miércoles, 10 de febrero de 2021

Recordando a Isabel Martínez Barquero

 

No podíamos imaginar que cuando comenzamos esta serie de entradas recordando las publicaciones más interesantes que hemos realizado durante todos estos meses en la revista, tuviésemos que buscar una para publicarla in memoriam.

Desde aquí nuestro homenaje a la escritora Isabel Martínez Barquero, colaborada y amiga de nuestra revista y de muchos de los que formamos el equipo de redacción.

ENTREVISTA ISABEL MARTÍNEZ BARQUERO – REVISTA PASAR PÁGINA

Descubría Isabel Martínez Barquero con su novela Aroma de vainilla y desde entonces sigo su trayectoria literaria. En la revista Pasar página, nos ha acompañado un par de veces en los últimos meses con relatos de su autoría, y hoy se sienta con nosotros para hablar largo y tendido de su novela La epidemia del siglo, actualidad por la pandemia que nos está tocando vivir, y para conocer un poco más de ella y de su faceta de escritora. Poneros cómodos que empezamos.

Marina Collazo. Querida Isabel, bienvenida a Pasar página, estoy encantada de recibirte en estas páginas y poder departir contigo un rato. Lo primero que te pediría es que le cuentes a los lectores que no te conozcan, quién eres.


Isabel Martínez Barquero. ¡Gracias a ti, Marina, por permitir que me asome de nuevo a vuestra excelente revista!

Nací en Murcia a finales de la década de los cincuenta del siglo XX, en una madrugada de principios de otoño. Durante más de veinte años viví en diversas ciudades de la geografía española. Ahora resido entre Murcia y Guardamar del Segura (Alicante).

Licenciada en Derecho. Con un master a cuestas, ejercí de asesora jurídica, abogada, redactora de documentos legales y administrativos, profesora ocasional, árbitro y oficial de notaría.

En la actualidad, aprendo a ser equilibrista sin red en un mundo desquiciado y, cuando puedo, ejerzo de mí misma en lo que más me gusta: la escritura, un vicio que me acompaña desde que tengo uso de razón.

Tengo publicados diez libros: tres de relatos, Linaje oscuro, El cauce de los días y Mujeres de otoño; dos poemarios, Lunas de ausencia y El nervio de la piedra; y las novelas La historia de los mil nombres, Aroma de vainilla, Diario de una fuga, La gloria venidera y La epidemia del siglo. Algunos más permanecen inéditos.

Cuento con algunos premios literarios y colaboro asiduamente en diversos medios, en numerosos libros antológicos y en revistas literarias, así como en páginas culturales de internet.

MC. Estamos todavía en medio de una pandemia que ha tenido al mundo en jaque-y mate- y, unos meses antes de que esto empezase, tú publicas La epidemia del siglo, tu quinta novela, muy premonitoria. ¿La «veías venir»?

IMB. No, no me figuraba que podría producirse de inmediato la pandemia tan terrible que aún soportamos, no soy catastrofista. Lo que sí experimenté fue una urgencia a partir de marzo de 2019: quería que la novela se publicara antes de que concluyera el año. No me explico la razón de dicha urgencia, ya que llevaba luchando por ella desde hacía tiempo. Pese a haber sido una de las seis finalistas en la categoría de narrativa del prestigioso premio Fray Luis de León de Creación Literaria 2017, tuve muchos problemas para que alguna editorial la publicara. Y me entró la urgencia a la que he aludido de forma muy viva. La novela debía publicarse antes de que finalizara el año, no sabía el motivo (estoy acostumbrada a tener bastante obra inédita), pero así debía ser. Dado el retraso en la respuesta de una editorial que se mostró interesada, me dirigí a la misma en septiembre de 2019 y, al no obtener contestación en quince días, decidí de inmediato la autopublicación. Vio la luz pública en la segunda quincena de noviembre de 2019, antes de toda la alarma por el coronavirus.

MC. ¿Crees, Isabel, que hemos aprendido algo de esta crisis sanitaria, tanto como sociedad como individualmente?

IMB. En un principio, tuve la esperanza de que aprendiéramos la lección de humildad que toda epidemia implica. No somos omnipotentes, sino muy frágiles. Me hacía ilusión que el mundo entero se volviera más solidario, menos despiadado, que surgiera una nueva era donde partiéramos de cero, con otros principios más allá de los estrictamente económicos, que prevaleciera el ser y no el tener. Pero con el paso de las semanas perdí toda esperanza: aun cuando algunas personas habían aprendido o recordado valores, ni desde una perspectiva social ni individual hemos asimilado nada. Basta con ver los ánimos crispados de los políticos y de la sociedad, habitantes de comunidades de vecinos dejando mensajes a sanitarios que residían dentro de ellas para que se largaran, el desabastecimiento inicial de ciertos productos por el egoísmo de algunos, la contaminación presente de las aguas con mascarillas y guantes y un largo etcétera. Por desgracia, el hombre sigue siendo un lobo para el hombre, como indicó Thomas Hobbes en el siglo XVII. Y es una pena que se imponga el aspecto oscuro de la naturaleza humana, ya que somos capaces también de albergar lo mejor, lo más luminoso.

MC. La epidemia del siglo es una novela que se aparta un poco de lo que habías escrito hasta ahora. Se trata de una distopía con gran carga social que transcurre entre 2049 y 2050. ¿Cómo te llega la idea y en qué momento decides convertirla en novela?

IMB. El primer fogonazo lo tuve en 2013 con un microrrelato. La idea que contenían esas pocas líneas escritas se quedó en mi cabeza y, cada poco, volvía a mí. Me extrañaba que un tema semejante acaparara mi atención, ya que suelo tender hacia la escritura intimista. Entre la persistencia de la idea y el disgusto por la corrupción política en medio de una crisis que aún sufrimos y que no ha hecho más que agrandar la actual pandemia, comencé a escribir despacio, sin mucha fe, con abandonos frecuentes y reiterados. Perola idea regresaba a mí una y otra vez (es bien sabido que en la mayoría de las ocasiones son los temas los que eligen al escritor y no al revés, por lo que es tontería resistirse a lo que se te impone), por lo que un buen día de 2015 empecé a escribir partiendo de cero y deseché lo poco que había plasmado hasta entonces. En 2016 concluí la novela.

MC. ¿Te imaginas el planeta dentro de 30 años tal como lo plasmas en la novela o después de lo vivido estos últimos meses cambia en algo tu percepción, para bien o para mal, respecto a cómo lo planteas en La epidemia del siglo?

IMB. Con lo que estamos viviendo aún, creo que mi novela es hasta optimista sobre nuestro futuro próximo. En La epidemia del siglo el mal llega desde arriba, desde unos cuantos poderosos secundados por esbirros políticos. Ahora existe a muchas escalas, no solo de acaudalados que intentan mantener su estatus, sino también de políticos enfrentados que solo se ponen de acuerdo en lo referente a sus sueldos y prerrogativas, de empresas farmacéuticas que pretenden lucrarse con la desgracia mundial e incluso de legiones de agoreros y oportunistas que aprovechan la pandemia para hacer negocio.

MC. ¿España será una «sociedad uniforme» en 2050?

IMB. No lo sé, la verdad. El mundo cambia de un día para otro y no se puede emitir una afirmación categórica. Sí parece, al menos en este país, que nos quieren uniformar algunos, aunque sea empobreciéndonos a todos, igualándonos en la miseria, y que solo unos pocos descuellen (algo muy propio de regímenes totalitarios).Desde otra perspectiva, lo que nos ha demostrado el coronavirus es que una situación de emergencia ya no se produce en un territorio sin repercusión en el resto del mundo. Estamos muy globalizados, lo que ocurre en una parte de nuestro planeta nos afecta a todos. No creo que la pandemia nos haga retroceder en este proceso de globalización, no obstante las secuelas del confinamiento y el subsiguiente miedo al contagio que nos llena de aprensiones hacia los extraños.

MC. ¿Las nuevas tecnologías avanzan a una velocidad de vértigo?¿Iremos todos con microchip en ese futuro? Bueno, irán, porque nosotros ya no lo veremos…

IMB. Tampoco lo sé, Marina, aunque ya se está hablando muchos estos días del asunto del microchip, sobre todo por esa teoría de la conspiración que afirma que nos lo inocularán con la vacuna contra la Covid-19 para tenernos a todos controlados. Según le he leído a algún científico, parece que no serán posibles estos tipos de microchips hasta la segunda mitad de este siglo. Como señalas, nosotros no lo veremos, jajaja.

MC. ¿Hay alguna manera de paliar esos conflictos futuros que narras en la novela?

IMB. Claro que sí. Es preciso regenerar la sociedad desde sus cimientos. Soy optimista y creo que con un serio cambio de valores y actitudes podremos evitar los conflictos que pueden intuirse para el futuro. Aunque también me sale una voz interna que me lleva la contraria y me advierte de la dificultad de que el ser humano cambie; también de que la maldad existe y de que estamos compuestos de luz y sombra, y cuando la sombra prevalece…

MC. ¿El fin justifica los medios en algún caso, Isabel?

IMB. Nunca. Para mí no vale cualquier camino, por mucho que lleve a un buen resultado. Parafraseando la célebre frase de Maquiavelo, diría que un fin ético solo se consigue con unos medios éticos. Si los medios no son limpios, están corruptos, contaminan el fin.

MC. En la realidad, ¿vencerá la reivindicación de Leopoldo Rubio, el protagonista de La epidemia del siglo, de que no es posible un futuro sin «viejos»?

IMB. Ojalá sea así. Me da auténtico terror lo que ha pasado en la actual pandemia, donde el grueso de los fallecidos son ancianos. Incluso me alteré cuando escuché en la televisión que eso implicaba menos carga pasiva en pensiones con el consiguiente alivio financiero. Detesto la lógica mercantilista que sostiene que solo valen los que son productivos para el sistema. Hay muchas lógicas, muchas miradas, y la más humana y moral es aquella que atiende a la dignidad del ser humano con independencia de sus años, de su color, de su dinero y de otra serie de circunstancias adjetivas y no sustantivas. Somos iguales en la aventura vital y nadie debe arrogarse la potestad de decidir sobre nuestra valía en atención a los años que tengamos.

MC. Actualmente, ¿ cuáles son las «epidemias» que más afectan a nuestra sociedad?

IMB. Egoísmo, ansia de poder, avaricia, falta de cultura… Son bastantes. El sistema fomenta unos valores materialistas que llevan a los individuos a aplicar lo que indicaba Maquiavelo: el fin justifica los medios. No se piensa, no se va más allá de lo que pregonan como bueno unos cuantos en atención a sus intereses, y es que tampoco les interesa el pensamiento crítico a los que están arriba, sean de la ideología que sean, que en esto son sospechosamente parecidos. Si tuviéramos un pensamiento crítico no seríamos todos corderos que no protestan por tanto ERE, por tanto ERTE, por tanto despido, por tanta bajada de sueldo en los meses anteriores, mientras que los que nos rigen han seguido cobrando lo mismo, o más por dietas de desplazamiento que no han tenido lugar, sin ajustarse el cinturón como todos, o que los miembros de la actual casta queden blindados con unos pocos años de desempeño de un cargo público, en ocasiones con unas semanas o unos meses, y los demás teman por sus pensiones, por las que han cotizado toda su vida. Porque esta es otra de las materias en la que los políticos se ponen de acuerdo en un santiamén: sus sueldos, dietas, manutenciones, prerrogativas y privilegios varios. Existe mucha hipocresía en la sociedad. Juega el haz lo que yo te diga, que yo haré lo que quiera, con lo que cualquiera que pueda actúa pensando que si no se aprovecha en un momento concreto, lo harán otros. Corrupción por todos lados. Solo desde un compromiso ético podremos erradicar la podredumbre de principios que no hacen más que refrendar la ley de la selva, la del más fuerte, la del sálvese quien pueda.

MC. Tus personajes son siempre muy redondos, perfectos, incluso en esta historia de ciencia ficción. ¿El proceso creativo ha sido igual que en tus otras obras? ¿Cómo te metes en la piel de unos personajes de dentro de 30 años? Cuéntanos, por favor.

IMB. Muchísimas gracias por ese piropo literario. No soy muy consciente del proceso de creación de mis personajes, surgen sin más. Soy escritora de brújula, no de mapa. No me gusta planificar. Empiezo a escribir con una vaga idea de lo que quiero, aunque sin tenerlo muy claro. Me resulta apasionante ir descubriendo poco a poco la trama y el carácter de mis personajes. Estos últimos puedo enfocarlos en un principio de una manera y, después, llevarme sorpresas. En muchas ocasiones parece que son los personajes los que te guían, los que te susurran la historia, los que se divierten con tus prejuicios o ideas previas, como si ellos te estuvieran escribiendo a ti y no tú a ellos. El personaje más difícil desde mi punto de vista es siempre el narrador, que es quien imprime el tono a la historia.

Sí, en La epidemia del siglo el proceso creativo ha sido lo mismo que en mis otras obras. Meterme en las entrañas de una persona que vivirá dentro de 30 años, como hacerlo hacia atrás en los años o en los siglos, no difiere esencialmente, porque nuestra naturaleza, nuestras preocupaciones existenciales y nuestras grandes preguntas son siempre idénticas a lo largo del tiempo. Lo que sí me resultó más complicado fue el esfuerzo de imaginar una sociedad futura, de ahí que me moviera con pies de plomo, pues mi formación no es científica y no deseaba meter alguna pata garrafal.

MC. ¿Cuál es la parte más difícil de escribir en una novela? ¿En La epidemia del siglo también fue la misma?

IMB. Para mí es siempre el inicio. Soy lenta en arrancar, en decidirme por el tono adecuado a lo que pretendo contar, cosa que también es muy elástica, aunque sí parto de nociones previas que pueden ser contradichas en cualquier momento. No empiezo a escribir hasta que tengo claras unas cuantas cosas: en qué quiero centrarme o, dicho de otra manera, qué quiero contar y qué tono yritmo deseo imprimirle a la historia. Pueden ocurrírseme muchas historias al cabo de un día. Sólo alcanza a ser una novela aquella historia que se me impone por encima de cualquier otra hasta casi la obsesión. Y puede llevarme tiempo escribirla o, bien, hacerlo en muy breve espacio de tiempo. En esto de la escritura nunca se sabe, no existen normas fijas ni dos más dos son cuatro, unas veces sufres parones y otras veces ni los ves en el horizonte.

Con respecto a La epidemia del siglo, como he contado antes, tuve unos principios lentos y después volé.

MC. Tienes una rutina diaria de escribir o ¿ cómo organizas tu tiempo de escritura?

IMB. Como habrás adivinado por la respuesta anterior, no soy de muchas disciplinas, aunque, paradójicamente, resulto disciplinada sin proponérmelo. Intento sacar tiempo a diario para escribir, sobre todo cuando estoy lanzada, pero no siempre lo consigo por obligaciones o imprevistos que se cruzan y mandan al traste mis deseos. Tampoco hay que hacer una tragedia por esto, pues cuando puedo me meto de lleno y puedo pasar horas y horas sin sentir cansancio. Por otra parte, hay ocasiones, aunque sean pocas, en las que no me apetece escribir y, entonces, no escribo. No pasa nada por no escribir durante un tiempo, ya que la mente puede necesitar un descanso y, después, nos recompensa con creces.

MC. Te calificas como una persona insegura, dubitativa y con tendencia a la insatisfacción a la hora de escribir. ¿No eres muy exigente contigo misma?

IMB. Sí, nunca estoy segura de lo que hago, aunque me lo pase muy bien haciéndolo. Sobre todo, cuando corrijo me lleno de dudas y de miedos. Esos miedos me tuvieron paralizada durante muchos años para publicar, pero me aligeró un consejo que me dieron: que no me condenara a mí misma cuando escribiera o corrigiera, que fueran otros quienes asumieran esas funciones. Desde entonces voy más suelta y, aunque el terror escénico no se pierde del todo, sí queda reducido y no entorpece la publicación. 

MC. Escribes relatos, poesía, novela… ¿Cuál es el género más cómodo para ti como escritora? Y ¿ qué temas te atraen más?

IMB. Me siento cómoda en el género que escribo en cada momento. Últimamente al que más me dedico es a la narrativa, ya sean relatos o novelas.

En cuanto a los temas, nunca los tengo establecidos de principio, ya que no me planteo escribir sobre un tema u otro, sino que es de la propia historia que narro de la que se deducen sus ejes temáticos. Por lo que llevo escrito hasta ahora, creo que son muchos los temas que me atraen, no me pongo límites, aunque sí observo que tiran mucho de mí las relaciones humanas, ese mundo de arenas movedizas donde a veces se dicen unas cosas y se piensan o se sienten otras. Otro tema que veo muy presente en mi obra es el del paso del tiempo.

MC. Por cierto, ¿hay algún autor «culpable» de que seas escritora?

IMB. No soy muy consciente de ello. Sí puedo decirte que ya desde pequeña me gustaba mucho leer y leía todo lo que caía en mi mano. Sobre los ocho o nueve años descubrí a Enid Blyton y me hice adicta a sus libros de aventuras de los cinco. Leyéndola, fue la primera vez que pensé en el poder de la imaginación, que te transportaba a un mundo distinto al real. Me hizo sentir que era muy bonito ser escritora, pues con las palabras se despertaban muchas emociones, se aprendía y era muy divertido evadirse de la realidad.

MC. ¿Eres exigente como lectora? ¿Qué lees normalmente?

IMB. Sí, bastante exigente. Aunque leo de todo y no tengo prejuicios previos, lo que más son obras de literatura pura y dura, esas que no necesitan acogerse a géneros determinados para brillar, sino que, en cierto modo, los contienen todos por ser un reflejo de la vida. En la vida hay suspense, terror, miedo, romance y un largo etcétera, ¿por qué ceñirse cuando se puede abarcar bastante? Pero, como he dicho al principio, intento leer de todo: poesía, relato, novela, ensayo, filosofía…, lo que me tiente en un determinado momento.

MC. Eres Licenciada en Derecho, pero te conocemos más como escritora. ¿Qué es la Literatura para ti?

IMB. Todo, la Literatura lo es todo para mí. Me acompaña desde siempre y no concibo mi vida sin ella. Hasta traicioné al Derecho por ella, y no me arrepiento, pese a la pérdida de capacidad económica.

MC. Eres una autora híbrida: has publicado con editorial y por tu cuenta, ¿con qué te quedas? ¿Lo mejor y lo peor de cada opción?

IMB. Difícil pregunta esta, la verdad. Supongo que un autor que publica con una gran editorial que lo cuida y lo mima, que le ha ofrecido un contrato digno y no leonino, que cumple con sus funciones de corrección y maquetación de forma pulcra, que lo promociona más allá de los primeros 15 días, que le distribuye los libros ampliamente y lucha por su visibilidad en las librerías, que le satisface los derechos generados por su obra con limpieza y sin ocultamientos, diría que prefiere siempre a la editorial, como yo también la preferiría de estar en este caso. Pero esta es una situación idílica que se da en contadas ocasiones. Como la inmensa mayoría de los autores de este país, he publicado con pequeñas editoriales y no siempre han cumplido lo que prometieron en un inicio. Eso sí, destacaría la labor más que loable de algunas pequeñas editoriales independientes que bregan sin ayudas ni reconocimiento en el mar bravío de un negocio que, en España, se reparten muy pocos.

Ya se autopublique, se publique con una editorial pequeña o, incluso, con una grande si no se ha alcanzado mucha fama, implica perderse en la frondosidad de un bosque donde resultamos invisibles, sin medios para la promoción y distribución adecuada de la obra. Hoy solo destacan los grandes nombres consagrados. Existe mucha oferta, sí, pero es indiscriminada. Los grandes sellos editoriales solo apuestan por el negocio y no corren el más mínimo riesgo.

Por lo expuesto, no descarto la publicación con una editorial, sea grande o pequeña, por sus indudables ventajas. Pero no pierdo de vista la autopublicación, a la que no le tengo ninguna manía y hasta puede ser muy aconsejable para no perder el control sobre la totalidad de la obra, aparte de otras ventajas como que no jueguen con el tiempo del autor ni lo sometan a tediosas esperas para publicar o no ser juzgado en un meritoriaje previo, si es que lo hay, al que lo somete alguien con más criterios mercantiles en su cabeza que estrictamente literarios en muchísimas ocasiones. La autopublicación ha existido siempre y a ella han acudido nombres señeros de la literatura universal.

MC. ¿Cómo ves tú el apoyo que se le da en este país a la cultura en general y a la Literatura en particular? ¿Existe realmente ese apoyo? ¿En qué fallamos y en qué acertamos como país en este asunto? Porque algo haremos bien… ¿o no?

IMB. Insuficiente. El mundo del libro está cada vez más olvidado, como el de la cultura en general. Desaparecen de los planes de estudio asignaturas humanísticas como la Filosofía o la Literatura. Parece que no interesara que los escolares de hoy desarrollen un pensamiento crítico, solo destrezas técnicas.

Pero quedan faros en medio de la tempestad, como el esfuerzo de muchas bibliotecas públicas que fomentan la lectura y los grupos de lectores (los llamados clubs de lectura). También existen ayuntamientos y algún que otro organismo que convocan premios literarios. Uno de los sectores que veo más sostenidos es el del cine. Existen apoyos, sí, pero son insuficientes, quizá por dedicarse pocos fondos económicos a esta labor. Tampoco considero razonable una cultura absolutamente subvencionada, ya que suele dar resultados muy pobres y es una puerta abierta a que se beneficien unos pocos avispados, no siempre los mejores. En un término medio está la virtud.

Y claro que hacemos cosas bien. Vuestra revista, que se nutre de vuestro esfuerzo, es un ejemplo de fomento de la cultura. Para los escritores el mayor apoyo, el mayor bien, es contar con lectores. Sin esas personas individuales que nos sostienen, creo que ningún autor se plantearía publicar, porque uno escribe y quiere ser leído. También es reseñable el esfuerzo de muchas pequeñas librerías que fomentan la lectura y amparan a los autores, con independencia de si cuentan o no con distribuidores profesionales, que las grandes superficies se las traen a este respecto y no admiten un libro que no les sea llevado por un distribuidor oficial, con la consiguiente condena a los autores locales que se han autopublicado.

MC. No quiero terminar sin preguntarte una curiosidad de tu novela más conocida, y más extensa: Aroma de vainilla, una maravillosa joya literaria que recomiendo sin dudar. ¿Cuánto tiempo tardaste en terminarla, es verdad que te llevó quince años? Cuéntanos, por favor.

IMB. Aroma de vainilla fue escrita ya en la madurez y me acompañó durante muchos años, dieciocho exactamente, aunque no estuve dieciocho años escribiendo, ya que tuve años de no acercarme a ella, pese a que anduviera por mi cabeza. En un principio surgió la primera parte de la historia, la de la relación de Segundo Ortega con Julia Abellán. Estos dos personajes calaron en mí de manera honda, por lo que, al poco de escribir ese primer germen, ya andaba preguntándome qué habría sido de la vida de Segundo y de su descendencia a partir del momento en que acabé de narrar. La curiosidad, el placer de ejercitar la imaginación y el propio gusto por escribir me hicieron continuar con la historia de esta familia.

Tardé tantos años en escribir la novela porque no contaba con demasiado tiempo libre a consecuencia del trabajo (trabajaba por la mañana, por la tarde y, en muchas ocasiones, hasta por la noche), por lo que la novela se fue formando a impulsos, de manera lenta a costa de robarle horas al sueño y de dedicarle los días libres que podía. Muchas veces, hacía tantos años que había escrito alguna de las escenas, que tenía que retroceder para volver a situarme. Además, en esta novela me planteé narrar de manera clásica, con abundantes hechos y no demasiadas digresiones. En su redacción, aprendí de forma intuitiva la paciencia de la que debe proveerse un escritor, el manejo de los tiempos narrativos, la importancia de la imaginación, la necesidad de documentarse cuando se sitúa la trama en una determinada época histórica y la humildad de las correcciones permanentes. Porque la corregí mucho. También la reduje en las revisiones, ya que partía al principio de casi 1000 páginas, lo que me pareció un exceso; la dejé en poco más de la mitad y, posteriormente, aún corté algo más hasta ajustarla a las cuatrocientas y pico páginas que hoy tiene. Como he dicho alguna vez, con Aroma de vainilla aprendí a ser novelista.

MC. Isabel, ¿algo más que quieras contarle a nuestros lectores?

IMB. Uf, nada más, que ya deben andar aburridos con esta charlatana. Solo una cosa: gracias por leerme.

MC. Gracias infinitas, Isabel. Ha sido un verdadero placer conversar contigo; tanto como leerte, que es una delicia.

IMB. Gracias a la revista y a ti, Marina. Hacéis una gran labor de fomento de la lectura y de la cultura en general. Que no decaiga, valientes.

Marina Collazo Casal

Entrevista íntegra publicada en el número 31 de la Revista Pasar Página


 

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