La inspectora Indira Ramos apura sus últimos días de
excedencia en un pequeño municipio de Extremadura. Cuando, después de casi tres
años, llega el momento de abandonar su retiro y regresar a su trabajo en
Madrid, se ve incapaz de enfrentarse al subinspector Iván Moreno, al que oculta
un enorme secreto.
Pero ambos tendrán que volver a trabajar mano a mano para
resolver el mayor rompecabezas criminal de la historia contemporánea de España:
en una gasolinera han aparecido las huellas dactilares del que fue durante
muchos años el hombre más buscado del país.
El brutal asesinato que cometió ha prescrito y la policía
ya no tiene razones para mantener detenido al principal sospechoso, que lleva
tiempo viviendo bajo una identidad falsa. Pero la inspectora Ramos está
convencida de que un asesino como él ha tenido que volver a matar, así que solo
necesita encontrar un crimen del que no quede impune.
Nuestra opinión:
Santiago Díaz ha tomado parte de nuestra vida, de una
historia muy cercana todavía en nuestra memoria para iniciar una ficción.
Empezamos por decir que ha tratado la parte real con
extremada sensibilidad, respeto y delicadeza y basándose en los hechos
publicados y contrastados, tanto por autos judiciales como por la prensa del
momento, sin entrar en opiniones ni juicios paralelos.
A partir de ahí, ha creado su historia, con todo lujo de
detalles, tan bien hilvanada que, si no conociésemos la verdad, nos sería
difícil separar la realidad de la ficción.
La narración, en capítulos muy cortos, hace continuos
cambios cronológicos, alternando la vida del asesino, lo que ha hecho en los
últimos treinta años, con la investigación de la inspectora Ramos y su equipo.
Porque esta novela tiene algo muy diferente a otras del
género negro. No se busca un asesino, le tenemos desde las primeras páginas, se
buscan los crímenes que puede haber cometido y que, hasta el momento, habrían
quedado impunes.
De lo que se trata es de poder juzgarle por unos crímenes
que no hayan prescrito, como los que sabemos que ha cometido y aprovecha para implicar
al lector, para hacerle reflexionar sobre la necesidad o no de cambiar la ley
para que los crímenes más abyectos, no prescriban jamás, aunque no será este el
único dilema moral sobre el que tendremos que pensar.
Para rizar más el rizo, Santiago Díaz construye otras dos
historias, dos subtramas muy interesantes: la historia personal de Indira
Ramos, a la que ya conocimos en su anterior novela El buen padre, y otra
investigación protagonizada por la policía Lucía Ramos. No son estas dos
subtramas menores, ya que en ellas el autor nos plantea temas tan interesantes
como la corrupción policial, la conciliación de la vida laboral y familiar, la
maternidad, los trastornos psicológicos, los juegos sexuales, la integridad
moral…
En especial la trama protagonizada por la policía Lucía
Ramos es, en nuestra opinión, una genialidad.
El autor es maestro en conseguir un pulso rápido en su
narración, adictivo y, en esta ocasión, nos deja con la miel en los labios,
esperando una nueva entrega, porque, aunque el caso queda totalmente cerrado,
abre una puerta que deja al lector en ascuas.
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