lunes, 16 de septiembre de 2019

Hojas para el recuerdo


Parece que el otoño se quiere instalar en nuestras vidas y he elegido un relato en el que caen las hojas de los árboles, con un paisaje parecido al que vamos a empezar a ver en cada rincón.
Pilar Muñoz, con la generosidad que la caracteriza, nos ha cedido unos cuántos para ir publicando en este blog, pero si queréis leer más o conocer su obra, no dudéis en visitar su blog literario Ellas también viven.

«Hojas para el recuerdo»

En este banco del parque me declaraste tu amor, en una noche preñada de luna llena, ¿te acuerdas? Yo era una jovenzuela loca y tú un donjuán de tres al cuarto, descarado y guapetón, pretendido por las mozuelas de mi escuela y de mi calle a espaldas de sus papás, porque labia te sobraba, pero te faltaban los billetes con los que conquistar sus corazones ignorantes de emoción. Yo rehuía tu presencia por esa pose altanera y tu falta de humildad, creyente de que tu cara bonita sería un pasaje hacia una felicidad soñada junto a una dama y señorita como yo. Qué ilusa fui. No supe que al no mirarte me convertiría en un reto, en una meta por conquistar. Que plantarías tu bandera en mitad de mi corazón tras conquistarlo como Neil Armstrong la luna. Sin podérmela arrancar en los once lustros que vivimos juntos. Ni siquiera cuando me dijiste adiós.

Caen las hojas de los árboles y me acarician las piernas, con el mismo roce suave con el que tus manos se aventuraban en esa época de juventud. Los ojos encendidos, la boca prieta. Y el ansia por poseerme cristalizando en tu piel. Qué sofocos me subían. Me palpitaba el pecho, aunque no te lo confesara; no podía permitir que antes de nuestras nupcias mancillaras mi virtud, que me pusieras en boca de las demás. Y ahora río y descubro que fui tonta. Por acallar un instinto placentero vetado sin argumentos por aquella sociedad; por ignorar esa naturaleza animal que Dios nos dio para algo más que para procrear.

Ahora tengo un pretendiente, a mis ochenta, mira tú. Me tiemblan las manos cuando lo veo, pero no puedo asegurar que las mueva la emoción y no la edad. Me toco el pecho y mi corazón no baila al pronunciar su nombre, aunque me reconforta su compañía. ¿Acaso será por la soledad?

Dudo si quedé privada de sentimientos, si estos cayeron al suelo dejándome las entrañas huecas como un árbol muerto, sin brotes nuevos, sin savia alguna que los haga florecer. Si te los llevaste tú a ese lugar sin nombre en el que me esperas.

Dudo si consentirle a este nuevo hombre que me dé su amor. Si guardar tu ausencia, según me educaron. Si dejarás de quererme por considerarlo traición.

Dudo si volver a sentarme en este banco, porque los recuerdos me matan. O dejar para siempre que las hojas me acaricien. Como si fueras tú.

© Pilar Muñoz Álamo – 2018





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