No hace mucho
leí Codex Gigas de Óscar Sánchez
Fernández, reseñada en el número 6 de la Revista Pasar Página y me pareció muy curiosa la historia de este libro, máxime cuando iba
a viajar a Estocolmo y tenía la posibilidad de hacer una visita a la Biblioteca
Nacional en la que se guarda.
Os diré que no
me ha resultado fácil porque la Biblioteca tiene unos horarios muy
restringidos, los sábados solo abre tres horas y los domingos permanece
cerrada. Aún así, busqué un hueco el viernes a primera hora, antes de iniciar
las rutas por las zonas turísticas, ésta no lo es, y me acerqué a este edificio
que me encantó. Está en medio de un parque muy bien cuidado y se respira
tranquilidad.
Para acceder hay
que dejar en taquilla todo lo que lleves encima, aunque te permiten pasar el
móvil para hacer fotografías sin flash.
Tuvimos que
bajar al tercer sótano para llegar a la sala en la que se encuentra la cámara
acorazada en la que guardan este tesoro. Comparte espacio con mesas de estudio
y muchas personas consultando libros o documentos, tanto en papel, como en
formato digital.
El libro está
cerrado dentro de una gran urna pero lo han digitalizado por lo que puedes
admirar sus páginas, una a una, a tamaño natural. Es una obra de arte, sus
dibujos, sus letras capitales, sus colores, toda su estética. La famosa pintura
del diablo da un poco de risa, parece un muñeco con pañal.
¿Conocéis su
historia?
Es una Biblia de
624 páginas en pergamino, con unas
dimensiones de 92 x 50,5 x 22 cm y un peso de 74 kilos, lo que la convierte en
el manuscrito medieval más grande conocido. La escribió el monje benedictino
Herman, en un monasterio de Podlazice (República Checa), a principios del siglo
XIII, como castigo por haber traicionado sus votos. La leyenda cuenta que se
ofreció a escribirla en una sola noche,
y al darse cuenta de que sería incapaz de conseguirlo hizo un pacto con
el diablo, que le ayudó exigiendo quedar inmortalizado con una pintura en la
propia obra.
Los estudiosos
afirman que el monje habría tardado entre cinco y veinticinco años (no se han
puesto de acuerdo), en escribir el magnífico libro, recluido en una celda.
Quedan todavía
varias preguntas sin contestar, como que se haya demostrado que la tinta
utilizada es siempre la misma, lo que implicaría que se escribió en no más de
72 horas y que no se encuentren señales de cansancio en la escritura, en
ninguna de las páginas. Misterios sin resolver que hacen todavía más
interesante visitar y admirar este libro que está en Suecia desde que, hace más
de tres siglos, fuese tomado por un militar sueco como botín en la Guerra de
los Treinta Años.
Si vais a Estocolmo, no dejéis de visitarlo.
Almudena Gutiérrez
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