No puedo dormir. Doy vueltas en la cama. Miro el reloj, son
casi las cinco de la mañana, me levanto, salgo al pasillo y no enciendo la luz.
Voy a la cocina, y me doy cuenta de que estoy andando de puntillas. Todo lo hago
sin hacer ruido, como si temiese despertar a Marga, y Marga no está desde hace
dieciséis días.
Trampas, me sigue sigiloso a todas partes, como si
comprendiese lo que está pasando.
Enciendo la luz de la cocina, abro la puerta del armario que
está al lado del escobero, y lo hago de la manera más silenciosa posible. La
costumbre, supongo. Cojo una taza y un plato, los pongo sobre la mesa. Hoy he
estado más atento y no he puesto dos platos y dos tazas. La tetera está encima
del escurridor. El grifo lo abro con suavidad, poco a poco lleno la tetera de
cristal sólo hasta la mitad. Marga siempre me dice que si la lleno demasiado el
té no sabe a nada. Corto una rodaja de limón. Yo, antes lo tomaba con leche,
con una nube de leche. Cuece el agua, pongo una cucharada de té verde en el
infusor, y tapo la tetera.
Son las cinco y veinte de la madrugada, aún no ha amanecido.
Me asomo a la ventana, hace una temperatura muy agradable. Las luces del parque
que hay debajo de casa están encendidas. Me quedo mirando a ningún sitio… Doy
un sorbo, sin prisa, y me acuerdo de Marga… Bueno, me acuerdo de ella a cada
segundo.
Trampas, me trae la correa en la boca. Me agacho, y se la
pongo, y salgo con él a dar un paseo por ese parque que le encanta.
Me despierto tranquila, y no abro los ojos. He tenido un
sueño fantástico, esperanzador, y no quiero que termine. Me encanta cuando me
despierto así, y soy capaz de seguir soñando lo mismo que hace un segundo
soñaba dormida. Puedo, de algún modo, controlar mi sueño como si fuera una película.
No siempre lo consigo, claro, pero hoy sí. Estoy a gusto, y continúo soñando…
Veo a Kike. Se levanta sigiloso como siempre hace para no
despertarme. Es un experto en eso de no hacer ruido. Se mueve con la suavidad
de un bailarín haciendo puntas, ligero como una pluma. Va a la cocina, y abre
el armario, saca una taza, y la deja sobre la mesa, sin hacer ruido, como si
fuese Tom Cruise en Misión Imposible. Tom Cruise no me mueve el alma, Kike, sí.
Abre el grifo, y llena la tetera de cristal, y se da cuenta de que la ha
llenado demasiado. Hace un gesto divertido con la boca, y quita parte del agua…
Se asoma a la ventana. Todo es oscuridad, menos el parque que está ligeramente
iluminado. A veces, a esas horas tan tempranas, sacamos a Trampas a dar un paseo
por ese parque silencioso, y acogedor.
Alguien entra a la habitación. Abro los ojos. Se acabó el
sueño maravilloso. Comienza el desasosiego, la pesadilla. Es la doctora
Herrera, la reconozco a pesar de la mascarilla. Sus ojos, a veces muy cansados,
pero siempre vivos, ahora tienen una luz especial, chispas de alegría, pienso.
Se acerca y me dice: estás curada, Marga. Has dado negativo en la última
prueba. Sonrío, y tengo unas terribles ganas de llorar, pero no sé por qué, me
contengo. Gracias, doctora. Marga, has sido una paciente estupenda, y muy
valiente.
Trampas, deja de olisquear, y se acerca a mí. inquieto. Me
mira con atención, levanta las orejas como si estuviese esperando algo muy
importante. Suena mi móvil… Es Marga.
Mientras la escucho, me entran ganas de llorar, y no puedo
contenerme.
Rafael Herrero Martínez
No hay comentarios:
Publicar un comentario