En el Espacio de la Fundación Telefónica ha tenido lugar la
presentación del nuevo libro de Fernando Aramburu Autorretrato sin mí.
La sala estaba antes de la hora con el aforo completo, mucha
prensa en el acto (les pasa como a los policías secretos, se les nota) y una
sala VIP al fondo a la que se iban los que tenían asiento reservado.
Poco respeto hacia el numeroso público ya que ha empezado
con casi quince minutos de retraso, a pesar de que los protagonistas del evento
habían llegado hacía rato.
Una de las personas de organización ha estado hablando con ¿la representante? de Javier Cámara, porque no había firmado la cesión de los derechos de imagen para el acto en el que iba a participar, ya que iba a ser grabado. Me ha parecido curioso.
Tras la presentación a cargo del representante de la
editorial Tusquets, que ha catalogado la obra como una pieza de cámara,
comparado con la ópera que ha sido Patria, el maestro de ceremonias, Benjamín
Prado, ha dado la palabra al actor Javier Cámara que ha leído fragmentos del
libro, comenzando con el primer párrafo «Habito desde
que nací en un hombre que se llama Fernando Aramburu…»
A continuación Benjamín Prado, novelista, ensayista y poeta, ha hecho un resumen de lo que
ha supuesto este libro para él. Partiendo de la base de que le parece que el autor
es un caso grave de doble personalidad, ha escrito un libro de memorias, pero
no de hechos, si no de sensaciones. Habla de la silla, la lluvia, el pan o un
dulce. Ha escrito «odas» a la cama, a la sidra, al padre, a la madre, a las
manos y al amor.
A pesar de que Aramburu comenta que dejó la poesía hace
tiempo, para encontrarla en los libros de otros, para Benjamín Prado este libro
está muy cercano a la poesía y a los referentes de los que el propio autor
habla, Becker, Lope, Góngora, Quevedo y Lorca y se decide a definirlo como un
libro de poemas, disfrazado de un libro de relatos, disfrazado de una
autobiografía y, ante todo, una gratitud al lenguaje. Aramburu escribe sobre
esto «…maravillosa lengua castellana, compañera del alma, compañera.»
Fernando Aramburu, al que le acompaña una copa de vino
tinto, como en todas sus presentaciones, nos cuenta que, después de tantos
libros con trampa en los que sus vivencias se las ha ido asignando a los
personajes de ficción, quería mirar en el núcleo del ser humano para lo que se
estudió a sí mismo y a todos los que él ha sido a lo largo de su vida. Es un
autorretrato común a cada uno de nosotros.
Lo ha escrito lejos del escritorio, en aviones, hoteles,
terrazas, sin un plan elaborado y durante mucho tiempo.
Habla de sentimientos, como la admiración hacia su madre por
tener una capacidad de cuarzo para mantener a raya la tristeza.
Habla de momentos, como la bofetada que le dió un cura,
profesor suyo, en 1971, que le produjo ridículo, humillación; es un pequeño
episodio que le obsesiona; sin justificarlo, lo recuerda agradecido, porque le
obligó a leer El Lazarillo de Tormes,
le gustó y fue el comienzo de su amor por los libros.
También tiene unas palabras para Albert Camús y la
influencia que su obra, sobre todo El
hombre rebelde, ha tenido en su vida, tanto profesional como personal.
«Defender al hombre por encima de la idea»
La presentación ha acabado con la última frase del libro «La
hora del recuerdo, sin olvidar a ninguno de los seres diversos que nunca fui»
Almudena Gutiérrez
¿Pudiste hacerle alguna pregunta? No sé si es muy dado al público este señor. He oído que va un poco 'sobrado'.
ResponderEliminarNo había turno de preguntas para nadie. No me pareció que tuviese demasiada complicidad con el público.
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