jueves, 28 de abril de 2022

Cuéntame cómo pasó: Arriba el telón

 

Esta noche podremos ver el capítulo 400 del programa Cuéntame cómo paso, titulado Arriba el telón. Una serie que nos ha acompañado los últimos veinte años de nuestras vidas. Echando la vista atrás, es increíble la de cosas que pasan en veinte años, aunque nos parezca que, algunas, se nos han escapado de las manos con mucha más rapidez de las que nos hubiese gustado.

Esta es la única ficción española de «prime time» que lo ha conseguido y solo tres que la superen en el mundo, creo que se merece que hablemos un poquito de ella.

Dos somos las personas que firmamos el artículo que publicamos en el número 47 de Pasar Página

En el caso de Mónica, ha pasado de ser una niña de siete años que, evidentemente no veía la serie, a ser una periodista con un gran futuro, que ha podido sentir desde dentro como se hace la televisión. En el camino, ha vivido muchas cosas, buenas y malas, como perder a tres de sus cuatro abuelos, pero ha crecido como persona convirtiéndose en una gran mujer.

En mi caso, he visto a mis hijos convertirse en una mujer y un hombre a los que admiro muchísimo, soy abuela de cuatro nietos, he perdido a mis padres, que tantas veces recuerdo viendo algunos capítulos, y estoy cumpliendo el sueño de la periodista que nunca fui, dirigiendo esta revista.

Más de veinte años después, cuatrocientos capítulos, muchas curiosidades, algunas de las cuales os contamos a continuación.

Cuéntame cómo pasó, veinte años después.

Cuánto ha cambiado la forma de ver la televisión desde ese 13 de septiembre de 2001 en el que se asomaba a la parrilla de salida una nueva serie. Ahora son una minoría los que ven las series en su hora de emisión, capítulo a capítulo. Es mucho más cómodo acudir a las plataformas de televisión y ver varios capítulos seguidos e, incluso, toda una temporada en un solo fin de semana.


Pero hace veinte años, los que nos sentamos ante nuestro televisor, pedíamos un rato de diversión después de los dos durísimos días vividos, en los que no habíamos dejado de ver las horribles imágenes que ya quedarían para siempre en nuestra memoria, tras los atentados a las torres gemelas de Nueva York.

Esta nueva serie atrajo la atención de más de cuatro millones y medio de espectadores en su primer capítulo, que comenzó con las palabras de Carlitos que, con la voz en off de Carlos Hipólito, nos decía «En 1968 yo tenía ocho años. Ahora dicen que 1968 fue un año revolucionario y lo fue, por lo menos para mí…»

Ese fue el año elegido para comenzar a contarnos la vida de la familia Alcántara, 1968, y ahí, ya me ganaron como espectadora, porque Carlitos y yo éramos de la misma edad y me iban a ayudar a poner imágenes a mi infancia.

Semana tras semana, la familia Alcántara se fue haciendo un hueco y acabaron la temporada con un gran éxito, aunque nadie podía imaginar entonces que, veinte años después, íbamos a estar hablando de la que ya se ha convertido en la serie más longeva de nuestra televisión y la más premiada.

Haciendo historia, en un principio se iba a llamar Nuestro ayer, pero finalmente se decidieron por Cuéntame, título de una canción publicada en 1968 que cantaba el conjunto de música pop Fórmula V y que servía de cabecera musical de la serie. Precisamente por esta coincidencia, ya estaba registrado, les obligó a modificarlo en 2002 y llamarlo Cuéntame cómo pasó.

Durante estos veinte años, rozando los 400 episodios y a punto de estrenar su temporada número 22, la familia Alcántara no solo nos ha contado su vida, la de su familia, sus vecinos o sus parientes, sino que nos han narrado la historia de España, desde los últimos años del franquismo, el comienzo de la democracia o el frustrado golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, hasta la Expo 92 o nuestras Olimpiadas de Barcelona. Hemos visto desde su salón la llegada del hombre a la Luna, hemos sentido el temblor de las calles con la explosión que acabó con la vida de Carrero Blanco, el horror de unos padres que descubren que su hija es drogadicta, la desolación ante un pronóstico de cáncer de mama, cuando las mujeres que se salvaban eran una excepción, Mercedes Alcántara, al igual que mi madre, fue una de ellas. Pero también el orgullo de unos padres de origen humilde, de pueblo, que ven a sus hijos en la universidad, publicando una novela, presentando un telediario o interpretando un papel principal en un teatro. 

Una serie llena de sentimientos, en los que el poder de la amistad y del amor, están por encima de todo, aunque no les exima de fracasar una y otra vez.


La última temporada emitida, tomaron la difícil y arriesgada decisión de trabajar el argumento con dos líneas temporales, la histórica, como siempre (1992—1993) y la actual (abril de 2020), en la que vivíamos el horror de los días más difíciles de la pandemia.








Antes de que se levante el telón con los nuevos capítulos, en cuyo rodaje se ha celebrado la fecha exacta de este 20 aniversario, el 13 de septiembre, vamos a dar un paseo por eso que no veremos.

Como espectadores, no valoramos la cantidad de tiempo que se dedica a hacer cada minuto de la serie. De esta y de cualquiera. La realidad es que, en cada una de las jornadas, que suelen comprender unas nueve horas de rodaje, únicamente se graban unos cinco minutos de capítulo. Y es que, para cada escena, se necesitan diversos bloques, que implican varios planos que se repiten durante diferentes tomas.

Ya que hablamos de escenas, el poder de la iluminación es otra de las grandes curiosidades. La realidad es que, gracias al trabajo de los eléctricos y del director de fotografía, los decorados se transforman radicalmente. Jugando con las diferentes luces se puede conseguir cualquier ambiente, desde un cálido amanecer a una fría noche de invierno o la recreación de un día a las nueve de la mañana cuando, en realidad, son las nueve de la noche.

Aunque parezca mentira, por su parte de realidad, «Cuéntame», como otras muchas series, cuenta también con efectos especiales. Gracias a ellos, Pinto puede convertirse en ciudades como Nueva York, sus coches pueden recorrer las calles de Madrid o sus personajes pueden estar en un teatro o una sala abarrotados de gente cuando, la verdad, es que apenas hay veinte figurantes. Por no hablar de los días de lluvia cuando no hay ni una nube o los movimientos de los vehículos cuando en realidad están parados. Los figurantes se reutilizan una gran cantidad de veces, pasando desapercibidos a los ojos de la mayor parte de espectadores.

Otra curiosidad es la dificultad de mantener el raccord (continuidad entre dos planos). Para evitar los fallos entre un plano y otro hay que estar atento a decenas de cosas, al texto, a los movimientos de los personajes, al cómo estaban colocados cada uno de los elementos de la escena, el vestuario… Todo ello teniendo en cuenta que, pese a que el espectador lo vea todo en un orden perfectamente cronológico, un día en la ficción pueden ser muchos en la realidad y rodados en distintas semanas o incluso meses.

Por último, hablaremos de los decorados y de cómo el gran trabajo del departamento de arte consigue crear su propio barrio dentro de un polígono industrial. Pasear por San Genaro y cada uno de sus rincones es, cuanto menos, curioso. Lo mismo sucede cuando ves que, donde antes había paredes, ahora estas han desaparecido y se han convertido en la «cuarta pared» o cómo lo que antes era una casa ahora es una iglesia, o lo que era una lujosa habitación de hotel se ha convertido en una antigua buhardilla.

Y es que, al final, nada es lo que parece y hasta el mismísimo detalle conlleva un gran trabajo, todo para que el resultado llegue a los espectadores lo más fiel posible a la realidad. La magia del cine que la llaman. Y oye, ¡que no pare nunca!


Mónica Díaz y Almudena Gutiérrez



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