martes, 20 de abril de 2021

Recordando a Lope de Vega

 

LA ENTREVISTA SOÑADA

DON FÉLIX LOPE DE VEGA CARPIO

25/11/1.562 ― 27/08/1.635

Esta entrevista a Don Félix Lope de Vega Carpio es quizás, junto con la de Don Francisco de Quevedo una de las más soñadas, aunque tengo que confesar que me ha costado muchísimo trabajo, ya que el personaje ha sido muy reacio a ser entrevistado.

CMA — Muchas gracias por haber accedido por fin, a ser entrevistado.

Creo que habrá sentido pesar de muchas cosas, salvo de no haber tenido una vida plena, a pesar de proceder de familia humilde y de ser un niño precoz.

FLdV — No se equivoca, mis padres, él de profesión bordador y ella dedicada a sus labores, procedían de Cantabria y se trasladaron a Madrid recién nombrada capital del reino en 1.561, en busca como todos de oportunidades, aunque tengo entendido que primero llegó mi padre que iba tras una aventura amorosa, viniendo mi madre poco tiempo después al rescate de su marido. Siempre he creído que fui fruto de la reconciliación del matrimonio, en el que siempre estuvieron los celos por medio.

Teniendo muy corta edad, ya leía latín y castellano y efectivamente, con once años compuse versos, escribiendo a los doce mi primera comedia. Me llevaron a la escuela de Don Vicente Gómez Espinel, que además de ser paisano de mis padres, era un gran sacerdote, escritor y músico. Después confirmé mis estudios en la Compañía de Jesús, para trasladarme de 1.577 a 1.581 al Colegio de los Manriques de la Universidad de Alcalá de Henares, edificio que según noticias que me han llegado, en su época forma parte de algo que llaman Parador; pero a pesar de mis estudios nunca obtuve ningún título académico.

CMA — ¿Quizás debido a su desordenada y mujeriega vida, y dado que no fue capaz de obtener título alguno, sus protectores dejaron de costear sus estudios?

FLdV — ¡Es posible! No logré obtener el título de Bachiller y tuve que ganarme la vida, entrando como secretario de aristócratas y escribiendo alguna que otra obra. No obstante con veintiún años decidí alistarme en la Marina, a bordo de un barco cuyo mando ostentaba Don Álvaro de Bazán, peleando en la batalla de la isla Terceira, ya sabe, una de las que forman el Archipiélago de las Azores.

CMA — Perdóneme la indiscreción, pero usted fue en extremo mujeriego, ¿me equivoco?

FLdV — Pues no, no se equivoca. Las mujeres han sido mi punto débil, para qué negarlo. Si esto lo unimos a que yo no era feo, tenía muy buen verbo y sabía cómo tratarlas, sume usted y encontrará el resultado.

CMA — ¡Ya! Pero… usted no admitía ser dejado por una mujer. Sin ir más lejos, alguna de ellas, o mejor la situación que esa mujer tenía, le costó ir a la cárcel ¿no es cierto?

FLdV — Si se refiere usted a mis amores con Elena Osorio, ella era todo gracia y delicadeza. Estaba separada de su esposo, un actor llamado Cristóbal Calderón, si no recuerdo mal; pero ella, por pura conveniencia a pesar de estar conmigo y de que yo pagaba sus favores con comedias para que fueran representadas por la compañía de su padre, decidió entablar relaciones con un noble. Eso me exasperó, es cierto, y llevado por el despecho escribí un libelo que todavía recuerdo:

Una dama se vende a quien la quiera.
En almoneda está. ¿Quieren compralla?
Su padre es quien la vende, que aunque calla,
su madre la sirvió de pregonera…

CMA — Disculpe que le corrija, pero creo que no fue por esos versos, ya de por si crudos, por los que acabó encarcelado, sino por otros mucho más groseros y explícitos que voy a recordarle.

Los que algún tiempo tuvisteis/Noticias del Lavapiés/De hoy más sabed que su calle/No lava, que sucia es;/Que en ella hay tres damas/Que, a ser cuatro como tres/Pudieron tales columnas/Hacer un burdel francés./…Es puta de dos y cuatro,/Y a mí me dijo un inglés/Que la vio sus blancas piernas/Por dos varas delantes…/A cuantos piden su cuerpo/Se lo da por interés:/Hizo profesión de puta;/¡ved qué convento de Uclés!

¿Le parece normal atentar así públicamente contra una mujer?

FLdV — Vamos a decir que, es posible que me sobrepasara un poco, pero pienso como mi buen amigo Don Francisco (se refiere a Quevedo) «¿…siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿nunca se ha decir lo que se siente…? Quien dice verdades ni mata ni ofende. Fue demasiada mi condena, acabé en la cárcel y lo malo es que me consideraron reincidente, en un segundo proceso. Eso acabó con un destierro de la Corte durante ocho años. Aunque no hay mal que por bien no venga y ello me valió para recordar aquellos amores en mi obra «La Dorotea» si bien es cierto que entonces ya ocupaba mi corazón la que fue mi mujer, Isabel de Alderete y Urbina.

»Nos casamos el 10 de mayo de 1.588 costándome mucho trabajo obtener el permiso de mi suegro, Diego de Urbina, pintor del rey; lo que me llevó a raptar a Isabel, con su consentimiento, y acabar de una vez. ¡Oh! mi querida Belisa, como la llamaba para que nadie la identificara en unos versos que le escribí.

CMA — ¿Volvió a retomar su carrera militar?

FLdV — Me alisté en la Gran Armada, en el galeón San Juan, dispuesto a llevar a cabo el ataque a la pérfida Albión, según definiría años más tarde a Inglaterra, el poeta y diplomático francés Agustín Louis Marie de Ximénèz. Pero no crea que me guiaba el valor y el honor, fue la forma de hacerme perdonar por la familia de Isabel haberla raptado. Cuando todo aquello acabó, en derrota, como supongo que conoce, me dirigí a Valencia para vivir con mi esposa.

CMA — Volvió a escribir en la ciudad del Turia.

FLdV — Sí, allí aprendí muchas cosas y conocí gente muy interesante, como fueron los componentes de la llamada Academia de los Nocturnos, institución literaria creada por iniciativa del canónigo Tárrega y el noble Catalá de Valeriola.

CMA — ¿Me puede explicar cuáles eran sus actividades?

FLdV — La academia la componían alrededor de cincuenta hombres, nobles y de alta alcurnia. Se reunían todos los miércoles en el palacio de Catalá. Sobre el asunto siempre elegido por el anfitrión, se leían discursos; morales o políticos, además de poesías. Las reuniones siempre eran de noche, de ahí lo de nocturnos, cada uno de sus miembros se ponía un nombre con el que calificaba a la noche, por ejemplo: Obscuro, Lúgubre, Tinieblas, llamándose su presidente Sombra, Miedo el canónigo Tárrega y Sosiego Miguel Baneyto, que fue Justicia y Conseller de la ciudad.

Allí aprendí a narrar dos historias a la vez dentro de la misma obra, rompiendo así la unidad de acción

CMA — ¿Cuándo vuelve a la Corte?

FLdV — En 1590 torné a Toledo cuando ya había cumplido los dos años de destierro, pero lo hice triste. Isabel y yo tuvimos dos hijas que fallecieron en la infancia, pero el parto de Teodora, la segunda, se llevó a Isabel poco antes de acabar el destierro.

CMA — Pero después de la escritura su gran pasión fueron las mujeres ¿acierto en el orden? Porque se le adjudican once mujeres aparte de sus dos esposas y catorce hijos.

FLdV — Sí, sí, por ese orden. Pero piense usted que yo no fui hombre para vivir sin estar enamorado; de hecho me enamoré de Micaela Lujan con quien tuve cuatro hijos, sintiendo que dos de ellos los tuviera cuando aún estaba casada y otros dos estando viuda. Para mí el amor era muy importante y los hijos eran una bendición de Dios. Piense usted en mi hija Marcela una de mis favoritas y la última que tuve con Micaela. Como sabe Marcela se hizo monja trinitaria.

Pero no crea que no atendí a mis hijos y a las madres; me hice cargo de todos y para ello trabajé muy duro. Escribí una obra enorme, sobre todo, poesía lírica y comedias, que muchas veces se imprimieron sin mi consentimiento, sin corregir e incluso, deturpadas.

CMA — ¿Con este tipo de vida, vamos a decir, disoluta, qué le llevo a ordenarse sacerdote?

FLdV — Tuve una profunda crisis debido a la muerte de gente muy próxima a la que amaba muchísimo. Creo que fue entonces, cuando tomé conciencia de lo efímero de la vida. De 1611 a 1614 fueron muchas y muy seguidas las pérdidas. Primero fui víctima de un intento de asesinato, después falleció mi esposa Juana Guardo, constantemente enferma, pero con anterioridad había muerto mi hijo Carlos Félix y fue entonces cuando me di cuenta, como se puede leer en mi obra «Rimas Sacras» que  todo tenía un final y mi vida, la que había llevado hasta entonces debía de terminar. Pero así y todo, ya ordenado sacerdote, no puede evitar volverme a enamorar, esta vez de Marta de Nevares.

He pensado mucho en por qué tantos sufrimientos, viendo morir a mis hijos o a mis esposas, hasta el punto de que me sentía casi como un Ángel Exterminador, ese que en la Biblia aparece en hebreo como Abaddón, el rey del abismo.

Vi como Marta se quedaba ciega y moría loca, como todos mis hijos iban muriendo unos tras otros, excepto Marcela que me sobrevivió. Ahora juzgue usted misma.

CMA — Pues no Don Félíx, yo no soy nadie para juzgarle, sólo quiero darle las gracias como persona y personaje, como autor a quien no se ha olvidado y que nos ha dejado obras tan maravillosas como Fuenteovejuna, El Perro del Hortelano, El castigo sin venganza, El mejor alcalde, el rey, La dama boba etc.etc. y que aun hoy, en el siglo XXI se siguen representando con éxito.

Gracias por enseñarnos a conocer y a respetar ese maravilloso Siglo de Oro que llevó a España a lo más alto de las letras. Le estamos muy agradecidos y no dude de que se le sigue recordando y estudiando su obra.

FLdV — Muchas gracias a nuestra Patria y a ustedes, los de esa generación que todavía me lee y representa mis obras.

Carmen Martín Audouard


 

Entrevista publicada en el número 11 de Pasar Página

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