LA
ENTREVISTA SOÑADA
DON
FÉLIX LOPE DE VEGA CARPIO
25/11/1.562
― 27/08/1.635
Esta
entrevista a Don Félix Lope de Vega Carpio es quizás, junto con la de Don
Francisco de Quevedo una de las más soñadas, aunque tengo que confesar que me
ha costado muchísimo trabajo, ya que el personaje ha sido muy reacio a ser
entrevistado.
CMA
— Muchas gracias por haber accedido por fin, a ser entrevistado.
Creo
que habrá sentido pesar de muchas cosas, salvo de no haber tenido una vida
plena, a pesar de proceder de familia humilde y de ser un niño precoz.
FLdV
— No se equivoca, mis padres, él de profesión bordador y ella dedicada a sus
labores, procedían de Cantabria y se trasladaron a Madrid recién nombrada
capital del reino en 1.561, en busca como todos de oportunidades, aunque tengo
entendido que primero llegó mi padre que iba tras una aventura amorosa, viniendo
mi madre poco tiempo después al rescate de su marido. Siempre he creído que fui
fruto de la reconciliación del matrimonio, en el que siempre estuvieron los
celos por medio.
Teniendo
muy corta edad, ya leía latín y castellano y efectivamente, con once años compuse
versos, escribiendo a los doce mi primera comedia. Me llevaron a la escuela de
Don Vicente Gómez Espinel, que además de ser paisano de mis padres, era un gran
sacerdote, escritor y músico. Después confirmé mis estudios en la Compañía de
Jesús, para trasladarme de 1.577 a 1.581 al Colegio de los Manriques de la
Universidad de Alcalá de Henares, edificio que según noticias que me han
llegado, en su época forma parte de algo que llaman Parador; pero a pesar de
mis estudios nunca obtuve ningún título académico.
CMA
— ¿Quizás debido a su desordenada y mujeriega vida, y dado que no fue capaz de
obtener título alguno, sus protectores dejaron de costear sus estudios?
FLdV
— ¡Es posible! No logré obtener el título de Bachiller y tuve que ganarme la
vida, entrando como secretario de aristócratas y escribiendo alguna que otra
obra. No obstante con veintiún años decidí alistarme en la Marina, a bordo de
un barco cuyo mando ostentaba Don Álvaro de Bazán, peleando en la batalla de la
isla Terceira, ya sabe, una de las que forman el Archipiélago de las Azores.
CMA
— Perdóneme la indiscreción, pero usted fue en extremo mujeriego, ¿me equivoco?
FLdV
— Pues no, no se equivoca. Las mujeres han sido mi punto débil, para qué
negarlo. Si esto lo unimos a que yo no era feo, tenía muy buen verbo y sabía
cómo tratarlas, sume usted y encontrará el resultado.
CMA
— ¡Ya! Pero… usted no admitía ser dejado por una mujer. Sin ir más lejos, alguna
de ellas, o mejor la situación que esa mujer tenía, le costó ir a la cárcel ¿no
es cierto?
FLdV — Si se refiere usted a mis amores con Elena Osorio, ella era todo gracia y delicadeza. Estaba separada de su esposo, un actor llamado Cristóbal Calderón, si no recuerdo mal; pero ella, por pura conveniencia a pesar de estar conmigo y de que yo pagaba sus favores con comedias para que fueran representadas por la compañía de su padre, decidió entablar relaciones con un noble. Eso me exasperó, es cierto, y llevado por el despecho escribí un libelo que todavía recuerdo:
CMA — Disculpe que le corrija, pero creo que no
fue por esos versos, ya de por si crudos, por los que acabó encarcelado, sino
por otros mucho más groseros y explícitos que voy a recordarle.
Los que algún tiempo tuvisteis/Noticias
del Lavapiés/De hoy más sabed que su calle/No lava, que sucia es;/Que en ella
hay tres damas/Que, a ser cuatro como tres/Pudieron tales columnas/Hacer un
burdel francés./…Es puta de dos y cuatro,/Y a mí me dijo un inglés/Que la vio
sus blancas piernas/Por dos varas delantes…/A cuantos piden su cuerpo/Se lo da
por interés:/Hizo profesión de puta;/¡ved qué convento de Uclés!
¿Le parece normal atentar así públicamente
contra una mujer?
FLdV — Vamos a decir que, es posible que me sobrepasara un poco, pero pienso
como mi buen amigo Don Francisco (se refiere a Quevedo) «¿…siempre se ha de
sentir lo que se dice? ¿nunca se ha decir lo que se siente…? Quien dice
verdades ni mata ni ofende. Fue demasiada mi condena, acabé en la cárcel y lo
malo es que me consideraron reincidente, en un segundo proceso. Eso acabó con
un destierro de la Corte durante ocho años. Aunque no hay mal que por bien no
venga y ello me valió para recordar aquellos amores en mi obra «La Dorotea» si
bien es cierto que entonces ya ocupaba mi corazón la que fue mi mujer, Isabel
de Alderete y Urbina.
»Nos casamos el 10 de mayo de 1.588 costándome mucho trabajo obtener el
permiso de mi suegro, Diego de Urbina, pintor del rey; lo que me llevó a raptar
a Isabel, con su consentimiento, y acabar de una vez. ¡Oh! mi querida Belisa,
como la llamaba para que nadie la identificara en unos versos que le escribí.
CMA — ¿Volvió a retomar su carrera militar?
FLdV — Me alisté en la Gran Armada, en el galeón San Juan, dispuesto a
llevar a cabo el ataque a la pérfida Albión, según definiría años más tarde a
Inglaterra, el poeta y diplomático francés Agustín Louis Marie de Ximénèz. Pero
no crea que me guiaba el valor y el honor, fue la forma de hacerme perdonar por
la familia de Isabel haberla raptado. Cuando todo aquello acabó, en derrota,
como supongo que conoce, me dirigí a Valencia para vivir con mi esposa.
CMA — Volvió a escribir en la ciudad del Turia.
FLdV — Sí, allí aprendí muchas cosas y conocí gente muy interesante,
como fueron los componentes de la llamada Academia de los Nocturnos, institución
literaria creada por iniciativa del canónigo Tárrega y el noble Catalá de
Valeriola.
CMA — ¿Me puede explicar cuáles eran sus actividades?
FLdV — La academia la componían alrededor de cincuenta hombres, nobles
y de alta alcurnia. Se reunían todos los miércoles en el palacio de Catalá.
Sobre el asunto siempre elegido por el anfitrión, se leían discursos; morales o
políticos, además de poesías. Las reuniones siempre eran de noche, de ahí lo de
nocturnos, cada uno de sus miembros se ponía un nombre con el que calificaba a la
noche, por ejemplo: Obscuro, Lúgubre, Tinieblas, llamándose su presidente
Sombra, Miedo el canónigo Tárrega y Sosiego Miguel Baneyto, que fue Justicia y
Conseller de la ciudad.
Allí aprendí a narrar dos historias a la vez dentro de la misma obra,
rompiendo así la unidad de acción
CMA — ¿Cuándo vuelve a la Corte?
FLdV — En 1590 torné a Toledo cuando ya había cumplido los dos años de
destierro, pero lo hice triste. Isabel y yo tuvimos dos hijas que fallecieron
en la infancia, pero el parto de Teodora, la segunda, se llevó a Isabel poco
antes de acabar el destierro.
CMA — Pero después de la escritura su gran pasión fueron las mujeres
¿acierto en el orden? Porque se le adjudican once mujeres aparte de sus dos
esposas y catorce hijos.
FLdV — Sí, sí, por ese orden. Pero piense usted que yo no fui hombre
para vivir sin estar enamorado; de hecho me enamoré de Micaela Lujan con quien
tuve cuatro hijos, sintiendo que dos de ellos los tuviera cuando aún estaba
casada y otros dos estando viuda. Para mí el amor era muy importante y los
hijos eran una bendición de Dios. Piense usted en mi hija Marcela una de mis
favoritas y la última que tuve con Micaela. Como sabe Marcela se hizo monja
trinitaria.
Pero no crea que no atendí a mis hijos y a las madres; me hice cargo
de todos y para ello trabajé muy duro. Escribí una obra enorme, sobre todo,
poesía lírica y comedias, que muchas veces se imprimieron sin mi
consentimiento, sin corregir e incluso, deturpadas.
CMA — ¿Con este tipo de vida, vamos a decir, disoluta, qué le llevo a
ordenarse sacerdote?
FLdV — Tuve una profunda crisis debido a la muerte de gente muy próxima
a la que amaba muchísimo. Creo que fue entonces, cuando tomé conciencia de lo
efímero de la vida. De 1611 a 1614 fueron muchas y muy seguidas las pérdidas.
Primero fui víctima de un intento de asesinato, después falleció mi esposa
Juana Guardo, constantemente enferma, pero con anterioridad había muerto mi
hijo Carlos Félix y fue entonces cuando me di cuenta, como se puede leer en mi
obra «Rimas Sacras» que todo
tenía un final y mi vida, la que había llevado hasta entonces debía de
terminar. Pero así y todo, ya ordenado sacerdote, no puede evitar volverme a
enamorar, esta vez de Marta de Nevares.
He pensado mucho en por qué tantos sufrimientos, viendo morir a mis
hijos o a mis esposas, hasta el punto de que me sentía casi como un Ángel
Exterminador, ese que en la Biblia aparece en hebreo como Abaddón, el rey del
abismo.
Vi como Marta se quedaba ciega y moría loca, como todos mis hijos iban
muriendo unos tras otros, excepto Marcela que me sobrevivió. Ahora juzgue usted
misma.
CMA — Pues no Don Félíx, yo no soy nadie para juzgarle, sólo quiero
darle las gracias como persona y personaje, como autor a quien no se ha
olvidado y que nos ha dejado obras tan maravillosas como Fuenteovejuna, El Perro del Hortelano, El castigo sin venganza, El mejor alcalde, el rey, La dama boba etc.etc. y que aun hoy, en el siglo XXI se siguen
representando con éxito.
Gracias por enseñarnos a conocer y a respetar ese maravilloso Siglo de
Oro que llevó a España a lo más alto de las letras. Le estamos muy agradecidos
y no dude de que se le sigue recordando y estudiando su obra.
FLdV — Muchas gracias a nuestra Patria y a ustedes, los de esa generación
que todavía me lee y representa mis obras.
Carmen Martín Audouard |
Entrevista publicada en el número 11 de Pasar Página
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