domingo, 1 de julio de 2018

Un paseo con Galdós



Hace unos días os hice un pequeño resumen sobre la ruta guiada que había hecho sobre la vida de Galdós. Ahora lo he ampliado y se ha publicado en el número 9 de la Revista Pasar Página. Como omití el cartel en el que figuraban todos los patrocinadores, no quiero dejar de mencionarlos aquí.




Nos encontramos con don Benito una soleada mañana en el Centro Cultural de la Villa, en la plaza de Colón. En una exposición fotográfica que hay en el vestíbulo, podemos observar el Madrid que conoció el escritor al llegar a la capital, cuando este espacio estaba ocupado por La Solana, la Huerta de San Felipe Neri. Aquí se acababa la ciudad, en la Puerta de Recoletos.
Benitín, así le llamaban en casa, dejó Las Palmas de Gran Canaria, su ciudad natal, cuando «mamá Dolores», su madre, quiso alejarle de amoríos poco convenientes y le envió a estudiar a la capital. Siempre conservó su relación con Canarias y mantuvo el ceceo toda su vida. El joven que llegó a Madrid era apuesto, larguirucho, de mirada tímida, andares lentos y muy observador y se encontró con una ciudad en constante cambio que le enamoró y en la que se convirtió en un gran seductor.
Su primera residencia estuvo en la calle de Las Fuentes, en dónde el marqués de Florida Blanca, amigo de la familia, era su fiador. Le encantaba visitar la Puerta del Sol con su fuente Del Chorro con agua de Lozoya del recién inaugurado Canal de Isabel II y El Ateneo, que se encontraba en la calle Montera. Aunque se matriculó en la Universidad Central, su verdadera universidad fue la calle.

Desde la calle Serrano, observamos dos puntos que coinciden con dos casas en las que habitó, la de la propia calle Serrano y la de la plaza de Colón en el lugar en el que hoy están las torres de Colón. En ellas vivió muchos años, siempre acompañado de sus hermanas, sobre todo de Concha, de su madrina y cuñada, cuando ésta enviudó, de dos periquitos, un loro, muchos cachivaches que acumulaba y un piano.
Nunca necesitó casarse, como él mismo reconoció, pero vivió acompañado de mujeres, llegando a decir que sin mujeres no podía existir el arte.
Amó a muchas a lo largo de su vida, pero con todas acabó bien sus relaciones, ayudándolas para que no pasaran necesidades. Si era modistilla, la compraba una máquina de coser, si era actriz, la procuraba un papel en una buena obra y, si era necesario, la pasaba una pensión para mantenerla, lo que le llevó a la ruina económica en más de una ocasión.
Una en especial, fue su gran amor: Emilia Pardo Bazán. La conoció dando ella una conferencia en el Ateneo. fue la primera mujer en hablar en este insigne lugar. La escritora se fijó en un periodista larguirucho que intentaba sin éxito cruzar sus piernas. Se enamoraron —“hemos cumplido un sueño, mi quiño adorado”— diría de él en una de las cartas que se conservan y vivieron una apasionada historia que duró varios años. Juntos viajaron a París, a la Exposición Universal y allí ella le fue infiel con Lázaro Galdiano, confesándoselo poco después. Don Benito no pudo perdonarla, aunque ella le insistió que había sido “un error momentáneo de los sentidos, fruto de las circunstancias imprevistas”.
Galdós tuvo el privilegio de vivir en primera persona grandes acontecimientos sobre los que después escribía. Y lo que no había vivido, se lo narraba su amigo y cronista de la época Mesonero Romanos o buscaba las fuentes que se lo contasen. Así buscó al grumete Galán, superviviente de la batalla de Trafalgar, primero de sus Episodios Nacionales. Porque cuando él salía a pasear, siempre decía “Vamos a ver la historia de España”, y luego lo plasmaba en papel, siendo el escritor más prolífico de nuestra literatura si sumamos sus novelas, sus artículos periodísticos, sus discursos políticos y sus obras de teatro.
En su obra reflejó todos los tipos de mujeres existentes, desde Doña Perfecta, basada en su propia madre, hasta sus famosas Fortunata y Jacinta. Puso en boca de sus protagonistas fuerza y libertad por lo que hoy se le considera un feminista.

El concurrido Parque del Retiro, muy diferente al que Don Benito conoció, pero con el mismo encanto, es un buen lugar para hablar de Electra, la obra de teatro que marcó un antes y un después en la dramaturgia de la época. Su estreno ayudó a derrocar un gobierno y a crear un grupo inmortal.
En boca de todo Madrid estaba el Caso Ubao, que había llegado al Supremo y cuyos demandantes estaban representados por dos abogados muy conocidos, Salmerón y Maura.  La familia de una joven, defendida por Salmerón, demandaba a ésta, defendida por Maura, por la decisión de ingresar en un convento tras recibir ejercicios espirituales por parte de un jesuita. Este proceso coincidió en el tiempo con el estreno de Electra que contaba una historia que se podía asemejar, aunque Galdós nunca nombró a los jesuitas.
En el patio de butacas se encontraban Pío Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu y Valle Inclán. En un momento dado Ramiro de Maeztu gritó “fuera los jesuitas”, lo que encendió al público y convirtió el estreno en una exaltación social. Manifestaciones, artículos periodísticos, críticas, dieron lugar a que unos meses después el gobierno se viese obligado a dimitir.
Por otra parte, el grupo de escritores que allí estaban reunidos decidieron fundar una revista cuyo primer número prologó el propio Galdós y que fue el comienzo de la llamada Generación del 98.
A Don Benito le hizo mucho daño este acontecimiento, le catalogaron de anticlerical y durante la dictadura fue un autor renegado, menor. Es ahora, en el siglo XXI, cuando se ha vuelto a leer, a hablar de su vida y a encumbrarle al lugar en el que se merece estar.

Nuestro paseo ha llegado a su fin y no podía ser en otro sitio que en el monumento que le inmortaliza en El Retiro. En esta escultura en piedra se plasma a un hombre viejo, sentado, con sus piernas cubiertas con una manta, cansado y ciego. No obstante pudo disfrutar del momento junto al escultor de la obra, Victorio Macho, al que conocía desde niño y que le llamaba cariñosamente abuelo.
Música y flores para homenajear a este gran escritor, han sido un bello broche final. Solo me queda invitaros a leer a don Benito Pérez Galdós.
Almudena Gutiérrez

(Ruta organizada por la Asociación Verde Viento, Emisora Escuela M21, Ayuntamiento de Madrid, Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa e Historia Urbana de Madrid)

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