Sobre el autor
Reseña
Este
mes me reseño uno de los clásicos de la narrativa, 1984 de George Orwell.
Siempre había tenido pendiente su lectura y, hace unos meses, tras verlo en la
estantería de unos amigos, decidí pedírselo prestado para aventurarme en ese
mundo distópico creado por Orwell en 1949 y la verdad que ha sido todo un
viaje.
La realidad es que el análisis de
este libro podría ser infinito por lo que me centraré en los aspectos que me
han llamado la atención a mí personalmente. Si bien es cierto que su lectura en
algunos de sus capítulos puede resultar algo lenta y pesada, en general, el
recorrido que plantea sobre los diversos temas es atractivo y consigue atrapar
al lector.
1984
es uno de esos libros que no te deja indiferente y creo que eso es lo que más
me ha gustado. A través de sus líneas pone al lector contra la espada y la
pared, le hace reflexionar más allá de sus páginas, le obliga a replantearse el
mundo en el que vivimos y le abre los ojos en muchos sentidos. Orwell decía
tras publicar su novela que no creía que la sociedad que había descrito en el
libre necesariamente llegase a ser una realidad, pero que sí creía que podía
llegar a existir algo parecido. Ahora, en 2021, más de 50 años después, lo que
el escritor planteaba es cada vez menos distópico y más real.
Tras
su lectura es imposible no cuestionarse el mundo en el que vivimos y
experimentar cierta paranoia sobre lo que plantea el libro, tanto en el plano
político como en su parte social y existencialista. Da miedo descubrir como esa
sociedad puede llegar a convertirse en un manifiesto de la realidad. Sino lo es
ya. Y eso es, cuanto menos, perturbador.
La
novela está centrada en una sociedad en la que todo esta bajo el control del
Estado, nada se puede hacer sin que el régimen lo sepa y nadie se puede salir
de las funciones que le han sido asignadas dentro del sistema. Cada persona
está encajada en una categoría a la cual tiene que dedicar su vida, sin salirse
de la línea. Cada individuo tiene una función y ese es su único cometido. Así, la
forma de conseguirlo es a través de la creación de un ambiente de miedo y
opresión, mostrando como nada se escapa al Gran Hermano, ni si quiera los
pensamientos. Para ello, la censura, la falsificación, la propaganda y los
lavados de cabeza están a la orden del día.
Como
«anécdota» diré que, semanas después de terminar el libro, coincidió que empecé
a ver la serie de El cuento de la criada y ciertamente me sorprendió la
similitud que encontré en ella con la novela. De nuevo otra historia
perturbadora con una sociedad distópica de cuyas garras es casi imposible
escapar. Este es uno de los numerosos ejemplos de que la influencia de Orwell
sigue presente a día de hoy pese a que su novela sigue cumpliendo años. Por
cierto, serie muy recomendable.
Por
último, me gustaría hacer una mención especial a su final. Siguiendo la línea
general del texto puede que no sea el final deseado y ni si quiera es un final feliz,
sino que mantiene la coherencia con el resto de la novela y deja al lector con
una sensación de pesimismo y falta de esperanzas difícil de superar.
El
final rompe con cualquier expectativa en lo que respecta a la rebelión o a
conseguir un cambio en el sistema y muestra como la única solución pasa por
someterse a él. Concluye, así, lanzando un nuevo mensaje al lector para que,
tras cerrar su tapa, continúe con esa reflexión que traspasa las fronteras del
papel.
Mónica Díaz |
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