Andrea Hervás trabaja en una galería de arte de Madrid.
Está preparando la exposición estrella de las Navidades cuando recibe una
llamada de su jefe: debe dejarlo todo y marcharse a Grimiel, un pequeño pueblo
castellano, donde una vecina quiere vender un cuadro y es necesario que alguien
lo valore. Andrea se lo piensa: es 22 de diciembre, tiene planes y se aproxima
una gran nevada, pero calcula que, si se da prisa, podrá ir y volver en un día.
Con lo que no cuenta es con que todo se confabulará contra ella y acabará
atrapada en ese pequeño pueblo.
Un cuadro de Murillo, un coche viejo, una anciana
gruñona, los ojos azules del chico de los tractores y la lotería de Navidad se
mezclarán con una tormenta y demostrarán a Andrea que la verdadera suerte no
está solo en que te toque la lotería.
Mi opinión.
Hoy es un buen día para contaros mi opinión sobre esta
novela, el día de la lotería, el pistoletazo de salida para la Navidad, porque
justo un día como hoy empieza la historia que nos ha contado Mayte Esteban y a
mí me gustaría estar en ese pueblo inventado por ella, Grimiel, que tanto me
recuerda a Turégano, aunque este tenga castillo y Grimiel, no.
Una historia aparentemente sencilla en la que se nos
perfilan multitud de personajes, en una pequeña novela coral, con dos
protagonistas indiscutibles, Fernando y Andrea, y muchísimos secundarios. Nadie
sobra, todos aportan su granito de arena en la trama, a todos los llegamos a
conocer cuando cerramos el libro, sabemos cómo piensan, por qué son como son y
qué los ha llevado a vivir como viven.
Una historia feelgood, que cumple con los parámetros
de este género, empatizar con los personajes y que te hagan sentirte bien. Una
historia de amor con mucha chispa, a la que ayudan las inclemencias del tiempo,
las casualidades y todo un pueblo que quiere ver a su alcalde feliz, porque se
lo merece.
De fondo, dos historias curiosas: les toca la lotería de
Navidad a casi todo el pueblo, y la casa de Angustias guarda un cuadro que
podría ser de Murillo, aunque a ella le haya parecido feo toda su vida.
La vida en torno a un pequeño hotel rural, que ya conocíamos
si habíamos leído La chica de las fotos, su lucha por la supervivencia y
cómo se preparan para la cena de Nochebuena, los adornos, el menú, los regalos,
los pasillos que también guardan secretos…
Pero la autora no ha querido quedarse en la superficialidad de
una historia bonita y, entre líneas, nos ha mostrado la dureza de la España
rural, esos pueblos pequeños, casi olvidados, que se han ido quedando sin escuela,
sin médico, sin banco, que dependen de coche para ir al pueblo de al lado para utilizar
todos estos servicios de primera necesidad y que se ven abocados a la solidaridad
de los vecinos, ayudándose unos a otros en el día a día, como único modo de supervivencia.
También ha querido entrar «de puntillas» en el egoísmo con
nuestros mayores, la soledad de la vejez y el duelo. Nos ha mostrado brevemente
la dificultad que conlleva la restauración de un cuadro, lo fácil que es que
pase desapercibido para ojos inexpertos con la patina de suciedad y mala conservación
que le confieren el paso de los años y lo «buitres» que pueden llegar a ser los
especialistas para hacerse con obras que están en manos privadas.
Todo esto encierra esta tierna novela que, en contra de lo
que se está comentando en redes, no es una novela para leer en Navidad, se
puede leer en cualquier momento, porque siempre será una lectura muy, muy
agradable, con buenos diálogos, algo de humor y una historia de amor del siglo
XXI, con videollamadas incluidas.
Os invito a leerla, no os va a defraudar.
Si queréis conocer a Mayte Esteban y toda su obra, no dudéis en pasaros por su blog El espejo de la entrada.
Almudena Gutiérrez |
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