sábado, 8 de diciembre de 2018

A la cuarta va la vencida



Me disponía a escribir la historia de nuestra revista, pero al ser tan corta he pensado dejarlo para más adelante, entre otras cosas, para no dar minutos de gloria a un pasado del que hemos pasado página. Sin embargo, os quiero contar que no es la primera vez que me embargo en la aventura de dirigir una publicación y siempre ha fracasado por lo mismo: la redacción ha querido dirigir. En esta ocasión me propuse que no sería así, que asumiría la dirección con todas las consecuencias y marcaría las pautas desde el primer día. Mi sorpresa, agradable por cierto, fue no tener que marcar territorio, como hacen los animales, porque la calidad de la redacción lo ha hecho innecesario. Por eso no me canso de repetir que es un lujo tener una redacción así.
Mi primer intento fue con la revista Brigada 21, una publicación que no dirigía yo (en teoría), si bien, no en la práctica. Pero dejemos las cosas así, puesto que duró apenas cinco números.
Pasaron unos años y seguía con interés una revista que se quedó sin director, y de la que formaba parte. Me postulé para el «cargo» y los popes del momento se negaron, aunque no sabían maquetar y a duras penas conocían los programas para retocar imágenes. Mi negativa a volver a hacer de «machaca», devino en que accedieran a la petición de dirigirla, pero... Este no es el dichoso pero de siempre, puesto que me imponían los contenidos. ¿Entonces qué me proponían? ¿Figurar mi nombre en la cabecera y no dejarme opinar en los contenidos? No. Por ahí no pasaba.
Renuncié al «cargo», aunque les regalé una portada que no sé si llegaron a utilizar porque aquello terminó como era de esperar: pelea de gallos, pelea de egos... Todo el mundo quería mandar y nadie trabajar. Yo desaparecí fiel a mi estilo de dar media vuelta y dejar atrás lo que me perturba.
Había desistido de mi intento cuando al llegar a Madrid lo vi de nuevo posible. Más de lo mismo, egos y más egos, por lo que cuando la toalla estaba en el suelo, sucia y pisoteada, encontré personas con ganas de trabajar que confiaron en mí para llevar a cabo el proyecto. Así nació Pasar Página. Creo que fue Marina Collazo la que propuso el nombre, debo decir, que con gran acierto, porque sí: pasamos página y en mi caso, caso, pasé mucho más que páginas, porque encontré una redacción que no cuestiona mi dirección, porque saben que no limito iniciativas, más bien al contrario. Eso no quiere decir que pierda de vista los contenidos, que indefectiblemente pasan por mi filtro.
Creo que no ha sucedido jamás que vete las entrevistas que me proponen, aunque se trate de autores en los que no había pensado, pero que la redacción considera de interés general, que es lo que persigo: dar cabida a todos los géneros, a todos los escritores y a los eventos que vayan sucediendo en torno al divino arte de la creación.
Un día dejaré el proyecto porque los años pasan y ya estoy en la recta final de mi productividad, pero lo dejaré en buenas manos, feliz de verlo funcionar más allá de mi presencia. Hemos cumplido un año y todavía me parece mentira haber llegado hasta aquí. Afortunadamente todavía me queda fuerza para seguir adelante y si nada lo impide, celebrar una año más con esos seguidores, que ya han llegado a mil. Gracias a ellos cobramos nuestra nómina mensual porque el dinero no es el único aliciente para hacer lo que nos gusta. Nuestra moneda se llama ilusión, y como dice mi querida amiga e inspiradora María Vicente Porcar, trabajamos por amor: por amor al arte.








Mercedes Gallego Moro

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