El pasado
domingo hice una ruta guiada organizada por la Asociación Verde Viento con la
finalidad de conocer un poco mejor la figura de Benito Pérez Galdós.
Son muchas las
rutas que este año, en el que se cumple el 175 aniversario de su nacimiento, se
están haciendo por Madrid, pero todas se centran en visitar los lugares
emblemáticos en los que vivieron sus personajes, principalmente, Fortunata y Jacinta.
Ésta tenía de
particular que quería ahondar más en su vida personal, su familia, sus paseos,
sus mujeres, sus casas y su vejez.
El punto de
encuentro, el Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez, no estaba elegido al
azar. En estas inmediaciones vivió muchos años el escritor, tanto en la misma
plaza de Colón, donde hoy divisamos las dos torres del mismo nombre, como en la
calle de Serrano, casi enfrente del Museo Arqueológico.
Era por tanto este paseo, el que realizaba muchos días don Benito, empapándose de esa ciudad
que tanto le gustaba y en la que vivió prácticamente toda su vida.
Tuvimos que huir
de la concentración que estaba prevista a los pocos minutos de nuestra llegada,
para intentar entrar en el Guiness con el mayor número de personas bailando
flamenco al mismo tiempo. Un poco más adelante, el tráfico de la calle Serrano; en la Puerta de Alcalá, nos esperaba la cita anual de moteros con Harley
Davidson y ya en el Parque del Retiro, los miles de madrileños que habían
acudido a disfrutar de una agradable mañana y algunos festejos propios de las
celebraciones de San Isidro.
A pesar de todo
esto, inevitable en una ciudad como Madrid, nos empapamos de la historia de
este insigne escritor, tantos años olvidado por considerarle demasiado liberal,
anticlerical y mujeriego. No importaba que su obra fuese la más prolífica en la
literatura española, y sus Episodios Nacionales, una gran Historia de España, se silenciaba cuando no interesaba su persona.
Fue autor de
novela, de teatro, de cuentos o relatos, de artículos periodísticos, de
discursos políticos y de ensayos. Escribía una novela cada tres meses y
corregía sus propias obras. Su universidad era la calle, todo lo que veía en
sus paseos, escuchaba en sus tertulias, en su vida cotidiana, lo plasmaba en su
literatura.
«Imagen
de la vida es la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los
caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las
almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos
rodea, y el lenguaje, que es la marca de raza, y las viviendas, que son el
signo de familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la
personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza
entre la exactitud y la belleza de la reproducción...»(Benito Pérez Galdós)
Acabamos la ruta
en el monumento que, por donación popular y a instancias de los hermanos
Álvarez Quintero se hizo en su honor y que descansa en El Retiro, muy cerca del
Palacio de Cristal. Fue inaugurado el 19 de enero de 1919 y don Benito, aunque
ciego, presenció el acontecimiento. Cuentan que le tocó la cara y le dijo a
Victorio Macho, autor de la escultura, que le había sacado muy parecido.
Fue una mañana
de recordar a un maestro de las letras, de aprender muchas cosas que desconocía
y de llegar a casa con la intención de volver a leer alguna de sus obras.
La crónica de
esta ruta la escribiré para próximos números de la Revista Pasar Página, entre
tanto, os invito a leer a Don Benito Pérez Galdós.
Almudena
Gutiérrez
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