nombre en el que me esperas.
Dudo si consentirle a este nuevo hombre que me dé su amor. Si
guardar tu ausencia, según me educaron. Si dejarás de quererme por considerarlo
traición.
Dudo si volver a sentarme en este banco, porque los
recuerdos me matan. O dejar para siempre que las hojas me acaricien. Como si
fueras tú.
© Pilar Muñoz Álamo – 2018
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