Sinopsis:
Tras sufrir un
accidente en una carretera comarcal, el alma de Blanca de los Ríos llega a un
lugar de tránsito con un toque terrenal donde, mirando los espejos de sus
aseos, ella puede ver qué es lo que ocurre al otro lado; qué es lo que ocurre
con quienes se quedaron. Mientras, en el lado de los vivos, todas las personas
con quienes se relacionó Blanca, la recuerdan con más o menos tristeza. Solo su
madre la mantendrá viva e intacta en su memoria, gracias al vínculo especial
que siempre existió en ellas. Un vínculo que no entiende de lugares ni espacios
y que hará que ambas noten sus respectivas presencias.
La propia autora nos la describe como una historia íntima y
conmovedora que nos desvela la verdadera naturaleza de los vínculos familiares,
en las pequeñas cosas y gestos que mueven al mundo y en esa creencia (ese
querer creer) que hay vida más allá de la muerte.
La autora:
Carmela Trujillo (Cáceres, 1966) es licenciada en Filosofía
y Ciencias de la Educación. Autora de una veintena de libros, entre los que destacan
Clic-foto (Premio de Narrativa Ciudad
de Algeciras 2005), De repente, echándola
de menos (Accésit Premio Hontanar de Narrativa Breve 2001), recientemente
ha sido galardonada con el Premio Internacional HQÑ 2019 de Harper Collins
Ibérica por su novela Martina.
En literatura infantil y juvenil ha publicado Esto no puede seguir así (Premio
Narrativa Infantil Vila d'Ibi 2006), En
las nubes (Anaya, 2012), La lluvia
llegó con Gabriela (Algar, 2015), Y
por eso no me gustan los gatos (Bambú, 2018), ¿Cuántas reinas caben en una casa? (Ramaraga, 2018), entre otros
libros.
Mi opinión:
No puedo negar que la empecé a leer con recelo, porque el
tema no me apasionaba, pero fue creciendo mi interés por la historia y por lo
que les va ocurriendo a sus protagonistas.
Con una original forma de narrar, nos va contando la
historia de Blanca, muerta, el lugar en el que se encuentra hasta que resuelva
sus cosas pendientes en el mundo de los vivos, cómo era su vida y sus
relaciones con los demás, tal y cómo lo percibía ella y cómo era tal y como lo
percibían los otros.
La historia de Candela, Cande, su madre, cómo vive la
pérdida de su hija, el duelo.
Los extraños títulos de los capítulos que se repiten: Son
las dos de la madrugada, y llueve. Los que esperan al otro lado. Y la vida
continua, mientras tanto. La vida colateral. Amistades y amores que dan miedo…
Las magníficas reflexiones de la carpeta roja y la carpeta
azul: Los sueños hay que nombrarlos para que se conviertan en realidad. Hay
que llamarlos por su propio nombre y en voz alta para que pierdan el miedo y
aparezcan en nuestras vidas.
Y un epílogo maravilloso.
Un canto al amor entre madre e hija, contado de la forma más
dura que se puede contar, desde la pérdida y que, sin embargo, nos permite
imaginar que existe algo más allá, que nuestros seres queridos están en algún
lugar y que podemos sentirlos. Es también, un canto a la vida y a la superación.
Así es la novela, como mi opinión, pinceladas que, capítulo a capítulo, consiguen hacer un todo que merece la pena leer.
Gracias a Erika Araya de Kuei Ediciones por hacerme llegar
esta novela.
Almudena Gutiérrez |
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