lunes, 15 de abril de 2019

«Diez segundos» de Caridad Bernal

Hoy publicamos este relato por cortesía de Caridad Bernal. Si os apetece conocer más de esta autora, solo tenéis que visitar su blog (Blog de una escritora).



DIEZ SEGUNDOS

—Tendrás solo diez segundos. Cuando Mathew hackee el ordenador central y bloquee todas sus comunicaciones, el sistema de emergencia se conectará de manera automática dejando esa minúscula franja de tiempo para poder entrar, ¿será suficiente para ti? —A De Gaule no le gustaba trabajar con mujeres, se notaba. Desde el primer día había estado intentado minar mi confianza, y no hacía más que ponerme en sobre aviso de lo importante que era mi intervención en su plan. Creo que le jodía mucho verme tan segura de mí misma, pero lo que más le molestaba en realidad era que tuviera tetas. 

—Os daré paso en siete segundos, espero que para vosotros sea suficiente —respondí sin parpadear, mirándolo a la cara con la misma insolencia con la que me daba órdenes, mientras el resto de mis compañeros ahogaban una sonrisa burlona mientras fingían no haber oído nada. Si lo que quería este tipo era darme clases, estaba claro que no se había paseado mucho por mi barrio. 

—Está bien, chicos, repasemos de nuevo toda la operación —terminó diciendo De Gaule mientras se aflojaba el nudo de su corbata. 

Nadie más en el mundo estaría tan loco como para aceptar este trabajito, ambos lo sabíamos, por eso podía darme el lujazo de presentarme todos los días con los escotes más provocativos que había podido encontrar en esta aburrida ciudad. Si no quería mujeres en el grupo, se iba a hartar de ver a una bien buena. 

—Creo que hablo en nombre de todos si pido un descanso de media hora para comer. Además, puede que Natalie no lo necesite, pero yo tengo unas ganas de echar una meada de esas que hacen historia —comentó Dan con franqueza, llevándose la mano a la bragueta con un gesto grosero, y haciendo que el ambiente se relajase de inmediato. 

—¡De acuerdo, de acuerdo! Pero os quiero aquí a las tres y cuarto. Meados y cagados, ¿me habéis oído? —todos asintieron divertidos mientras recogían sus chaquetas, abriendo por fin la puerta de aquella sala donde llevábamos horas encerrados. Nada más salir, agradecimos un poco de aire fresco, y en seguida los fumadores del grupo se echaron mano a su paquete de tabaco. 

Yo tan solo iba a trabajar diez segundos en aquel atraco. Los diez segundos mejor pagados de mi vida. Por eso había soportado a De Gaule todo este tiempo, aunque volver a ver a Mathew se estaba convirtiendo en algo aún más insoportable. 

Cuando acepté trabajar con ellos, no sabía que él formaba parte del equipo. Le hubieran dado mucho por culo a De Gaule de haberme confiado ese pequeño detalle, por eso él supo ocultármelo hasta el final. Fue muy listo al elegirnos, supongo que por eso era el jefe de esta operación: había sabido jugar tanto con nuestras virtudes como con nuestras debilidades. Yo en este momento necesitaba el dinero, y él a una lumbrera desesperada. 

A mí no me dijo nada, pero más tarde me chivaron que Mathew solo aceptó cuando supo que yo sería la persona indicada para dar con esa clave. Más de tres billones de opciones eran posibles en aquel teclado de letras y números, sin embargo, a él le parecieron pocas para mí. ¡No había aprendido nada en todo este tiempo! Siempre confiando demasiado en la suerte de los demás. 

—¿Podemos hablar un momento? —preguntó cogiéndome del antebrazo para que no pudiera alcanzar a los demás chicos en el ascensor. 

Habíamos conseguido evitarnos durante todo este tiempo, y si ahora de repente quería hablar conmigo, debía ser algo importante. 

—Claro —respondí fingiendo indiferencia, apartando de inmediato el brazo con el que me había retenido. No quería notar su contacto de nuevo. No quería recordar nada de lo que suponía para mí tenerlo tan cerca. 

—Natalie, escúchame atentamente: no lo hagas. Cuando llegue el momento, no pongas la clave correcta. La policía está detrás de De Gaule, y si le ayudas ahora, irás a la cárcel como el resto —los ojos de Mathew atravesaron los míos mientras me decía aquellas terribles palabras, dejándome inmóvil. Atónita. 

—¿Qué estás diciendo? ¿Ahora trabajas para la policía? 

—Por favor, hazme caso por una vez en tu puta vida. Como sigas con esto te encerrarán para siempre. Sé que me odias, que llevo años sin ponerme en contacto contigo, pero si alguna vez me has querido como yo llevo haciéndolo todos estos años, deja a De Gaule con el culo al aire ¿Me entiendes? Por nada del mundo sigas con esto. 

Durante diez segundos, puede que menos, me quedé mirándolo sin comprender. Mathew me acababa de confesar muchas cosas, algunas de las cuales, no habría creído en absoluto de no haberlas oído de su propia boca. Esa que en otro tiempo estuvo junto a la mía noche tras noche. Di un paso atrás, no podía seguir escuchándolo. 

—¡Natalie, espera! Sé que has sufrido mucho por mi culpa. Pero no podía ponerme en contacto contigo, de ninguna manera podía volver a mi pasado. Ahora es diferente, tengo un futuro, y te juro que he contado los días hasta poder volver a verte. Hasta poder volver a hablar contigo como lo estoy haciendo ahora. 

El ascensor volvió a abrir sus puertas frente a nosotros. 

—Ven —le pedí con urgencia mientras mi brazo buscaba su mano. Mathew me siguió sin dudarlo, anhelando besarme de nuevo. 


Mientras sentía sus labios devorándome, ante mí surgía la duda: ¿Avisaba a De Gaul? ¿Le decía que había un topo en el grupo? ¿O seguía con el plan de Mathew?






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