jueves, 3 de mayo de 2018

Club de Lectura Las Tardes en la Regional


El segundo ciclo de lecturas del Club de Lectura Las Tardes en la Regional, se inició el pasado viernes 27 de abril, con la obra Cervantes tiene quien le escriba, de varios autores.
Este libro es una recopilación de veinte relatos que se hicieron para conmemorar el Cuarto Centenario del fallecimiento del genio que cambió la literatura universal: Miguel de Cervantes.
Esta tarde modera Carolina Molina, que fue, junto con Ana Morilla, la coordinadora de este proyecto. La acompañan Víctor Fernández Correas, autor de uno de los relatos, y Eduardo Valero, especialista en temas madrileños (autor del blog «Historia Urbana de Madrid») 
Carolina nos fue desgranando las curiosidades que vivieron en la creación de esta obra, como que el título se le ocurrió a Ana Morilla por las poquísimas cartas que se conservan del escritor, o la rapidez con que todos los autores a los que se les ofreció participar contestaron afirmativamente, a pesar del poquísimo tiempo con el que contaban para escribir un relato inédito con una parcelita de la vida de Cervantes, por otra parte muy poco conocida.
Para mí fue una sorpresa enterarme de que la cara de Cervantes que siempre hemos conocido, se ha demostrado que no le pertenece, por lo que sólo podemos acercarnos a saber su verdadero rostro a través de la descripción que él mismo hace en el prólogo al lector de sus Novelas Ejemplares.
Dando por buena la partida de bautismo encontrada en Alcalá de Henares del 9 de octubre de 1547 y la cercanía del día de San Miguel en una época en la que se solía poner el santo del día, se puede asegurar, aunque sin demasiadas pruebas, que nació en esta ciudad.
Aunque la historia le lleva a la cárcel de Sevilla, lugar en el que comenzó a escribir Don Quijote de la Mancha, en Argamasilla de Alba aseguran que fue en la Cueva de Medrano en la que estuvo preso, donde escribió su obra maestra.
¿Fue un hombre feliz? Probablemente no. No tuvo una vida agradable, quiso ser autor teatral como Lope de Vega, al que admiraba y envidiaba a partes iguales, para vivir bien y no pasar penurias económicas.  Sufrió largos cautiverios en Sevilla y en Argel, participó en la batalla de Lepanto, enfermo de calentura y en la que terminó herido en el pecho y en la mano izquierda, cuyo tendón quedaría dañado para siempre convirtiéndole en un tullido, no en el «manco de Lepanto», otro de los grandes bulos que hay en torno a su persona. Viajó por España e Italia, a las órdenes de distintos señores, pero poco más se sabe de él.
Su vida, llena de sinsabores, estuvo rodeada de mujeres: su madre, sus hermanas, su esposa, su hija, sus sobrinas, que han dado lugar al mote de «cervantinas». Sus hermanas, que sabían leer y escribir, para ganarse la vida, en una época difícil, ejercieron de barraganas, definición poco conocida y que implicaba unirse a un hombre mediante contrato, sin ser un matrimonio, pero disfrutando de los privilegios de esposa. Es curioso como todo está inventado y nos recuerda a las actuales «parejas de hecho». Se puede decir que Cervantes fue marcado por las mujeres y a ellas les dedicó muchas de sus obras, pudiendo considerarse un adelantado en cuanto a libertad y feminismo.

Gracias a Cervantes tiene quien le escriba, podemos imaginarnos un poco más su vida, aunque seguirá siendo una gran desconocida, pero lo realmente importante es la obra que nos ha dejado, convirtiéndole en un personaje al que se le sigue leyendo, homenajeando y celebrando, cuatro siglos después.

Almudena Gutiérrez

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