Con pasos lentos entré en aquel libro mágico, me hablaba y
sin yo saberlo todo empezó a ocurrir.
La segunda página cobraba vida y allí estaba yo para poner
el sol en la tierra, que maravillosa sensación, no me lo podía creer.
Anduve deslizando aquellos pequeños pasos, contemplando las
letras que me sugerían llegar a la página siete. Impresionada me vi creando las
olas del mar, antes de que los niños llegaran. Lo estaba haciendo, no entendía
ese poder que manaba de mis manos.
Con el corazón acelerado empecé a recorrer nuevas páginas,
estaba ante la número veintisiete, mis ojos se cerraron, un impulso interior
salía a la luz, de mi vista nublada por la alegría, goteaban hilos de paz para
bordar los corazones de todo ser vivo.
No quería salir de aquel libro, pero mis piernas continuaban
por los senderos de las palabras.
Llegué a la página treinta, apenas quedaban cinco más. Un
gran pozo dorado se dibuja ante mis ojos, el borde se asemejaba a ladrillos de
cuentos entrelazados. Me asomé curiosa, estaba repleto de cartas con dirección
al cielo, me pasé horas llevándolas para no romper ningún corazón.
Me sentí agotada, pero mis pasos me llevaron a la última
página. Allí me encontré una llave, no sabía muy bien que hacer con ella.
Empezó a girar entre mis manos, y de pronto se detuvo. Era la llave de tu casa,
a ti que me estás leyendo. Te la entrego para que guardes nuestra amistad, te
la entrego con respeto, porque es tuya, solo tú sabes a quien invitar en el
seno de tu hogar, porque en tu estantería si te fijas bien, puede que también
esté, el libro mágico de tus bellos sueños.
M Victoria Peset.
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