El
centenario dedicado a la figura de Benito Pérez Galdós, que transcurre en este
2020, todavía no ha acabado. Mermado por las secuelas de la COVID 19, que ha
interrumpido la vida de todos, pone de manifiesto la mala suerte que tienen los
grandes escritores españoles para casi todo. Si el centenario de Cervantes de
2016 pasó «casi sin pena ni gloria», el de Galdós se presentía lleno de
eventos, de publicaciones y de novedades. Sobre estas dos últimas cosas aún
tenemos esperanzas. Ya publicadas dos biografías, la de Francisco Cánovas y la de Eduardo Valero, esperamos con ansiada
resignación la de Germán Gullón y Yolanda Arencibia, que a buen seguro,
esclarecerán las falacias y errores que se han vertido sobre Galdós desde hace
más de un siglo. Pero esta vez vengo a hablar de la de Eduardo Valero titulada Benito Pérez Galdós, la figura del realismo
español y con la que tendré especial cuidado en reseñar dada la amistad que
me une a su autor.
En
este sentido es importante contar cómo lo conocí pues fue gracias a Galdós.
Buscando en la red información sobre don Benito me di de lleno con la web «Historia Urbana de Madrid» que Eduardo dirige fielmente desde hace años. No
dudé en escribirle y luego llegaron varias llamadas telefónicas para proponerle
ser el cronista (título que le va al pelo) de las, entonces, nuevas Jornadas
Madrileñas de Novela Histórica. Él aceptó sin pensárselo y así fue que desde
2015 Eduardo ha sido una pieza esencial en estas jornadas que este año 2020
iban a ser las quintas y en donde siempre se le ha dado un protagonismo
esencial a Benito Pérez Galdós al ser el mejor retratista del Madrid del XIX.
Recuerdo
que una vez animé a Eduardo a publicar todos los post que en su Historia Urbana de Madrid había, para
que sus seguidores pudiéramos tener recopilados sus muchos documentos e
investigaciones. Entonces se excusó diciendo que él no era escritor y que dicha
labor se le presentaba como un trabajo inabarcable. El destino hizo que años después se topara
con la Editorial Sargantana y desde Valencia se consiguiera algo que no
hicieron las editoriales madrileñas: proporcionar a una de las personas que más
saben de Madrid publicar en su tierra.
Por
eso también hay que felicitar a esta pequeña y familiar editorial que ha
arriesgado en publicar primero Historia
de Madrid en pildoritas y posteriormente la citada biografía Benito Pérez Galdós. La figura del realismo
español. Ambos trabajos representan una ingente recopilación de información
ofrecida de forma amena y organizados por compartimentos estancos que se han
convertido en «fondo de librería» y elemento básico de la biblioteca del buen
lector.
Si
hay que ponerle algún reparo a la obra de Valero es el título. «La figura del
realismo español» se presiente ensayo sesudo y centrado en la obra literaria de
Galdós. El contenido del libro, que tampoco podríamos definir estrictamente
como biografía, es un compendio de investigaciones que el propio Valero realizó
desde años atrás, organizadas cronológicamente pero que no guardan la
metodología habitual de las biografías.
Me
explico: Valero atiende más a la vida cotidiana, a los detalles, a las
novedades y a desentrañar y reivindicar falsedades y verdades que a escribir
una vida completa, de principio a fin. Por eso en este libro encontraremos
cosas que nunca antes se habían dicho de Galdós, otras que se dijeron hasta la
saciedad pero matizadas y algunas contrastadas con la propia familia Pérez
Galdós (circunstancia que aunque pueda resultar evidente no concurre en muchas
de las biografías ya publicadas sobre el escritor canario), con el fin de dar
mayor fiabilidad a lo que se cuenta.
Pongamos
en valor solo algunos detalles que aporta el libro y que deben corroborar el
gran trabajo realizado por Valero. ¿Cómo escribía Galdós? Así lo narra:
«Si
está en su finca de Santander, desayuna y da un paseo por jardines y huerta. A
continuación, escribe una cuartilla tras otra. Si es obra dramática orienta el
papel en sentido vertical, con escritura clara en pulcros renglones. Si es
novela, las cuartillas van en horizontal. ¿Una manía?...En absoluto, es la
manera con la que el escritor puede identificar a simple vista una obra entre
sus papeles.»
Otra
de las novedades que presenta Eduardo es la clarificación del número de la
calle Serrano donde habitó don Benito durante un breve tiempo y que dio a
conocer en una charla impartida en la Biblioteca Regional de Madrid con el título La llegada de Galdós a Madrid y casas que habitó, tema, por otra
parte que entusiasma al autor.
Para
finalizar es importante recordar el esfuerzo que Eduardo Valero ha dedicado a
la figura del escritor canario. Gracias a él ahora es ya hijo adoptivo de
Madrid, debido a una iniciativa lanzada a través de su web Historia Urbana de Madrid y redes sociales, que fue ampliamente
apoyada por organizaciones, asociaciones y particulares y que finalmente el
Ayuntamiento de la capital tuvo a bien reconocer.
No
creo que sea la última cruzada en la que se embarque Eduardo Valero tratándose
de Galdós, porque a las rutas que ya realiza y ha realizado junto a Carpetania Madrid
o con la Asociación Verdeviento, muchas son las cosas que quedan por hacer para
divulgar, como se merece, la obra y vida del gran don Benito. Pese a quien
pese.
Carolina Molina |
Nos hemos puesto en contacto con el autor y nos ha comentado la reseña que ha hecho su amiga y compañera Carolina Molina.
En
este momento en que se habla de nuevas biografías publicadas, la Revista Pasar
Página, publica una breve reseña de mi libro, ese que no suele citarse y que
muchos no conocen.
Carolina
Molina, autora de la entrañable novela «Los ojos de Galdós», firma esta reseña en
la que añade mi vinculación con las «Jornadas Madrileñas de Novela Histórica», de
las que es mentora y fundadora.
Desde
aquí va mi agradecimiento por recordar mi trabajo y el de años de investigación.
Mi
libro, como dice Carolina, no es una biografía al uso sino un compendio de
hechos históricos y biográficos necesarios para conocer y comprender a Galdós y
los espacios donde nacen sus obras, donde se desarrolla su vida, principalmente
en Madrid y Santander.
De
las biografías conocidas, y según el juicio de los lectores, esta parece ser la
más amena. Me alegro de que así lo perciban.
Como
puede advertirse en el prólogo, escrito y dedicado por Rosa Amor del Olmo, en
un principio el título del libro sería «Madrid y Galdós», pero la editorial
decidió cambiarlo. Y es que, en realidad, aunque Madrid es la ciudad donde vive
y muere; en la que el literato madura y su genio creador la retrata y a su
gente -a tal punto de denominarla Madrid galdosiano y ser merecedor de que esta
le adopte como su más eminente hijo-, también se habla de Las Palmas de Gran
Canaria, su ciudad natal; de San Quintín, su residencia de Santander; y de
otros tantos lugares que visita e inmortaliza en sus obras, en los que recibió
idéntico afecto que el profesado por el pueblo madrileño. Afortunadamente, ese
sentimiento perdura.
Carolina
Molina me conoce muy bien: trabajando estoy en la divulgación de otras tantas
historias asociadas con el Galdós madrileño. Hoy y siempre, porque así lo merece
el magnánimo, el insigne Don Benito, un excelente cronista del Madrid
decimonónico.
Eduardo Valero
Reseña original publicada en el número 31 de la Revista Pasar Página
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