Bailemos
No
ciegues otra vez las grietas
que
por azar fragmentaron los silencios.
Rásgalas
con tus manos si hace falta.
O
acaso no las toques,
déjalas
crecer, multiplicarse,
para
que pueda habitar furtivo en ellas
una
vez más el quicio de tu cuerpo.
Desnuda
la anhelada luz de un alba
que
nunca llegó a nacer en nuestra puerta.
No
envuelvas ajeno entre lo turbio
lo
que debió ser siempre caricia de agua blanca,
y
deja que el abandono de las horas
se
deslice entre los arrebatos de lo incierto.
Sedúceme
y mezclémonos
a
ese compás de música tardía
que
la vida hace estallar de nuevo.
Regálame
la codicia añeja de tu hambre,
que
de savia regó frenéticos apegos.
Y pasa,
cuélate sin llamar,
ya
no hace falta,
deslízate
con laborioso andar por los resquicios,
y
quédate esta vez,
bailemos…
María
Jesús Mena
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