Aunque este
título pudiese parecer el de una novela, tristemente no lo es.
El mundo está
siendo sacudido por monumentales escándalos de corrupción y abusos sexuales y
parece que no van a quedar instituciones fuera de esta lacra. Desde los altos
cargos políticos y económicos de los países llamados desarrollados, hasta los
más altos representantes de la Iglesia todos tienen secretos que ocultar.
Ahora los
escándalos han llegado a los Premios Nobel, en especial al de Literatura.
La bomba que ha
hecho estallar el conflicto se llama Jean-Claude Arnault, dramaturgo y
fotógrafo francés, residente en Estocolmo desde hace más de cincuenta años y
casado con Katarina Frostenson, miembro de la Academia Sueca que concede estos
premios. Era uno de los hombres con más poder en el ámbito cultural sueco,
poder que ejercía desde el Centro Cultural Forum, subvencionado parcialmente
por la Academia.
Arnault ha sido
acusado de abusos sexuales por 18 mujeres. Éstos se habrían producido tanto en
la sede de Forum como en dos pisos propiedad de la Academia y gestionados por
Arnault, uno en Estocolmo y otro en París.
Para agravar el
asunto, se ha conocido que la Academia recibió una carta, hace veinte años, de
una de las víctimas, denuncia que fue ignorada. También se ha sabido que el
artista, al que la prensa sueca está empezando a calificar de “depredador
sexual”, ha acosado a esposas, hijas y trabajadoras de la Academia y que
tampoco se hizo nada.
Además, su
esposa, Katarina Frostenson, figuraba como copropietaria de la sociedad que
dirigía Forum, incumpliendo las normas de imparcialidad, pues era la encargada
de repartir las subvenciones de la institución.
Por si esto
fuera poco, se ha demostrado que estaba detrás de la filtración de siete
ganadores en los días previos al anuncio, permitiendo con ello la manipulación
de las millonarias apuestas que se organizan en torno al premio.
Al destaparse el
escándalo, que intentaron ocultar, tres miembros dimitieron, aunque fuese
simbólicamente, ya que la membresía es con carácter vitalicio. Acusaron a sus
compañeros de anteponer la amistad a la integridad, refiriéndose a Katarina Frostenson
que, al final, se ha visto obligada a dejar su cargo.
De los dieciocho
componentes de la Academia, sólo quedan once, ya que dos hace tiempo que
dejaron su puesto y, cumpliendo los estatutos, no han sido sustituidos.
Teniendo en cuenta que la elección del Premio Nobel exige un quórum de doce, es
imposible que puedan seguir adelante.
A día de hoy, el
rey Carlos Gustavo, protector y mecenas de la Academia, ha dado orden de cambiar
los estatutos para poder elegir a siete nuevos académicos. Pero no está muy
claro que esto sea suficiente. No podemos olvidar que los académicos que quedan
son los que han intentado ocultar el escándalo.
Para entender la
importancia de este galardón hay que conocer su historia: Alfred Nobel vivió
atormentado sus últimos años, teniendo la certeza absoluta de que sus
innovaciones en el campo de la ciencia (dinamita, balistita y gelignita) serían
utilizadas para matar. Por este motivo decidió donar gran parte de su inmensa
fortuna para recompensar a aquellas personas que, en cinco campos diferentes,
ayudasen a la humanidad. En concreto, el de Literatura, “…al que haya producido
la obra literaria más notable…”, y así lo hizo saber en su testamento, firmado
en París el 27 de noviembre de 1985.
Alfred Nobel
moriría un año después, el 10 de diciembre de 1896, fecha ligada para siempre a
los premios, que se entregan este día en recuerdo a su creador.
La Academia Sueca
es, desde entonces, la encargada de decidir, de entre muchísimos candidatos, el
elegido para que el monarca sueco le entregue la medalla conmemorativa, el
diploma que lo acredita y los diez millones de coronas suecas con las que está
dotado el galardón. La Academia, fundada en 1786, está compuesta por dieciocho
miembros y su divisa es «Talento y gusto» («SnilleochSmak»).
El primer premio
Nóbel se entregó en 1901 al francés SullyPrudhomme.
A lo largo de
estos años, no ha estado exento de escándalos de todo tipo. La elección ha
tenido que ver, en muchas ocasiones, con las tendencias estéticas del comité:
el idealismo tradicionalista, el humanismo generoso, la literatura accesible al
gran público, los innovadores o los maestros desconocidos. Estas tendencias
duraban largos periodos en los que era imposible pensar que el Nobel lo
mereciese alguien que no estaba dentro de ellas. Tampoco la política quedó
fuera, concediendo un muy criticado premio a Winston Churchill, al yugoslavo
Ivo Andric (para complacer a Tito), a los rusos Boris Pasternak y Alexander
Solyenitzin (para exasperar a los soviéticos), al egipcio NaguibMahfuz (para
complacer al mundo árabe) y a la sudafricana NadineGordimer (para denunciar el
apartheid). Y no han faltado escándalos tras las decisiones que, por otra
parte, son muy opacas. Tienen que transcurrir 50 años para que sus
deliberaciones y sus informes se hagan públicos. Así hemos sabido que en 1935,
año que quedó desierto, no les pareció que reuniesen méritos suficientes para
la concesión del Nobel escritores de la talla de Unamuno, Chesterton o Valéry.
También han sido
motivo de muchas críticas en los últimos años su falta de igualdad de género:
solo catorce mujeres han sido distinguidas con el galardón en toda su historia.
Y la guinda al
pastel la han puesto las declaraciones de la esposa de Jorge Luis Borges, María
Kodama, que ha asegurado a la prensa que su marido recibió una llamada de la
Academia para decirle que si viajaba a Chile para recibir el Doctor Honoris
Causa por la Universidad de ese país, de manos de Pinoched, no se le concedería
el Nobel. Parece ser que contestó que un hombre no podía permitir ni sobornar
ni dejarse sobornar.
En resumen,
oscurantismo, corrupción, encubrimientos, apuestas, sexo, política, chantaje,
todo esto podría definir lo que ha ocurrido en La Academia, muy lejos de lo que
soñó Alfred Nobel.
En mi opinión
hace falta mucho más que unos meses y unas dimisiones para que este premio
pueda volver a considerarse el más importante en el mundo de la literatura. El
escándalo destapado ha servido para que los «trapos sucios» que han estado
guardando durante más de un siglo salgan a la luz. Para mí ha perdido toda
credibilidad.
Almudena
Gutiérrez
Publicado en la Revista Pasar Página número 8
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