lunes, 8 de febrero de 2021

Recordando a Emilia Pardo-Bazán

 

Vamos a iniciar la publicación de una serie de entradas en las que iremos recordando entrevistas, artículos, reseñas o relatos que se han ido publicando a lo largo de estos años en nuestra revista.

Nos ha parecido un buen comienzo recuperar la entrevista que Carmen Martín Audouard le hizo a Emilia Pardo Bazán, en este año de 2021 en el que se conmemora el centenario de su fallecimiento.

Esperamos que os guste.


LA ENTREVISTA SOÑADA



Siempre es un honor entrevistar a un escritor pero este mes es un sueño hecho realidad. Tengo conmigo a Doña Emilia Pardo-Bazán, novelista, ensayista, poetisa, catedrática, conferenciante, introductora del naturalismo en España, luchadora y defensora a ultranza de la mujer y sus derechos, lo que si hoy es difícil, a finales del siglo XIX era una utopía.

Doña Emilia nació en La Coruña, no voy a decir la fecha, eso lo veis en los libros de historia de la literatura. Primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid y la primera también en ocupar la cátedra de Literatura en la Universidad Central de Madrid.

CMA. Muchas gracias Doña Emilia por aceptar esta entrevista, en la que por falta de espacio no podré preguntarle todo lo que nos gustaría saber. ¿Usted tenía que ser lo que fue?

EPB. Gracias a las mujeres como vosotras por acordaros de mí, que ya tenéis mérito. Yo fui lo que quise ser, sin imposiciones de nadie. De mi madre, Amelia de la Rúa-Figueroa y Somoza, heredé el carácter independiente, y de mi padre José María Pardo-Bazán y Mosquera, mi gran afición a la lectura y a los estudios. Para la época en la que viví ninguno de los dos me puso nunca trabas. Siempre hice lo que quise en todos los aspectos de mi vida.

CMA. Como correspondía a la época usted se casó muy joven.

EPB. Sí hija, sí, Me casé en Meirás a los diecisiete años con José Antonio de Quiroga, dos años mayor que yo y que todavía era estudiante de derecho. Nuestra boda fue muy bien vista por nuestras familias. Tuvimos tres hijos: Jaime, María de las Nieves, a la que llamábamos Blanca y por último Carmen.

CMA. Su matrimonio acabó en aquella época en separación ¿cierto?

EPB. Cierto, cierto… Pero mira, la vida es como es y no hay más. Nos quisimos a rabiar, estuvimos un año de viaje de novios por Europa, pero no solo por conocer todas las ciudades, que conocimos, sino porque yo también quería conocer aquella corriente del naturalismo, de la que tanto había oído hablar. Conocer a Hugo, a Zola y a muchos otros. Sabes que el naturalismo, sobre todo literario, está emparentado con el realismo y basado en la reproducción de la realidad, tanto en lo más sublime como en lo más vulgar y Zola ya había expuesto sus fundamentos teóricos.

CMA. Con veinticinco años, aunque ya ha escrito y publicado en muchos sitios, da a conocer su primer trabajo Estudio crítico de las obras del Padre Feijoo, y además ganó un premio compitiendo nada menos que con Doña Concepción Arenal.

EPB. A mí el Padre Feijoo siempre me ha parecido una persona y un escritor admirable, aparte de un luchador incansable de la reforma universitaria. Leí sus obras siendo muy joven y me gustaba su libertad de pensamiento, aunque no tuvo toda la que le hubiera gustado. Aquí la Ilustración, como casi todo, llegó un poco más tarde, pero su proclama, que supongo tallada en piedra: «Yo, ciudadano de la República de las letras, ni esclavo de Aristóteles ni aliado de sus enemigos, escucharé siempre con preferencia de toda autoridad  privada, lo que me dicten la experiencia y la razón», me pareció algo tan maravilloso que me cautivó.

CMA. Pero su admiración por esta corriente le trajo problemas, entre ellos su separación matrimonial. Aunque ese método que tantos disgustos le causó culminó con Los Pazos de Ulloa, su novela más famosa que la consagró como una de las grandes escritoras de la literatura española.

EPB. Pues es cierto. Mi manera de ser, que consideré siempre como un realismo propio, me llevó a publicar en la revista La Época  artículos sobre Zola y la novela experimental. Todo eso lo reuní en un volumen que titulé  La cuestión palpitante,  publicado con prólogo de Clarín y donde yo defendía el realismo «a la española» tanto de Galdós como de Pereda. Causó un gran escándalo, llegándose a considerar como «el alegato indecente de una mujer casada y respetable a favor del ateísmo y la pornografía francesas». Mi marido me impuso que dejará de publicar esas cosas y entre eso, y la intransigencia de tanto meapilas como había suelto, me costó el matrimonio y muchos sinsabores, pero al fin fui reconocida en un mundo de hombres. Hombres que habían hablado de mí con desprecio como Juan Valera, quien dijo que lastrada por la lactancia y el embarazo no podía entrar en la Academia, o Clarín que se permitió el comentario de que el día que yo me muriera habría fiesta nacional.

CMA. ¿Es cierto que usted tuvo una relación con D. Benito Pérez Galdós?

EPB. Sí, es cierto, pero también le tuve que aguantar lo suyo. Nuestra relación comenzó siendo puramente literaria, pero después fue amorosa. ¿Nos enamoramos? Yo creo que no fue enamoramiento. Fue pasión y sexo. Yo era rebelde y ambiciosa, él era un tipo tímido, pero los dos teníamos una opinión abierta de las relaciones sexuales. Yo tuve con Lázaro Galdiano un error momentáneo, fruto de los sentidos y de las circunstancias, y eso a Benito le dolió, pero lo subsanamos en un viaje que decidimos hacer por Alemania. Le quise mucho, incluso cuando ya nos habíamos separado no dude en pedir para él el premio Nobel. Me quedé muy triste cuando él falleció. Aunque yo le seguí pocos meses después a consecuencia de una gripe que se complicó. Fui a buscarlo. Me sentía suya y le sentía mío.

CMA. Doña Emilia, no sabe cuánta pena me da tenerle que dar las gracias por su amabilidad, porque ello significa que esta entrevista ha llegado a su fin. Pero me alegro muchísimo de haber oído sus palabras y de que haya respondido a mis preguntas. Gracias de parte de muchas mujeres de este siglo XXI que todavía luchan por su independencia, gracias por sus libros y sus enseñanzas. ¡Gracias por atenderme! ¿Me permite que le dé un beso?

EPB. Gracias a vosotras, por acordaros todavía de mí, a los casi cien años de mi muerte. No dejéis de luchar nunca, nadie os regalará nada. Levantad la cabeza y siempre adelante. Ah, y no te vayas sin darme ese beso.


Carmen Martín Audouard



Entrevista original publicada en el número 3 de la Revista Pasar Página.

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