jueves, 22 de abril de 2021

Recordando a Miguel de Cervantes

Quiero en primer lugar pedir perdón a mi ilustre personaje por mi osadía al entrevistarlo, porque el personaje de hoy no es cualquiera. Hoy tengo a mi lado nada más y nada menos que a Don Miguel de Cervantes Saavedra, Príncipe de los Ingenios, a quien quiero agradecer su presencia. 

Carmen Martin Audouard ― Don Miguel muchísimas, muchísimas gracias por aceptar esta entrevista que ya le advierto será parca en las preguntas, pues me parece que es usted el que tiene que hablar mientras yo escribo.

Miguel de Cervantes Saavedra ― Trataré de no dejarla en mal lugar.

CMA ― Don Miguel, usted nació en 1547 en Alcalá de Henares cerca de Madrid. Corren rumores de que trato de hacer tangibles que era cristiano viejo ¿es cierto?

MdCS ― Bien, vayamos por partes. En aquellos años Alcalá ya era una villa importante y antigua, tenga en cuenta que allí habitaron romanos, árabes y judíos, y en el S XIV fue una población emergente debido a las transacciones y al mercado comarcal, lo que hizo crecer la población. La judería y la morería de Alcalá fueron de las más notables de Castilla, y en ese mismo siglo tuvieron lugar en la ciudad Las Cortes de Castilla  que, aunque menos significativas que las de las instituciones similares, en la Corona de Aragón con las Cortes de Aragón, Catalanas y Valencianas, fueron enormemente importantes. Se concedía a la oligarquía urbana de ciertas ciudades el «voto en Cortes» y supusieron la renovación periódica de la relación política entre rey y reino. Si a todo eso le unimos que, en 1499 el cardenal Don Francisco Jiménez de Cisneros fundó la Universidad, Alcalá era una villa, efectivamente muy importante.

Nunca pude demostrar mi limpieza de sangre, aunque es cierto que mi abuelo paterno fue familiar de la Inquisición, sin olvidar que mi abuela perteneció a una familia de médicos cordobeses lo que hace pensar que pude tener alguna «raza» de confeso, e incluso a mi padre Don Rodrigo, que fue un cirujano itinerante suscito sospechas de ser un converso.

CMA ― Fue el tercero de cinco hijos y en 1566 recién instalada la corte en Madrid se va a vivir allí con su familia, usted ya tenía diecinueve años, lo que en aquella época le hacía ser, no ya un muchacho, sino un hombre. ¿Pensó que en Madrid tendría más oportunidades?

MdCS ― En el mes de junio de 1561 S.M. el Rey nuestro señor Don Felipe II, que Dios guarde, había trasladado la Corte a Madrid desde Toledo. Se dieron varias razones para ello: tratar de contentar a Doña Isabel de Valois, que se asfixiaba dentro del alcázar toledano y era realmente insistente con su esposo para salir de allí, y después, alejar la corte de la influencia del Arzobispo  Bartolomé de Carranza, quien a pesar de haber sido premiado por Don Felipe II con el arzobispado, sorprendió por su forma de ejercer la caridad, gastando cantidades ingentes de ducados en redimir cautivos, casar huérfanas, dar estudio a los pobres, atender a los presos y dar limosnas a los hospitales. Todo esto y el que, en cualquier causa promovida por la Inquisición, el nombre de Don Bartolomé era invocado como defensor, con más frecuencia de la deseada por sus enemigos, hizo que el inquisidor Fernando Valdés comenzara a instigar la forma de poder procesar al Obispo. Todo esto trajo la consecuencia, de que Madrid se convirtiera en el centro político de la monarquía, lo que supuso que tres años después, yo iniciara mi carrera como escritor, contando con el aprecio y amistad de Don Juan López de Hoyos, que ostentaba el cargo de rector del Estudio de la Villa.

CMA ― ¿Qué le llevó a tomar la carrera de las armas?

MdCS ― Mi hermano Rodrigo militaba en la compañía de Diego de Urbina, y en aquel momento la Armada de la Santa Liga, al mando de Don Juan de Austria, tiene la intención de hacer frente a los turcos, defender Chipre y luchar contra los infieles.

CMA ― ¿Qué supuso para usted Lepanto? Se dice que allí usted combatió muy valientemente, que incluso con una importante calentura prefería morir luchando por Dios y por su Rey que apartarse de la cubierta, siendo destinado al esquife situado en la popa de la nave, un lugar de los más peligrosos dentro del barco.

MdCS ― Como usted sabrá, Lepanto o Naupacto, era una bella ciudad que daba nombre al Golfo situado a su vez al norte del Golfo de Corinto. La ciudad ya era conocida por los mitos de Heracles, donde se menciona que ese semidiós construyó una flota, para acometer la invasión del Peloponeso, siendo el mismo lugar donde se desarrolló la batalla entre atenienses y espartanos, durante la conocida como Guerra del Peloponeso. Es la zona donde tuvo lugar la batalla naval que lleva su nombre entre la Santa Liga, compuesta por España, Venecia, los Estados Papales y Génova, contra el Imperio Otomano, siendo un sitio con multitud de arrecifes. Había embarcado en la galera Marquesa, y mi recuerdo de aquel lugar nunca fue bueno, recibí dos disparos de arcabuz en el pecho y un tercero en la mano izquierda que me la dejó inútil, aunque tuve la suerte de no perderla y aguantar junto con mis compañeros, hasta la llegada de Don Álvaro de Bazán, que desde la retaguardia reforzó los puntos críticos de la batalla. Pero siempre me he sentido orgulloso de que mi manquedad no nació en una taberna, sino en una de las glorias más grandes que tuvo España. Y como evoque contra Avellaneda «Si mis heridas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas, a lo menos, en la estimación de los que saben dónde se cobraron; que el soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga, y es esto en mi de manera, que si ahora me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella facción prodigiosa que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella». Esto es para mí Lepanto.

CMA ― Estuvo al borde de la muerte y cayó preso de los turcos.

MdCS ― Fui preso en Argel,  enorme prisión para muchos cientos de los nuestros, allí encabecé una fuga que resultó frustrada; no desistí, volviendo a escapar, pero quiso Dios que un renegado revelara mi escondite, y de nuevo estuve preso, hasta que se efectuó por parte de unos sacerdotes trinitarios el pago de los quinientos ducados que valía mi libertad.

CMA ― Si le parece dejamos las guerras y hablamos de mujeres, de sus mujeres. Usted fue un gran amante de la libertad pero no solo para usted sino también para las mujeres. Las quería libres, poderosas y elocuentes ¿Me equivoco?

MdCS ― En absoluto. Siempre ha sido para mí el mejor don. Si usted ha leído El Quijote, sabrá que hay una charla entre Alonso Quijano y su escudero Sancho, donde aquel le dice «La libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre, por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida…» En otras de mis obras ellas pronuncian discursos que deberían recordarse para siempre, en defensa de la libertad para las mujeres, que normalmente tienen un gran don de la palabra.

Mis hermanas me hicieron ver el rechazo al matrimonio por obligación. Ellas vivieron relaciones de libertad con hombres de gran prestigio, con los que nunca se casaron, incluso Marcela, huye del matrimonio y de sus pretendientes haciéndose pasar por pastora para vivir en libertad, y qué decir de La Gran Sultana donde Doña Catalina reivindica su derecho a la libertad religiosa o La Gitanilla, que cuando es vendida a un caballero, se enfrenta a comprador y vendedores mientras les dice: «Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que quisiere…» Y por último quiero decirle que tuve una hija, Isabel, a la que también quise libre, y que al ser su madre mujer casada, no puede darle mi apellido y tuvo que llevar los del marido de su madre, cosa que me contrarió bastante.


CMA ― Nadie lee desde hace muchísimos años libros de caballería, sin embargo, su gran creación, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, ha sobrevivido hasta convertirse en una obra de obligada lectura. ¿Por qué cree que ha sido esto?

MdCS ― Las modas son cambiantes y quizás algún día vuelva a ponerse de moda algo parecido a los libros de caballería, pero respondiendo a su pregunta, no escribí El Quijote pensando en que era una obra magistral, sino poniendo mi sentimiento y mi reflexión. Quizás quise ser como Alonso Quijano, o tal vez quise demostrar que, pase lo que pase, siempre hay que luchar contra los gigantes o, simplemente creer que debemos vivir nuestra vida, haciendo lo que deseamos, pero siempre con dignidad y creyendo en nosotros mismos. Yo como es lógico conocía a fondo los libros de caballería como Amadis de Gaula, que pese a no haber existido nunca se le daba por real. En El Quijote trate de criticar esos libros que tanto odiaban los moralistas y padres de familia, hasta el punto de pedir su prohibición por considerarlos un ataque a la moral, debido a su sensualidad y su aceptación, entre otras cosas, de las relaciones prematrimoniales, los juramentos ante Dios de considerarse matrimonio sin la presencia de un cura sancionador. Particularmente no eran de mi interés, me parecían lascivos y eróticos.

CMA ― ¿Por qué Sancho un agricultor, en lugar de un joven escudero?

MdCS ― Sancho no es un escudero es como usted bien dice, un pobre labrador, con pocas entendederas, de racionamiento llano y simple pero la más de las veces tremendamente sensato, poco amigo de los líos y un compañero leal, a pesar de su glotonería, de su lascivia y de su falta de conocimiento, todo ello lo suple con una gran sabiduría popular, convirtiéndose en la voz de la razón. Sancho es egoísta y generoso, sólo espera enriquecerse que es su fin en el mundo, quiere satisfacer a su mujer y si la puede hacer gobernadora de una ínsula, miel sobre hojuelas.

CMA ― ¿Ha sido El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha su mejor obra?

MdCS ― Mi mejor obra y la más querida fue La Galatea. El género pastoril fue mí favorito, pero si hay que clasificarlas, después, sin duda, iría El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

CMA ― Sería interminable hablar de su obra, pero si le agradecería, que nos explicara el amor de Don Quijote por Dulcinea.

MdCS ― Creo que ese amor que siente por Dulcinea, que ni se llama así, ni es como el la ve, demuestra la ceguera del enamorado. Yo presentaba a Aldonza como lo que es: labradora, un poco sucia, ruda y no muy agraciada. Él la idealiza, le cambia el nombre, la ve virtuosa, bella, cultivada y hasta emperatriz de La Mancha. Eso es enaltecer a alguien cuando estamos enamorados.

CMA―Por qué nunca hemos visto un retrato suyo, y su rostro siempre ha sido pintado, a través de las definiciones que de él se han encontrado escritas.

MdCS―Nunca fui coqueto, no tuve mucho tiempo y además me abruma la fama.

CMA―Fue un gran amante de la poesía, y si usted me lo permite, querría mostrarle una que aparece en una zarzuela llamada El Huésped del Sevillano del maestro Don Jacinto Guerrero, donde por cierto, usted aparece hablando con Constanza, la que sería protagonista de su novela La ilustre fregona y declamando su maravillosa poesía:

Pintura sobre pintura

Traiciones y encrucijadas

Misterio, amor, aventuras

Raptos, celos, cuchilladas

Las pasiones desatadas

En la noche suave

Mezcla admirable y extraña

Místicos y aventureros

Y poetas y guerreros

Es Castilla y es España

Al sonar de su campana

Sabe hablar al corazón

Con voces de tradición

La Catedral Toledana

Toledo solar hispano

Crisol de la raza Íbera

Dichoso aquel que naciera

Español y toledano 

¡Oh Toledo si yo puedo!

Para tu honor y tu gloria

He de escribir una historia

En un mesón de Toledo


MdCS―La verdad es que no es mal sitio Toledo para nacer, ni para morir.

CMA―Como es lógico, desconoce que hoy, en pleno siglo XXI su figura representa la marca España, siendo conocido en el mundo entero, y no es exageración, gracias a una institución de fama mundial llamada Instituto Cervantes. Existen numerosas estatuas suyas, una de ellas famosísima en Madrid en la que aparece usted con Don Quijote y Sancho, ambos a lomos de Rocinante y del rucio, acompañados de Dulcinea, y de una representación de La Gitanilla, y es más, en una época no lejana tuvimos billetes que llevaron su retrato, ah, y se me olvidaba mencionar la existencia de un premio literario. Si decimos el Manco de Lepanto un noventa por ciento de la población sabe de quién estamos hablando. ¿Seguro que nunca esperó pasar a la posteridad?

MdCS―No, nunca pensé que mi obra y mi nombre llegaran a esas alturas, ya que me codee con grandes escritores como Lope de Vega, aunque nuestra relación no fue precisamente buena, pero muchas gracias a todos. ¿Sabe que cuando uno es recordado, nunca muere?

CMA―Usted no morirá nunca Don Miguel. Muchísimas gracias por su asistencia ha sido un auténtico placer poder hablar con usted.


Carmen Martín Audouard


Esta entrevista se publicó en el número 10 de la Revista Pasar Página.


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